08 junio, 2015

La razón estrangulada


De todas la formas posibles que pudieran existir para clasificar libros, la más eficiente, quizás para algunos, es la que separa los textos que nos inquietan al punto de cambiar nuestra forma de pensar y los que nos dejan indemnes, sin atisbo de hacer cosquilla alguna. El libro del periodista y químico español Carlos Elías pertenece a los primeros. Luego de leer sus más de 480 páginas la sensación que queda es la de haber estado con los ojos cerrados ante un problema que poco a poco ha logrado extenderse y nos conduce nuevamente a la ignorancia y el mito, situación que la humanidad ya creía superada: una nueva edad Media sin ciencia y pletórica de supercherías.
Carlos Elías parte de un hecho verificable, indiscutible y ya cotidiano en varios países del mundo, como lo es el descenso de matrícula estudiantil en carreras científicas. En el caso venezolano, por ejemplo, puede evidenciarse ante el alarmante déficit en la cantidad de profesores especializados en Física, Química y Matemática para el bachillerato. Parece que la ciencia ya no interesa ni mueve la afición de los seres humanos y el autor plantea varias hipótesis al respecto que pueden explicar este desánimo. Para Elías, la causa del declive de la ciencia está en los medios de comunicación y su constante deformación de la actividad científica al presentar los personajes de laboratorio como solitarios, perturbados o con conflictos familiares y de poco agraciado aspecto. Esta hipótesis, que tendría la debilidad de considerar a los seres humanos como objetos sin criterio ni consciencia, cuales zombis manejados al antojo de los medios de comunicación, se va reforzando y tomando nuevas dimensiones a lo largo del extenso trabajo de Elías, entramando otros argumentos más sólidos como los referidos al lenguaje y estrategias usadas en el periodismo científico, al monopolio de las revistas científicas (Nature y Science) y al sentido mismo de la epistemología postmoderna, fundada en Lakatos, Kuhn, Feyerabend y Popper, para quienes las leyes y conclusiones científicas son relativas y de consenso, más que objetivas y universales, equiparando así la ciencia a cualquier otra labor o actividad humana como escribir un poema o elegir la junta de condominio, desprestigiando de esa forma el valor de la generación de conocimiento científico.
La razón estrangulada es un libro polémico, que de seguro alterará el ánimo de sus lectores ante el cuestionamiento permanente del estatus académico y universitario de las ciencias sociales, particularmente la del comunicador social. En ese sentido, Elías llega a afirmar que las llamadas “ciencias sociales” cargan a cuestas un pecado original que las hace palidecer ante cualquier revisión sistemática y es el escaso rigor en sus fundamentos epistemológicos, empeñadas en revestirse de las llamadas ciencias exactas sin llegar a ser ni una cosa ni otra.
Éste es un libro que invita a la discusión e intenta ahuyentar la modorra que a veces hace nido en los ámbitos académicos.

07 junio, 2015

Con trazos de seda o los múltiples caminos de la historia


La ciencia de la Historia tuvo su giro copernicano, su revolución transformadora, cuando la nueva perspectiva del recuento del pasado propuesta por la escuela francesa de los Annales, a mediados del siglo XX, abandonaba el criterio económico, político o militar como únicos constructores sociales de significado. Antes, hacer Historia se reducía a explicar los sucesos del ayer en función del héroe y sus quehaceres, de la figura solitaria de la cual emanaba toda voluntad, invisibilizando así personajes y temas de la compleja y amplia red de sentidos que conforma la sociedad.
Con la microhistoria italiana, la historia cultural inglesa, la historia de la sensibilidad latinoamericana o la historia social francesa, ente otras nuevas corrientes de la investigación histórica, el pasado dejó de ser lo que era y los obreros, las mujeres, los homosexuales, los negros, los prisioneros, las prostitutas y los bandidos, por mencionar algunos, volvieron a tomar la palabra para con ella hablar del chiste, del piropo, del olor y demás sentidos, de la cocina, de las creencias, del galanteo y el amor, entre otros muchos personajes y temas excluidos de la Historia tradicional.
El libro Con trazos de seda. Escrituras banales en el siglo XIX, de Cecilia Rodríguez Lehmann, publicado el año 2013, se inscribe en esta perspectiva de entender la Historia como un amasijo simultáneo de visiones racionales y subjetivas, de realidades e imaginarios, de centros y periferias, intentando rescatar el discurso de la moda aparecido en las publicaciones periódicas venezolanas del siglo XIX y ver a través de sus dictámenes, criterios y variaciones una política de formación del sujeto republicano. Casi desde el mismo instante en el cual el ser humano creó la vestimenta, ésta dejó de ser un simple recurso de protección contra el clima y pasó a convertirse en signo identitario y de poder. Ello explica el abundante repertorio textual que regula, juzga y normativiza el adecuado uso de los ropajes, por lo cual no es de extrañar que pueda entreverse en las crónicas de moda, los figurines y la publicidad “la escritura cifrada del funcionamiento social”, como claramente lo dice Rancière en el epígrafe de este libro.
Rodríguez Lehmann agrupa con el término “banal” al conjunto de textos y prácticas considerado como fuera del canon, que vive parasitariamente en los márgenes y no es digno de atención. Estos escritos y prácticas banales, superfluas, frívolas, hechos para la diversión, la brevedad y lo fragmentario, tuvieron una relación conflictiva con el campo cultural letrado de la Venezuela del siglo XIX, pasando de la tensión, exclusión y rechazo hasta llegar a ser tema y discurso común, adoptando sus modos y contenidos.
Este libro de Rodríguez Lehmann, entre otros valiosísimos aportes, nos señala que los discursos sobre la moda aparecen en Venezuela en la temprana década de los veinte del siglo XIX, tal como lo evidencia El Canastillo de Costura, de 1826, publicación periódica venezolana dedicada a las mujeres y a su vestimenta; este es un curioso dato ofrecido por la autora ya que por ser época de conflictos bélicos, esto nos hace suponer erróneamente que la moda no era tema de interés debido al fragor de las guerras.
Si el discurso de la moda se caracterizó en el siglo XIX por reintroducir modelos burgueses europeos, el proyecto de formación de una nación debió entonces velar por servir de traductor y guía de estos discursos para adecuarlos a las exigencias y particularidades del poder local. Rodríguez Lehmann desarrolla esta idea con el minucioso examen del guzmancismo y su intento por construir una imagen de Estado opulento, fuerte y eficaz a través de la retórica del poder sobre la moda.
Haciendo un examen detenido del baile de fin de año que ofreció Guzmán Blanco en 1880, Rodríguez Lehmann ve en las vestimentas presidenciales, tanto del primer mandatario como de la primera dama, un juego de representaciones que servía de símbolo de un poder que deseaba decir a sus gobernados que el desorden y el caos de los gobiernos anteriores habían quedado atrás. La vestimenta en el guzmancismo, a la par del aumento de los discursos sobre la moda, son un ejemplo de construcción del poder a través de los discursos banales.
Echamos de menos en Con trazos de seda. Escrituras banales en el siglo XIX alusiones de cómo el discurso banal de la moda se interrelacionó con obras literarias de la época, particularmente con el costumbrismo venezolano del ochocientos, como los textos de Rafael Bolívar o Daniel Mendoza, solo por mencionar a algunos que hicieron referencias sobre la moda desde el decir literario.
Esta investigación de Rodríguez Lehmann fue finalista de la XII edición del Premio Transgenérico de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana y hecho libro posteriormente, hermoso libro de llamativa portada y exquisito papel, por la editorial venezolana Fundavag.

Bien vale la pena acercarse a las páginas de Con trazos de seda. Escrituras banales en el siglo XIX de Cecilia Rodríguez Lehmann, para seguir en la interminable tarea de saber quiénes fuimos y así lograr saber quiénes somos.