El libro ocupa un espacio mucho mayor que el impuesto por los linderos de sus portadas. Al contrario, se nos presenta ante la página impresa un abismo en el que habita el hombre con su pasado y sus sueños, sus paraísos y demonios. En esa misma profundidad habitan igualmente todos los libros del mundo; o todo el mundo hecho libro, lo que es igual a decir literatura.
Ese gran parentesco bibliográfico, cual código genético, hace ver a la literatura como un palimpsesto en el cual todo texto (hipertexto) está entrecruzado en sus entrañas por otros textos (hipotexto). Quedaría ya en manos del lector, según su horizonte, escudriñar esa biblioteca que lleva dentro de sí todo libro para poder enriquecer su lectura. A los fines de esta sucinta investigación, intentaremos describir esa relación transtextual entre las obras Antígona de Sófocles y La fiesta de los moribundos de César Rengifo. Tendremos como hipotexto al motivo del cadáver insepulto, establecido en la obra sofocleana, y como hipertexto a la obra de Rengifo. No nos ocuparemos aquí del posible origen del motivo ni de las posibles fuentes de las que echó mano Sófocles para componer su obra. Tomaremos este trabajo más como una puesta en práctica de los principales términos de la transtextualidad postulados por Gerard Genette y de las reflexiones que surjan de cada caso.
Sobre cadáveres insepultos
Al querer hablar del motivo del cadáver insepulto y de la obra sofocleana -específicamente de Antígona– nos invade un sentimiento de mudez o de que todo lo que hagamos será paráfrasis cuando se nos coloca al frente el exhaustivo estudio realizado por George Steiner acerca del tema. Quizás baste con remitir al libro mencionado (Antígonas) para ahorrarnos tantas palabras; pero reconocemos que para la intelegibilidad de las líneas siguientes es necesario esbozar algunas reflexiones.
La tragedia de Sófocles nos presenta la historia de Antígona, hermana de Etéocles y Polinices, muertos al herirse mutuamente defendiendo la ciudad, el primero, y atacándola, el segundo. El rey Creonte ha impuesto la ley de que ningún traidor recibirá sepultura y su cuerpo será “pasto de aves”, por lo que Polinices se mantiene insepulto. Antígona urde la consumación de la sepultura de su hermano, a pesar de la ley de Creonte, pues para ella existe una ley superior, la ley de los dioses, que la obliga a inhumar los restos de su pariente. Creonte apresa a Antígona y la condena a ser sepultada en vida. Ella se ahorca. Hemón, hijo de Creonte y enamorado de Antígona, al verla sin vida decide suicidarse. Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, igualmente se quita la vida. Al final, Creonte, ante el sino de su tragedia, cavila en soledad y al borde de la locura.
Antígona toca fibras esenciales de la vida humana. Como todo clásico, será inmortal por la infinidad de lecturas que pueda provocar. Discusiones acerca de la muerte, las leyes, las relaciones padre-hijo, la amistad, entre otras perspectivas, pueden nutrir cada nuevo acercamiento a la obra de Sófocles. Para nosotros, Antígona es un himno a las convicciones, a la defensa de las ideas, como lo afirma L. Polacco: “Antígona no es la exaltación de la supremacía de las leyes humanas, ni lo contrario; es el canto de la fe, cualquiera que sea” (González-Porto Bompiani, 1959: 263).
Pero el horizonte de expectativas, conformado por lecturas anteriores y contextos, ofrece gafas al lector permitiéndole así en varias épocas tener distintas opiniones de un mismo texto. Eso pensamos de César Rengifo (1915-1980), pintor, dramaturgo, poeta, ensayista y periodista venezolano, para quien la formación y la época en la que desarrolló la obra que nos ocupa (La fiesta de los moribundos) le ofreció una visión particular de la obra de Sófocles (494-406 a.C.).
En La fiesta de los moribundos (1966) podemos comenzar estableciendo la noción de transformación como vía que conduce del hipertexto al hipotexto. Es evidente, puesto que lo que hubo fue un cambio semántico del hipotexto. No consideramos la imitación, segundo camino que puede tomar la relación hipertexto-hipotexto, pues la misma, “en cambio, se propone la transformación estilística” (Vilanova, 1993: 69).
En La fiesta de los moribundos se nos presenta una original manera de transformación del motivo del cadáver insepulto. Antígona Sellers, anciana de ochenta años, reclama el cuerpo de su hermana Ismene, el cual fue llevado por equivocación por la compañía “Suministros Biológicos S.A. Limitada”, compañía que se encarga de comerciar con cadáveres para trabajos de ciencia, entre otras necesidades (elaboración de abono, jabones, colonias, lámparas con piel humana,...). Antígona Sellers invoca la necesidad de dar sepultura al cuerpo de su hermana diciéndose: “Debes velar su cadáver, enterrarlo... Ponerle cirios y flores, rezarle... Somos cristianas...” (Rengifo, 1989: 180). La compañía, luego de tratarla como loca por no creer su historia, se da cuenta de que tenía razón e intenta recuperar el cuerpo de Ismene, el cual fue enviado a un científico del África que necesitaba el cadáver de una virgen de ochenta años. Por varios equívocos es imposible recuperar el cuerpo completo (sólo de la cintura para arriba) e indemnizan a Antígona con un cheque por decisión de un tribunal en un juicio. Ella rechaza el dinero y se despide con ira y derrotada. La compañía termina con un florecimiento de sus ganancias.
Varios elementos de la transtextualidad nos pueden dar pistas acerca de la relación entre los dos textos y su transformación. Los elementos paratextuales, por ejemplo el epígrafe, demuestran una intención de centrar la discusión en el hombre, de querer decir que por sobre todo la humanidad es lo más importante: “de cuantas maravillas pueblan el mundo, la más grande es el hombre”. Los elementos metatextuales quizás mejor evoquen la visión de Rengifo sobre la obra de Sófocles:
Antígona, el más hermoso personaje femenino que nos legara Sófocles, no atestigua solamente lo injusto de dejar la carne de su hermano a merced de las aves de rapiña y de las bestias consumidoras de carroña, sino que recuerda a los hombres, con frase sonora e iluminada, como quien golpea a una estrella, que se ha nacido para vivir en el amor y no para la destrucción y el crimen (“La dramaturgia y la crítica como testimonio histórico y reflexión estética”. Rengifo, 1989: 150).
En otro de sus ensayos, Rengifo valora extensamente la tragedia de Sófocles y finaliza diciendo:
El conflicto entre el derecho natural y el divino se establece claramente en la obra, así como la lucha entre el amor y el odio en la humana y social condición; por eso, Antígona deja su clamor para el tiempo y para todos los hombres que luego de ella han de vivir: ¡No he nacido para compartir odio sino amor! Sófocles, en esta tragedia, asienta ya una crítica contra la inflexibilidad de las leyes, que a veces hechas para regular la vida entre los hombres se colocan contra el hombre mismo (“Arte, teatro y política”. Rengifo, 1989: 133).
En este sentido, la metatextualidad y paratextualidad nos muestran una relación directa entre el hipotexto y el hipertexto, por supuesto que con relatividad pues, como señala Vilanova, “ninguna lectura es inocente”.
En la obra de Rengifo observamos un cambio en la diégesis del relato con respecto al hipotexto. Hay un cambio de espacio y tiempo: la obra se desarrolla en Estados Unidos en la década de los sesenta, época contemporánea al autor (quizás aquí quepa el preguntarnos por qué en EEUU; tal vez con la intención de delimitar y asignar ideológicamente ese espacio a lo que se denuncia, es decir, “sólo allí puede ocurrir una cosa como esa”). Esa transdiegesización conlleva a cambios en la “heroína”, pues la joven Antígona será ahora Antígona Sellers, anciana de ochenta años quien, quizás por su edad o porque la obra no toca el tema amoroso, no tendrá su Hemón; el gerente Blazer hará de Creonte; el portero Jimm de guarda, mensajero y paje; Oliver Fynn cumplirá las funciones de corifeo de ancianos; Ismene Sellers hará de Polinices; y quizás queden las dudas de relacionar al borracho Peter O. Flinck como Tiresias y la secretaria Evangeline como Eurídice. Esta transformación heterodiegética conlleva a una transformación pragmática que modifica el curso de la acción; connotando nuevos valores que correspondan a la ideología del público al cual se dirige.
Teniendo noción acerca del resto de la obra de Rengifo y revisando su cronología nos encontramos con su ferviente adhesión a la ideología marxista: “César Rengifo intentó darle a su [obra] un fundamento teórico, no siempre afortunado, por la vía de la interpretación marxista, que en él peca con frecuencia de rigidez y esquematismo” (Pedro Beroes en: Rengifo, 1989: 7). Por ello, encontramos en la obra de Rengifo esa preocupación por la continua “denuncia de las injusticias”, utilizando para ello el arte como un compromiso social. Quizás Rengifo, al leer Antígona de Sófocles, haya posado más de una vez sus ojos en este fragmento:
No ha surgido entre los hombres invención más perniciosa que el dinero; éste es el que allana las ciudades; éste el que destierra a los hombres de sus hogares; el dinero, aun a los corazones honrados los descarría y enseña a meterse en empresas vergonzosas; el dinero ha enseñado todo género de impiedad (Sófocles, 1986: 58).
Esta opinión está compartida por Orlando Rodríguez B., quien dice al respecto: “La fiesta de los moribundos” sátira contra la compra y venta de cadáveres de una empresa transnacional, le sirvió de pretexto para analizar una estructura socioeconómica en crisis continua” (Rengifo, 1989 tomo I: 26); y por Rafael Salazar: “La fiesta de los moribundos (...): humor negro que denuncia la comercialización de la muerte por parte de los grandes capitales” (Rengifo, 1989 tomo VI: 20) (Negritas nuestras).
Hemos resaltado en las citas anteriores las palabras “sátira” y “humor negro” para asentar el régimen en el cual funciona el hipertexto. Habíamos establecido líneas atrás que la relación entre Antígona y La fiesta de los moribundos es de transformación; pero el régimen implica cierta dificultad. Por descarte, obviamos el régimen serio. Nos quedan entonces dos opciones: lúdico y satírico. Según los postulados de Genette, el disfraz no acepta la transdiegesización, cambio del cual hablamos y que se halla en la obra de Rengifo. Etiquetamos entonces, con ciertas dudas y temores, a la obra de Rengifo como una obra de régimen paródico. El humor en su texto cumple la función de redimir la injusticia, o para decirlo con Freud: “El humor no resigna, desafía”; o con Mark Twain: “El secreto de la risa no es la alegría, sino la tristeza”; o con Víctor Bravo: “Todo humorismo auténtico esconde el horror o el absurdo”. Rengifo, a través de la parodia y la ironía, denuncia ese mercantilismo atroz que se convierte en ley divina y rige los destinos de los hombres. A diferencia de la obra de Sófocles, en Rengifo la posición que defiende la compañía (en el que “el hombre es un lobo para el hombre” y se manifiesta en la licantropía del gerente) es la que vence. Valores por lo visto nada ajenos a nuestro tiempo.
Bibliografía
-BRAVO, Víctor. (1987) Los poderes de la ficción. Para una interpretación de la literatura fantástica. Caracas: Monte Ávila.
-GONZÁLEZ PORTO-BOMPIANI. (1959) Diccionario literario de obras y personajes de todos los tiempos y de todos los países. Barcelona: Montaner y Simón.
-RENGIFO, César. (1989) Obras (Tomo I Teatro, Tomo III Teatro, Tomo VI Artículos y ensayos). Mérida: Digecex-ULA.
-SÓFOCLES. (1986) Tragedias. Traducción de Assela Alamillo. Madrid: Gredos.
-VILANOVA, Ángel. (1993) Motivo clásico y novela latinoamericana. Mérida: Solar.
Ese gran parentesco bibliográfico, cual código genético, hace ver a la literatura como un palimpsesto en el cual todo texto (hipertexto) está entrecruzado en sus entrañas por otros textos (hipotexto). Quedaría ya en manos del lector, según su horizonte, escudriñar esa biblioteca que lleva dentro de sí todo libro para poder enriquecer su lectura. A los fines de esta sucinta investigación, intentaremos describir esa relación transtextual entre las obras Antígona de Sófocles y La fiesta de los moribundos de César Rengifo. Tendremos como hipotexto al motivo del cadáver insepulto, establecido en la obra sofocleana, y como hipertexto a la obra de Rengifo. No nos ocuparemos aquí del posible origen del motivo ni de las posibles fuentes de las que echó mano Sófocles para componer su obra. Tomaremos este trabajo más como una puesta en práctica de los principales términos de la transtextualidad postulados por Gerard Genette y de las reflexiones que surjan de cada caso.
Sobre cadáveres insepultos
Al querer hablar del motivo del cadáver insepulto y de la obra sofocleana -específicamente de Antígona– nos invade un sentimiento de mudez o de que todo lo que hagamos será paráfrasis cuando se nos coloca al frente el exhaustivo estudio realizado por George Steiner acerca del tema. Quizás baste con remitir al libro mencionado (Antígonas) para ahorrarnos tantas palabras; pero reconocemos que para la intelegibilidad de las líneas siguientes es necesario esbozar algunas reflexiones.
La tragedia de Sófocles nos presenta la historia de Antígona, hermana de Etéocles y Polinices, muertos al herirse mutuamente defendiendo la ciudad, el primero, y atacándola, el segundo. El rey Creonte ha impuesto la ley de que ningún traidor recibirá sepultura y su cuerpo será “pasto de aves”, por lo que Polinices se mantiene insepulto. Antígona urde la consumación de la sepultura de su hermano, a pesar de la ley de Creonte, pues para ella existe una ley superior, la ley de los dioses, que la obliga a inhumar los restos de su pariente. Creonte apresa a Antígona y la condena a ser sepultada en vida. Ella se ahorca. Hemón, hijo de Creonte y enamorado de Antígona, al verla sin vida decide suicidarse. Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, igualmente se quita la vida. Al final, Creonte, ante el sino de su tragedia, cavila en soledad y al borde de la locura.
Antígona toca fibras esenciales de la vida humana. Como todo clásico, será inmortal por la infinidad de lecturas que pueda provocar. Discusiones acerca de la muerte, las leyes, las relaciones padre-hijo, la amistad, entre otras perspectivas, pueden nutrir cada nuevo acercamiento a la obra de Sófocles. Para nosotros, Antígona es un himno a las convicciones, a la defensa de las ideas, como lo afirma L. Polacco: “Antígona no es la exaltación de la supremacía de las leyes humanas, ni lo contrario; es el canto de la fe, cualquiera que sea” (González-Porto Bompiani, 1959: 263).
Pero el horizonte de expectativas, conformado por lecturas anteriores y contextos, ofrece gafas al lector permitiéndole así en varias épocas tener distintas opiniones de un mismo texto. Eso pensamos de César Rengifo (1915-1980), pintor, dramaturgo, poeta, ensayista y periodista venezolano, para quien la formación y la época en la que desarrolló la obra que nos ocupa (La fiesta de los moribundos) le ofreció una visión particular de la obra de Sófocles (494-406 a.C.).
En La fiesta de los moribundos (1966) podemos comenzar estableciendo la noción de transformación como vía que conduce del hipertexto al hipotexto. Es evidente, puesto que lo que hubo fue un cambio semántico del hipotexto. No consideramos la imitación, segundo camino que puede tomar la relación hipertexto-hipotexto, pues la misma, “en cambio, se propone la transformación estilística” (Vilanova, 1993: 69).
En La fiesta de los moribundos se nos presenta una original manera de transformación del motivo del cadáver insepulto. Antígona Sellers, anciana de ochenta años, reclama el cuerpo de su hermana Ismene, el cual fue llevado por equivocación por la compañía “Suministros Biológicos S.A. Limitada”, compañía que se encarga de comerciar con cadáveres para trabajos de ciencia, entre otras necesidades (elaboración de abono, jabones, colonias, lámparas con piel humana,...). Antígona Sellers invoca la necesidad de dar sepultura al cuerpo de su hermana diciéndose: “Debes velar su cadáver, enterrarlo... Ponerle cirios y flores, rezarle... Somos cristianas...” (Rengifo, 1989: 180). La compañía, luego de tratarla como loca por no creer su historia, se da cuenta de que tenía razón e intenta recuperar el cuerpo de Ismene, el cual fue enviado a un científico del África que necesitaba el cadáver de una virgen de ochenta años. Por varios equívocos es imposible recuperar el cuerpo completo (sólo de la cintura para arriba) e indemnizan a Antígona con un cheque por decisión de un tribunal en un juicio. Ella rechaza el dinero y se despide con ira y derrotada. La compañía termina con un florecimiento de sus ganancias.
Varios elementos de la transtextualidad nos pueden dar pistas acerca de la relación entre los dos textos y su transformación. Los elementos paratextuales, por ejemplo el epígrafe, demuestran una intención de centrar la discusión en el hombre, de querer decir que por sobre todo la humanidad es lo más importante: “de cuantas maravillas pueblan el mundo, la más grande es el hombre”. Los elementos metatextuales quizás mejor evoquen la visión de Rengifo sobre la obra de Sófocles:
Antígona, el más hermoso personaje femenino que nos legara Sófocles, no atestigua solamente lo injusto de dejar la carne de su hermano a merced de las aves de rapiña y de las bestias consumidoras de carroña, sino que recuerda a los hombres, con frase sonora e iluminada, como quien golpea a una estrella, que se ha nacido para vivir en el amor y no para la destrucción y el crimen (“La dramaturgia y la crítica como testimonio histórico y reflexión estética”. Rengifo, 1989: 150).
En otro de sus ensayos, Rengifo valora extensamente la tragedia de Sófocles y finaliza diciendo:
El conflicto entre el derecho natural y el divino se establece claramente en la obra, así como la lucha entre el amor y el odio en la humana y social condición; por eso, Antígona deja su clamor para el tiempo y para todos los hombres que luego de ella han de vivir: ¡No he nacido para compartir odio sino amor! Sófocles, en esta tragedia, asienta ya una crítica contra la inflexibilidad de las leyes, que a veces hechas para regular la vida entre los hombres se colocan contra el hombre mismo (“Arte, teatro y política”. Rengifo, 1989: 133).
En este sentido, la metatextualidad y paratextualidad nos muestran una relación directa entre el hipotexto y el hipertexto, por supuesto que con relatividad pues, como señala Vilanova, “ninguna lectura es inocente”.
En la obra de Rengifo observamos un cambio en la diégesis del relato con respecto al hipotexto. Hay un cambio de espacio y tiempo: la obra se desarrolla en Estados Unidos en la década de los sesenta, época contemporánea al autor (quizás aquí quepa el preguntarnos por qué en EEUU; tal vez con la intención de delimitar y asignar ideológicamente ese espacio a lo que se denuncia, es decir, “sólo allí puede ocurrir una cosa como esa”). Esa transdiegesización conlleva a cambios en la “heroína”, pues la joven Antígona será ahora Antígona Sellers, anciana de ochenta años quien, quizás por su edad o porque la obra no toca el tema amoroso, no tendrá su Hemón; el gerente Blazer hará de Creonte; el portero Jimm de guarda, mensajero y paje; Oliver Fynn cumplirá las funciones de corifeo de ancianos; Ismene Sellers hará de Polinices; y quizás queden las dudas de relacionar al borracho Peter O. Flinck como Tiresias y la secretaria Evangeline como Eurídice. Esta transformación heterodiegética conlleva a una transformación pragmática que modifica el curso de la acción; connotando nuevos valores que correspondan a la ideología del público al cual se dirige.
Teniendo noción acerca del resto de la obra de Rengifo y revisando su cronología nos encontramos con su ferviente adhesión a la ideología marxista: “César Rengifo intentó darle a su [obra] un fundamento teórico, no siempre afortunado, por la vía de la interpretación marxista, que en él peca con frecuencia de rigidez y esquematismo” (Pedro Beroes en: Rengifo, 1989: 7). Por ello, encontramos en la obra de Rengifo esa preocupación por la continua “denuncia de las injusticias”, utilizando para ello el arte como un compromiso social. Quizás Rengifo, al leer Antígona de Sófocles, haya posado más de una vez sus ojos en este fragmento:
No ha surgido entre los hombres invención más perniciosa que el dinero; éste es el que allana las ciudades; éste el que destierra a los hombres de sus hogares; el dinero, aun a los corazones honrados los descarría y enseña a meterse en empresas vergonzosas; el dinero ha enseñado todo género de impiedad (Sófocles, 1986: 58).
Esta opinión está compartida por Orlando Rodríguez B., quien dice al respecto: “La fiesta de los moribundos” sátira contra la compra y venta de cadáveres de una empresa transnacional, le sirvió de pretexto para analizar una estructura socioeconómica en crisis continua” (Rengifo, 1989 tomo I: 26); y por Rafael Salazar: “La fiesta de los moribundos (...): humor negro que denuncia la comercialización de la muerte por parte de los grandes capitales” (Rengifo, 1989 tomo VI: 20) (Negritas nuestras).
Hemos resaltado en las citas anteriores las palabras “sátira” y “humor negro” para asentar el régimen en el cual funciona el hipertexto. Habíamos establecido líneas atrás que la relación entre Antígona y La fiesta de los moribundos es de transformación; pero el régimen implica cierta dificultad. Por descarte, obviamos el régimen serio. Nos quedan entonces dos opciones: lúdico y satírico. Según los postulados de Genette, el disfraz no acepta la transdiegesización, cambio del cual hablamos y que se halla en la obra de Rengifo. Etiquetamos entonces, con ciertas dudas y temores, a la obra de Rengifo como una obra de régimen paródico. El humor en su texto cumple la función de redimir la injusticia, o para decirlo con Freud: “El humor no resigna, desafía”; o con Mark Twain: “El secreto de la risa no es la alegría, sino la tristeza”; o con Víctor Bravo: “Todo humorismo auténtico esconde el horror o el absurdo”. Rengifo, a través de la parodia y la ironía, denuncia ese mercantilismo atroz que se convierte en ley divina y rige los destinos de los hombres. A diferencia de la obra de Sófocles, en Rengifo la posición que defiende la compañía (en el que “el hombre es un lobo para el hombre” y se manifiesta en la licantropía del gerente) es la que vence. Valores por lo visto nada ajenos a nuestro tiempo.
Bibliografía
-BRAVO, Víctor. (1987) Los poderes de la ficción. Para una interpretación de la literatura fantástica. Caracas: Monte Ávila.
-GONZÁLEZ PORTO-BOMPIANI. (1959) Diccionario literario de obras y personajes de todos los tiempos y de todos los países. Barcelona: Montaner y Simón.
-RENGIFO, César. (1989) Obras (Tomo I Teatro, Tomo III Teatro, Tomo VI Artículos y ensayos). Mérida: Digecex-ULA.
-SÓFOCLES. (1986) Tragedias. Traducción de Assela Alamillo. Madrid: Gredos.
-VILANOVA, Ángel. (1993) Motivo clásico y novela latinoamericana. Mérida: Solar.
Hola, en la facultad estoy cursando una materia que se llama semiotica general en la cual debo generar un analisis descriptivo profundo de Antigona de Sófocles, por eos me interesé e tu publicacion y me animo hacerte la siguiente pregunta: ¿Que metalenguaje consideras que podrías crear a partir de Antígona de Sófocles?
ResponderBorrarDesde ya muchisimas gracias
Daniela desde Argentina
Buenas reflexiones sobre la obra de Rengifo, felicitaciones.
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