De
todas la formas posibles que pudieran existir para clasificar libros,
la más eficiente, quizás para algunos, es la que separa los textos
que nos inquietan al punto de cambiar nuestra forma de pensar y los
que nos dejan indemnes, sin atisbo de hacer cosquilla alguna. El
libro del periodista y químico español Carlos Elías pertenece a
los primeros. Luego de leer sus más de 480 páginas la sensación
que queda es la de haber estado con los ojos cerrados ante un
problema que poco a poco ha logrado extenderse y nos conduce
nuevamente a la ignorancia y el mito, situación que la humanidad ya
creía superada: una nueva edad Media sin ciencia y pletórica de
supercherías.
Carlos
Elías parte de un hecho verificable, indiscutible y ya cotidiano en
varios países del mundo, como lo es el descenso de matrícula
estudiantil en carreras científicas. En el caso venezolano, por
ejemplo, puede evidenciarse ante el alarmante déficit en la cantidad
de profesores especializados en Física, Química y Matemática para
el bachillerato. Parece que la ciencia ya no interesa ni mueve la
afición de los seres humanos y el autor plantea varias hipótesis al
respecto que pueden explicar este desánimo. Para Elías, la causa
del declive de la ciencia está en los medios de comunicación y su
constante deformación de la actividad científica al presentar los
personajes de laboratorio como solitarios, perturbados o con
conflictos familiares y de poco agraciado aspecto. Esta hipótesis,
que tendría la debilidad de considerar a los seres humanos como
objetos sin criterio ni consciencia, cuales zombis manejados al
antojo de los medios de comunicación, se va reforzando y tomando
nuevas dimensiones a lo largo del extenso trabajo de Elías,
entramando otros argumentos más sólidos como los referidos al
lenguaje y estrategias usadas en el periodismo científico, al
monopolio de las revistas científicas (Nature y Science) y al
sentido mismo de la epistemología postmoderna, fundada en Lakatos,
Kuhn, Feyerabend y Popper, para quienes las leyes y conclusiones
científicas son relativas y de consenso, más que objetivas y
universales, equiparando así la ciencia a cualquier otra labor o
actividad humana como escribir un poema o elegir la junta de
condominio, desprestigiando de esa forma el valor de la generación
de conocimiento científico.
La
razón estrangulada es un libro polémico, que de seguro alterará
el ánimo de sus lectores ante el cuestionamiento permanente del estatus académico y universitario de las ciencias sociales,
particularmente la del comunicador social. En ese sentido, Elías
llega a afirmar que las llamadas “ciencias sociales” cargan a
cuestas un pecado original que las hace palidecer ante cualquier
revisión sistemática y es el escaso rigor en sus fundamentos
epistemológicos, empeñadas en revestirse de las llamadas ciencias
exactas sin llegar a ser ni una cosa ni otra.
Éste es un libro que invita a la discusión e intenta ahuyentar la
modorra que a veces hace nido en los ámbitos académicos.
Bueno, don Diego, déjese de estrangular tantas razones y láncese con otro post, que ya va siendo hora.
ResponderBorrarSalud!