01 mayo, 2007

Una tarde en la plaza

Plaza de la ciudad de Mérida (Venezuela) a finales del siglo XIX

Representa la plaza el núcleo principal de la vida urbana en numerosos pueblos y ciudades. Ella, testigo añejo, ha sido sitio de revueltas, de proclamas, asentamiento natural de mercados, de foro para el homenaje y la diatriba, de fusilamientos, de ahorcamientos. Ha presenciado la invasión de hordas, de notas expelidas por las bandas musicales, de bandadas de palomas.
Con la vigilia de la iglesia, la gobernación, el cuartel y el juzgado -sus cuatro vecinos– ha permitido la solemnidad de la celebración religiosa y la algarabía de las corridas de toros. Por ello, asumiendo esa heterogeneidad de hechos que la plaza encadena como testigo silente, acostumbro siempre disfrutar de una tarde sentado en uno de sus bancos imaginando ese pasado menudo y diverso que recorrió sus calles.
Quizás, amparado en un crepúsculo de atardecer, pueda oir nuevamente los ecos de la historia...

3 comentarios:

  1. Yo tengo especial fascinaciòn por las plazas..de vez en cuando tambien me siento en sus bancos. En Lara hay unas bien simpaticas...Sin duda alguna guardan en si muchas historias...

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  2. la historia está... siempre..

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  3. Anónimo7:44 p.m.

    QUE BELLEZA! esa es la plaza por la que paso a diario y aun me fascina su increíble belleza, aunque aun con todo el "urbanismo" de hoy día, desearía realmente verla al menos por un día como si aun fuera el siglo XIX... tiene magia esa foto :-)

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