27 junio, 2007

La vida en un libro de bolsillo


Fedosy posee la curiosa costumbre de medir la realidad según la extensión de los libros que ha leído. Hace dos días, por ejemplo, me acompañó a pagar el recibo del servicio eléctrico y luego de 25 ó 35 minutos de una monótona y exasperante cola le pedí disculpas por la demora; él respondió sin inmutarse:

-"No te preocupes, tardaste sólo dos cuentos de Borges".

La respuesta no hubiera causado mayor extrañeza -pensé que era una de sus bromas habituales- si mis oídos no hubiesen captado lo que dijo a continuación. Ya en la calle, se nos acercó una persona preguntando por la dirección de un consultorio odontológico. Mi amigo Fedosy responde señalando hacia su izquierda:

-"Por esta cuadra, camine un poema de Eugenio Montejo y ahí encontrará el aviso del
consultorio".

Desde ese día evito en las conversaciones con mi amigo cualquier pregunta que amerite una medida espacial o temporal. Me aterra que alguna vez equipare la extensión del universo con las obras completas del matemático Euler, de quien se dice que dejó después de su muerte más de 900 manuscritos inéditos, o que diga que el promedio de vida de un ser humano está en la Enciclopedia Británica.

¿Imaginen lo que respondió mi amigo Fedosy el día que le preguntaron cuántos años cumplía?

23 junio, 2007

Nuevos ejercicios de lógica (Caso Ateneo de Valencia)


Cuentan que Platón expulsó a los poetas de su República ideal porque envidiaba, en el fondo, el poder creador de la palabra. Parece que Nerón hizo también de las suyas e incendió a Roma, ciudad que no le reconoció con sinceridad sus méritos artísticos. Cuentan también que el Ateneo de Valencia, símbolo de tradición cultural del estado Carabobo, en Venezuela, está a punto de cerrar porque el arte y la literatura no tienen, según el gobernador de ese estado, una función social. Eso es lo que se logra extraer de la declaración dada por el Gobernador Acosta Carlez, quien dice, en una serie de virtuosos silogismos:


-"Es completamente falso que estemos negando recursos a ninguna fundación que se ocupe de funciones sociales, están tergiversando nuestras políticas públicas, donde se aplican las fórmulas del amor".

-"Toda fundación que justifique su existencia desde el punto de vista social, se le entregarán los recursos una vez que llegue el situado constitucional".

-"El gobierno anterior le bajaba recursos a algunas organizaciones de ese tipo que no cumplían ninguna función social, esas fueron eliminadas de nuestro presupuesto".

-"Yo no le entrego recursos a fundaciones que no cumplan con una labor social, hacerlo sería corrupción".

Ergo, quien demuestre que el arte y la literatura tienen una función social, pues está comprometiendo al gobernador en actos de corrupción administrativa. Pero el ejercicio de lógica no llega hasta aquí. Y para muestra, les dejo los siguientes enunciados:


-El conflicto lo inician algunos empleados de la institución, quienes se quejan del bajo presupuesto recibido. La solución es atentar contra el normal desarrollo del ateneo y la expulsión de su director, el escritor José Napoléon Oropeza, y no el exigir un mayor presupuesto a la cultura por parte del gobierno regional.

-Las personas que están incitando el conflicto en el Ateneo de Valencia denunciaron que la institución no está abierta a todas las corrientes de la cultura, que la cultura popular no se ve representada, y por lo tanto encadenan las entradas del Ateneo para dar mayor apertura a la institución.

-El arzobispo de Valencia, Monseñor Reinaldo Del Prette, propone una solución al conflicto pidiendo al gobierno regional estimular más espacios para la cultura y la respuesta del gobernador es la siguiente: "para Monseñor Del Prette mi afecto y mi amor; porque todo es amor, la cultura es amor, la religión es cultura religiosa; eso es amor. Por eso el gobierno debe tener la responsabilidad de una política pública coherente y convincente en lo que se refiere al amor".

Más de lo mismo, más del mismo cuento, como dice mi amigo Fedosy.
Sigan ustedes con los ejercicios, yo, por mi parte, me devanaré pensando si el arte y la literatura sirven para algo, si pueden incluirse en algún catálogo del Instituto Nacional de Estadística, si, en definitiva, tienen alguna función social...

16 junio, 2007

Lecciones de taxista


La vida se empeña en hacernos ver las cosas verdaderas, justas, razonables, desde los sitios menos pensados. La escuela y la universidad no tienen el monopolio de la verdad y así, en cada vuelta de esquina, en cada parada de autobús, en cada calle y avenida se nos cruza una frase o un hecho que resume el objetivo de toda clase y todo semestre escolar en un simple gesto cotidiano.
Así me ocurrió hace poco con un taxista. Chileno, de cincuenta y tantos años, las preguntas de cortesía iban y venían como para pasar el tiempo en el trayecto que va de mi casa a la universidad.

-¿Es usted profesor?- Preguntó el taxista.
-Sí.- Contesté a esa pregunta ya varías veces oída a los taxistas.
-¿Sabe cuál es el problema de la educación? En que no se le da la verdadera importancia de la labor que cumple el docente. Hace poco, por ejemplo, fui a llevar mi currículo a unos de esos institutos de educación para ofrecer mis servicios como docente. Yo soy ingeniero, pero tuve problemas con el negocio por el cambio de divisas y tuve, como me ve, que buscar el sustento con mi carro. Cuál no sería mi asombro cuando me dicen en el instituto que sí están dispuestos a contratarme para dictar clases de cálculo y matemática y que me ofrecían para ello 2.000 bolívares la hora.
-¿2.000 bolívares la hora?
-Sí. Me molesté tanto con eso que les comencé a decir que ganaba más un peluquero, que en 15 minutos se gana 15 mil bolívares. El trabajo de un docente es de una importancia capital para el desarrollo de cualquier país.

La carrera fue corta. Al llegar a mi destino y bajarme del taxi tuve permanentemente la sensación de haber estado en el centro de una discusión de Filosofía de la Educación y de Ética...

12 junio, 2007

A despertar la musa universitaria

II Premio Nacional Universitario de Literatura

Entre el 14 de mayo y el 28 de septiembre los estudiantes de pregrado de las universidades nacionales podrán enviar a concurso sus obras literarias Como una forma de incentivar la escritura en las casas de estudios venezolanas y de recompensar a quienes dan rienda suelta a su vena literaria, la Comisión Permanente de Directores de Cultura de las Universidades Venezolanas (CPCU), conjuntamente con el Departamento de Lengua y Literatura de la USB, convoca por segunda vez al Premio Nacional Universitario de Literatura, dirigido a estudiantes de pregrado.Al igual que en el año 2004, la Editorial Equinoccio publicará bajo la Colección Papiros los títulos ganadores de este certamen.

BASES DEL II PREMIO NACIONAL UNIVERSITARIO DE LITERATURA

PRIMERA:
Podrán participar únicamente estudiantes de pregrado de las universidades venezolanas.
SEGUNDA: El premio comprenderá tres rubros: poesía, cuento y ensayo literario.
TERCERA: Los concursantes para el rubro poesía deberán enviar un poemario, conformado por una selección de poemas inéditos, escritos en castellano, con tema y forma libres, extensión mínima de 60 páginas y máxima de 150.
CUARTA: Los concursantes para el rubro de cuento deberán enviar un libro de cuentos, conformado por una selección de cuentos inéditos, escritos en castellano, con tema libre, extensión mínima 60 páginas y máxima de 150.
QUINTA: Los concursantes para el rubro ensayo literario deberán enviar una selección de ensayos breves de reflexión sobre la cultura en cualquiera de sus manifestaciones. Extensión mínima 60 páginas y máxima 150 páginas. No se considerarán ensayos literarios los trabajos vinculados a la investigación académica y/o al ejercicio profesional (informes, tesis, monografías, etc.).
SEXTA: Los trabajos se presentarán por cuadruplicado, escritos en una o en ambas caras, a espacio y medio, en tipo de 12 puntos, tamaño carta. Junto con la versión impresa se deberá entregar el archivo contentivo de los textos, en formato (.doc)
SÉPTIMA: Los trabajos se firmarán con seudónimo. En sobre cerrado adjunto se incluirá la plica de identificación del autor, que incluya su nombre, domicilio, número telefónico, dirección de correo electrónico, universidad en la que estudia, carrera y fotocopia de credencial o constancia oficial expedida en fecha posterior a la de la publicación de la presente convocatoria, donde se certifique la condición estudiantil del autor.
OCTAVA: El concurso queda abierto a partir del 14 de mayo de 2007, fecha en la que se abriría el lapso para recepción de los materiales hasta el 28 de septiembre.
NOVENA: Los estudiantes deberán remitir los trabajos a la Dirección de Cultura de la Universidad Simón Bolívar (Apdo. 89000-Caracas 1080-A, Venezuela. II Premio Nacional Universitario de Literatura. Tlfs: (0212) 9063160 al (0212) 9063164. cultural@usb.ve) o a través de la Dirección de Cultura u oficina responsable del programa de Cultura de su respectiva universidad. En todo caso, sólo se admitirán las obras cuya fecha de remisión postal a la USB no sea posterior al 28 de septiembre.
DÉCIMA: El jurado calificador estará integrado por tres reconocidos escritores o críticos para cada uno de los rubros; cuyos nombres se darán a conocer oportunamente. En cada rubro habrá un jurado suplente.
DÉCIMA PRIMERA: Los trabajos recibidos serán objeto de una preselección, con la finalidad de verificar el cumplimiento de entrega, preestablecidos en las presentes bases.
DÉCIMA SEGUNDA: El jurado calificador emitirá su fallo inapelable a más tardar el 31 de octubre del presente año. El mismo será divulgado a través de las Direcciones de Cultura o su equivalente en cada una de las universidades participantes.
DÉCIMA TERCERA: Se otorgarán los siguientes premios al ganador en cada uno de los rubros: Bs. 1.500.000 (un millón quinientos mil bolívares), diploma, elección de libros del género correspondiente de los fondos editoriales de las Universidades que posean una, y publicación de la obra. El jurado podrá otorgar hasta dos menciones por género, con su respectivo diploma y selección de libros del género correspondiente de los fondos editoriales de las universidades, en caso de que así lo considere.
DÉCIMA CUARTA: No se devolverán originales ni copia de los trabajos participantes.
DÉCIMA QUINTA: Los casos no previstos en la presente convocatoria serán resueltos por el Comité Organizador integrado por los miembros del jurado tanto de la edición precedente como de la presente convocatoria.

03 junio, 2007

La Roma de Venezuela

La ciudad de Valera no es vieja, como lo son las otras que sirven de capital a los otros Distritos del Estado, pero a la par de su mocedad espiga la pujanza, que la ha situado hoy entre las grandes urbes del Occidente de Venezuela, con enormes perspectivas de acrecentar su desarrollo y prosperidad en el comercio, la industria, la cultura, la ciencia. Tiene una ubicación geográfica privilegiada, una amplia planicie circundada por siete colinas, como la Roma de los Césares que demora a orillas del Tíber, Valera tiene también su gran río, el Motatán. Las colinas de Valera son: La Cabaña, La Pollera, La Concepción, La Cruz, La Ciénega, Morón y El Cementerio. En 1856 Valera pertenece al Cantón de Escuque como parroquia, es villa en 1860 y capital de Departamento. Para la época en que el morbo de la fiebre amarilla (1854) diezmó a diversas poblaciones del Estado Trujillo, Valera sufrió duramente, pero se recobró con la mayor energía y ya para la década del 70 se le llama con justos títulos ciudad. El patronímico de la urbe está enraizado en los Valera de los siglos XVI y XVII, aquellos claros caballeros que venían de los Valera de Aragón y Andalucía, en cuyo escudo exhibían la consigna "Valer o morir". La ciudad de Valera está formada por los Municipios Mercedes Díaz, Juan Ignacio Montilla y San Rafael de Carvajal. Los dos primeros comparten el territorio del antes llamado Municipio Valera, más el foráneo de Carvajal, unido ya a la ciudad. Díaz y Montilla recuerdan a quienes contribuyeron grandemente a la fundación y desarrollo de Valera. La temperatura media de Valera es de 27 °C Altura: 538,73 metros sobre el nivel del mar.

Tomado de: Briceño Perozo, Mario (1984). Historia del Estado Trujillo. Caracas: Academia Nacional de la Historia. (Estudios, Monografías y Ensayos; 55). Págs. 271-273.

02 junio, 2007

Antígona de nuestro tiempo

El libro ocupa un espacio mucho mayor que el impuesto por los linderos de sus portadas. Al contrario, se nos presenta ante la página impresa un abismo en el que habita el hombre con su pasado y sus sueños, sus paraísos y demonios. En esa misma profundidad habitan igualmente todos los libros del mundo; o todo el mundo hecho libro, lo que es igual a decir literatura.
Ese gran parentesco bibliográfico, cual código genético, hace ver a la literatura como un palimpsesto en el cual todo texto (hipertexto) está entrecruzado en sus entrañas por otros textos (hipotexto). Quedaría ya en manos del lector, según su horizonte, escudriñar esa biblioteca que lleva dentro de sí todo libro para poder enriquecer su lectura. A los fines de esta sucinta investigación, intentaremos describir esa relación transtextual entre las obras Antígona de Sófocles y La fiesta de los moribundos de César Rengifo. Tendremos como hipotexto al motivo del cadáver insepulto, establecido en la obra sofocleana, y como hipertexto a la obra de Rengifo. No nos ocuparemos aquí del posible origen del motivo ni de las posibles fuentes de las que echó mano Sófocles para componer su obra. Tomaremos este trabajo más como una puesta en práctica de los principales términos de la transtextualidad postulados por Gerard Genette y de las reflexiones que surjan de cada caso.

Sobre cadáveres insepultos

Al querer hablar del motivo del cadáver insepulto y de la obra sofocleana -específicamente de Antígona– nos invade un sentimiento de mudez o de que todo lo que hagamos será paráfrasis cuando se nos coloca al frente el exhaustivo estudio realizado por George Steiner acerca del tema. Quizás baste con remitir al libro mencionado (Antígonas) para ahorrarnos tantas palabras; pero reconocemos que para la intelegibilidad de las líneas siguientes es necesario esbozar algunas reflexiones.
La tragedia de Sófocles nos presenta la historia de Antígona, hermana de Etéocles y Polinices, muertos al herirse mutuamente defendiendo la ciudad, el primero, y atacándola, el segundo. El rey Creonte ha impuesto la ley de que ningún traidor recibirá sepultura y su cuerpo será “pasto de aves”, por lo que Polinices se mantiene insepulto. Antígona urde la consumación de la sepultura de su hermano, a pesar de la ley de Creonte, pues para ella existe una ley superior, la ley de los dioses, que la obliga a inhumar los restos de su pariente. Creonte apresa a Antígona y la condena a ser sepultada en vida. Ella se ahorca. Hemón, hijo de Creonte y enamorado de Antígona, al verla sin vida decide suicidarse. Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, igualmente se quita la vida. Al final, Creonte, ante el sino de su tragedia, cavila en soledad y al borde de la locura.
Antígona toca fibras esenciales de la vida humana. Como todo clásico, será inmortal por la infinidad de lecturas que pueda provocar. Discusiones acerca de la muerte, las leyes, las relaciones padre-hijo, la amistad, entre otras perspectivas, pueden nutrir cada nuevo acercamiento a la obra de Sófocles. Para nosotros, Antígona es un himno a las convicciones, a la defensa de las ideas, como lo afirma L. Polacco: “Antígona no es la exaltación de la supremacía de las leyes humanas, ni lo contrario; es el canto de la fe, cualquiera que sea” (González-Porto Bompiani, 1959: 263).
Pero el horizonte de expectativas, conformado por lecturas anteriores y contextos, ofrece gafas al lector permitiéndole así en varias épocas tener distintas opiniones de un mismo texto. Eso pensamos de César Rengifo (1915-1980), pintor, dramaturgo, poeta, ensayista y periodista venezolano, para quien la formación y la época en la que desarrolló la obra que nos ocupa (La fiesta de los moribundos) le ofreció una visión particular de la obra de Sófocles (494-406 a.C.).
En La fiesta de los moribundos (1966) podemos comenzar estableciendo la noción de transformación como vía que conduce del hipertexto al hipotexto. Es evidente, puesto que lo que hubo fue un cambio semántico del hipotexto. No consideramos la imitación, segundo camino que puede tomar la relación hipertexto-hipotexto, pues la misma, “en cambio, se propone la transformación estilística” (Vilanova, 1993: 69).
En La fiesta de los moribundos se nos presenta una original manera de transformación del motivo del cadáver insepulto. Antígona Sellers, anciana de ochenta años, reclama el cuerpo de su hermana Ismene, el cual fue llevado por equivocación por la compañía “Suministros Biológicos S.A. Limitada”, compañía que se encarga de comerciar con cadáveres para trabajos de ciencia, entre otras necesidades (elaboración de abono, jabones, colonias, lámparas con piel humana,...). Antígona Sellers invoca la necesidad de dar sepultura al cuerpo de su hermana diciéndose: “Debes velar su cadáver, enterrarlo... Ponerle cirios y flores, rezarle... Somos cristianas...” (Rengifo, 1989: 180). La compañía, luego de tratarla como loca por no creer su historia, se da cuenta de que tenía razón e intenta recuperar el cuerpo de Ismene, el cual fue enviado a un científico del África que necesitaba el cadáver de una virgen de ochenta años. Por varios equívocos es imposible recuperar el cuerpo completo (sólo de la cintura para arriba) e indemnizan a Antígona con un cheque por decisión de un tribunal en un juicio. Ella rechaza el dinero y se despide con ira y derrotada. La compañía termina con un florecimiento de sus ganancias.
Varios elementos de la transtextualidad nos pueden dar pistas acerca de la relación entre los dos textos y su transformación. Los elementos paratextuales, por ejemplo el epígrafe, demuestran una intención de centrar la discusión en el hombre, de querer decir que por sobre todo la humanidad es lo más importante: “de cuantas maravillas pueblan el mundo, la más grande es el hombre”. Los elementos metatextuales quizás mejor evoquen la visión de Rengifo sobre la obra de Sófocles:

Antígona, el más hermoso personaje femenino que nos legara Sófocles, no atestigua solamente lo injusto de dejar la carne de su hermano a merced de las aves de rapiña y de las bestias consumidoras de carroña, sino que recuerda a los hombres, con frase sonora e iluminada, como quien golpea a una estrella, que se ha nacido para vivir en el amor y no para la destrucción y el crimen (“La dramaturgia y la crítica como testimonio histórico y reflexión estética”. Rengifo, 1989: 150).

En otro de sus ensayos, Rengifo valora extensamente la tragedia de Sófocles y finaliza diciendo:

El conflicto entre el derecho natural y el divino se establece claramente en la obra, así como la lucha entre el amor y el odio en la humana y social condición; por eso, Antígona deja su clamor para el tiempo y para todos los hombres que luego de ella han de vivir: ¡No he nacido para compartir odio sino amor! Sófocles, en esta tragedia, asienta ya una crítica contra la inflexibilidad de las leyes, que a veces hechas para regular la vida entre los hombres se colocan contra el hombre mismo (“Arte, teatro y política”. Rengifo, 1989: 133).

En este sentido, la metatextualidad y paratextualidad nos muestran una relación directa entre el hipotexto y el hipertexto, por supuesto que con relatividad pues, como señala Vilanova, “ninguna lectura es inocente”.
En la obra de Rengifo observamos un cambio en la diégesis del relato con respecto al hipotexto. Hay un cambio de espacio y tiempo: la obra se desarrolla en Estados Unidos en la década de los sesenta, época contemporánea al autor (quizás aquí quepa el preguntarnos por qué en EEUU; tal vez con la intención de delimitar y asignar ideológicamente ese espacio a lo que se denuncia, es decir, “sólo allí puede ocurrir una cosa como esa”). Esa transdiegesización conlleva a cambios en la “heroína”, pues la joven Antígona será ahora Antígona Sellers, anciana de ochenta años quien, quizás por su edad o porque la obra no toca el tema amoroso, no tendrá su Hemón; el gerente Blazer hará de Creonte; el portero Jimm de guarda, mensajero y paje; Oliver Fynn cumplirá las funciones de corifeo de ancianos; Ismene Sellers hará de Polinices; y quizás queden las dudas de relacionar al borracho Peter O. Flinck como Tiresias y la secretaria Evangeline como Eurídice. Esta transformación heterodiegética conlleva a una transformación pragmática que modifica el curso de la acción; connotando nuevos valores que correspondan a la ideología del público al cual se dirige.
Teniendo noción acerca del resto de la obra de Rengifo y revisando su cronología nos encontramos con su ferviente adhesión a la ideología marxista: “César Rengifo intentó darle a su [obra] un fundamento teórico, no siempre afortunado, por la vía de la interpretación marxista, que en él peca con frecuencia de rigidez y esquematismo” (Pedro Beroes en: Rengifo, 1989: 7). Por ello, encontramos en la obra de Rengifo esa preocupación por la continua “denuncia de las injusticias”, utilizando para ello el arte como un compromiso social. Quizás Rengifo, al leer Antígona de Sófocles, haya posado más de una vez sus ojos en este fragmento:

No ha surgido entre los hombres invención más perniciosa que el dinero; éste es el que allana las ciudades; éste el que destierra a los hombres de sus hogares; el dinero, aun a los corazones honrados los descarría y enseña a meterse en empresas vergonzosas; el dinero ha enseñado todo género de impiedad (Sófocles, 1986: 58).

Esta opinión está compartida por Orlando Rodríguez B., quien dice al respecto: “La fiesta de los moribundos” sátira contra la compra y venta de cadáveres de una empresa transnacional, le sirvió de pretexto para analizar una estructura socioeconómica en crisis continua” (Rengifo, 1989 tomo I: 26); y por Rafael Salazar: “La fiesta de los moribundos (...): humor negro que denuncia la comercialización de la muerte por parte de los grandes capitales” (Rengifo, 1989 tomo VI: 20) (Negritas nuestras).

Hemos resaltado en las citas anteriores las palabras “sátira” y “humor negro” para asentar el régimen en el cual funciona el hipertexto. Habíamos establecido líneas atrás que la relación entre Antígona y La fiesta de los moribundos es de transformación; pero el régimen implica cierta dificultad. Por descarte, obviamos el régimen serio. Nos quedan entonces dos opciones: lúdico y satírico. Según los postulados de Genette, el disfraz no acepta la transdiegesización, cambio del cual hablamos y que se halla en la obra de Rengifo. Etiquetamos entonces, con ciertas dudas y temores, a la obra de Rengifo como una obra de régimen paródico. El humor en su texto cumple la función de redimir la injusticia, o para decirlo con Freud: “El humor no resigna, desafía”; o con Mark Twain: “El secreto de la risa no es la alegría, sino la tristeza”; o con Víctor Bravo: “Todo humorismo auténtico esconde el horror o el absurdo”. Rengifo, a través de la parodia y la ironía, denuncia ese mercantilismo atroz que se convierte en ley divina y rige los destinos de los hombres. A diferencia de la obra de Sófocles, en Rengifo la posición que defiende la compañía (en el que “el hombre es un lobo para el hombre” y se manifiesta en la licantropía del gerente) es la que vence. Valores por lo visto nada ajenos a nuestro tiempo.

Bibliografía

-BRAVO, Víctor. (1987) Los poderes de la ficción. Para una interpretación de la literatura fantástica. Caracas: Monte Ávila.

-GONZÁLEZ PORTO-BOMPIANI. (1959) Diccionario literario de obras y personajes de todos los tiempos y de todos los países. Barcelona: Montaner y Simón.

-RENGIFO, César. (1989) Obras (Tomo I Teatro, Tomo III Teatro, Tomo VI Artículos y ensayos). Mérida: Digecex-ULA.

-SÓFOCLES. (1986) Tragedias. Traducción de Assela Alamillo. Madrid: Gredos.

-VILANOVA, Ángel. (1993) Motivo clásico y novela latinoamericana. Mérida: Solar.