26 diciembre, 2006

El misterioso caso del blogger asesino

El cuerpo estaba tirado sobre los viejos disquetes ¾, los cuales, ensangrentados y desparramados, simulaban una obra de Pollock en el piso de granito. Sobre el escritorio aún parpadeaba el cursor en el monitor de la computadora, alumbrando la oscura escena del crimen con un tono verdeazulado intermitente.

-De bolas, Hernández- dijo el comisario García, quien nunca oyó hablar de Sherlock Holmes y de su sutileza para mostrarle el significado de las pistas a su ayudante Watson.
-¿Pero de verdad cree usted, mi comisario, que debamos estar aquí? Parece un simple caso de suicidio como cualquier otro. Vea que no hay puertas ni ventanas forzadas, él solito se clavó el cuchillo.
-Qué vaina contigo, chico. Este caso es igualito a uno que ocurrió hace meses en Barquisimeto. Un muchacho que no sale de su cuarto, pegado a la computadora por horas y horas, en eso que llaman ahora “blogueo”, y que luego de varios días encerrado en su cuarto sus padres insisten tanto que llaman a un cerrajero para abrir la puerta y consiguen el cuerpo desangrado de su hijo.
-Si, oí algo de eso.
-Pues también encontraron uno en Maracaibo. Este sería el tercero. La vaina es, chico, que en todos los casos revisaron los blogs hechos por las víctimas y coincidían en que tenían comentarios muy sospechosos de un blogger desconocido. Parece que la persona que recibe el comentario comienza a sufrir por la angustia de saber quién es el autor del comentario y, por tanto sufrimiento, termina matándose.
-¿Qué decían esos comentarios, mi comi?
-Ahí está el asunto. El comentario era una pendejada, solo unos puntos suspensivos- decía el comisario García mientras abría una bolsita de Doritos que sacó de su chaqueta de cuero negra-. Tres mierditas de cucaracha que no significan nada. En el Departamento de Investigaciones nos dijeron que algunos bloggers hacen eso con la intención de mostrar su existencia y aumentar así el tráfico de los blogs.
-Pero segurito que los muchachos de informática podrán averiguar quién envía esos mensajes…
-Está difícil la cosa, Hernández. Todos los comentarios han sido enviados como anónimos. Siéntate y revisa ahí la computadora. Seguro conseguimos el mismo comentario anónimo…

Los regordetes y cortos dedos índices de Hernández tecleaban pausadamente. Ante sus ojos se mostraba el blog de la víctima. Su ranking de Blogalaxia mostraba el 184 y en el último post aparecía la frase que el comisario esperaba: “1 comentario”.
La seguridad del comisario quedó suspendida, como el trozo de Doritos en su mano ante la boca abierta, al ver que el comentario de los puntos suspensivos aparecía esta vez con el nombre del usuario.

-Quita pa’llá. Déjame ver esa vaina. Ahora sí que tenemos al pendejo éste- dijo el comisario aventando de la silla a Hernández y dándole la bolsa de Doritos.

Mientras hacía click sobre el usuario y cargaba el blog en la pantalla del monitor, el comisario sintió sobre su espalda el filoso cuchillo que le penetraba las entrañas.

-Esta maldita versión beta –decía Hernández mientras afincaba aún más el cuchillo en el cuerpo del comisario…

22 diciembre, 2006

Lista de regalos para el 2007...

Queridos bloglectores:
Me despido por lo que queda del año para darle descanso a ustedes de estos saparapandeos. Varios temas me quedan en el teclado que seguramente les estaré presentando el próximo 2007.
Necesito estos días para hacer mi lista de regalos. No me olvidaré de pedirle algo a ustedes.
Que la pasen de lo mejor...

19 diciembre, 2006

Mi padre es un mago

Mi padre es un mago. No lo digo en sentido figurado para elogiar su capacidad de aguante en la crianza de tres hijos, sino que en realidad él es mago de pañuelos, naipes y conejos. De pequeño me asombraba aquel maletín para guardar herramientas que él había convertido en depósito de trucos. Para cualquier reunión familiar, mi padre siempre llevaba su maletín, del cual salían maravillas que dejaban boquiabiertos a todos: el truco de la moneda que aparece en la oreja de un niño, el de los aros soldados que logran desunirse, el de adivinar la carta escogida, el de la paloma que sale de un montón de pañuelos, el del cigarro encendido que desaparece en el puño… Truco tras truco, las fiestas terminaban con mi padre rodeado de niños gritándoles por un acto de magia más.
En casa no era distinto y la magia persistía. Recuerdo los sábados con mi padre al frente del televisor viendo al Mago Henry presentado por Amador Bendayán. Las explicaciones que me daba mi padre acerca de los trucos que observábamos siempre venían precedidas de una advertencia: “Un buen mago nunca revela sus trucos”.
Pero debo confesarles que por conocer el secreto, por saber de la existencia de la cuerdita, del espejo, del compartimiento secreto, de la carta marcada que permiten la ilusión, tuve irremediablemente que buscar otro tipo de magia, algo que me ofreciera de nuevo el asombro. Recurrí a los libros para buscar la magia perdida y conseguí en ellos trucos estupendos, algunos superiores a los que hacía mi padre: supe de naipes que eran soldados de una reina que vivía en un lugar mágico, conocí a unos soñadores que intentaron ir a la luna y lo lograron, me enteré de un hombre que al despertar se encontró convertido en un monstruoso insecto…
Quizás, a la final, estudié Letras porque mi padre es mago…

18 diciembre, 2006

El mordisco de la manzana



¿Y
si al morder la manzana
Adán anhelaba
huir de esa tierra de tedio?

Inmolación...


Condeno a mis pies por no saber dirigirme
(por el polvo de las botas conoceréis al hombre).
Maldigo a mi lengua, tajo de nalga sin piel,
que se rebela a la razón repartiendo pedorretas.
Condeno a mis ojos que no ven más allá
de la apariencia.
Maldigo a mis oídos que ante a la ofensa
retraen al rostro.
Condeno a mi nariz que ante el olor de la mandarina
evoco tu presencia.
Maldigo a mi cabeza que de regazo
siempre ha sido huérfana.
Condeno a mis manos que, por las tuyas yertas,
pedirán súplicas algún día.
En fin, mil veces maldito mi cuerpo que sólo conoce
una forma de amar.
Porque amando se logra el nirvana.
Aristóteles, Rousseau, Linneo,
seres desorientados,
nunca comprendieron que el hombre es él y sus errores.

17 diciembre, 2006

El verdadero valor de la prensa


Las publicaciones periódicas son en nuestra época como la respiración
diaria; ni libertad, ni progreso, ni cultura se concibe sin este vehículo
Sarmiento


Los hombres de la bucólica Caracas de principios del siglo XIX, veían asombrados cómo eran invadidos por un recién llegado forastero. Era un lunes 24 de octubre de 1808 y el extraño, según rumores, había salido del taller de Mateo Gallagher y Jaime Lamb, situado en la misma ciudad, y en donde existía una máquina llamada imprenta, que según algunos era un artefacto diabólico que intentó traer Francisco de Miranda. “Gazeta de Caracas” llevaba por nombre el delgado personaje de cuatro páginas. Desde entonces, la pequeña ciudad no sería la misma, pues había nacido el periodismo.
El periodismo nace en Venezuela en una situación en la que la sociedad ve turbada su tranquilidad colonial por los sucesos de la guerra independentista. No hace su aparición el periódico como instrumento de ocio y de asunto exclusivo de las letras; sino que presta su tinta para los avatares de lucha del siglo XIX que superan la cifra de más de 2.000 guerras. Y el periodismo, ejercicio que combina la impresión efímera y a la vez el resguardo temporal, “único capaz de recoger la memoria integral del hombre”, como diría Humberto Cuenca, no podía obviar los sucesos que a su alrededor se desarrollaban. Así, el periódico vino a desempeñar en los primeros años del siglo XIX una función de tribuna y de herramienta para la instrucción ideológica. Miranda daba importancia suprema al periódico, tildándolo de “civilizador”, además de exigir a sus tropas la inclusión de una imprenta entre sus pertrechos; y Simón Bolívar, El Libertador, hablaba de “hacer las guerra con los papeles públicos”. Se desataba entonces a la par otra guerra en los tipos y galeras que imprimían los periódicos. Una guerra de ideas y de fundamento de posiciones que en lo político se mantuvo en el transcurso del siglo: en la Oligarquía Conservadora, en el Federalismo, en el guzmancismo, en el Legalismo, en el castrismo y en las diseminadas revueltas caudillescas del interior del país.
Si en lo político el periódico sirvió de escenario para la confrontación de ideas, en lo económico dio un nuevo aspecto a las relaciones comerciales. Con la transformación del lector como público consumidor se intensifica y desarrolla la aparición de avisos publicitarios erosionando subrepticiamente con ello ciertas normas sociales: se muestra a la mujer como medio para la venta, se habla abiertamente del adulterio, de la menstruación, se utiliza un espacio privado como el baño para mostrarlo como espacio público para el comercio. Se amplía igualmente el radio de acción de las relaciones mercantiles: el producto llega hasta donde llegue el periódico.
En el aspecto cultural el periódico va a cumplir en el siglo XIX una función modernizadora, pues dará al escritor un nuevo lenguaje, una nueva manera de decir. Con el breve espacio que ofrece el periódico se imposibilita, o en todo caso resulta contraproducente, dar rienda suelta a la redacción ampulosa y cargada de metáforas y giros latinos; y con la rapidez de edición, o diarismo, iniciada en Venezuela en 1837 con el “Diario de avisos”, se da paso al trabajo poco pensado y sin pulituras. Con esas condiciones de brevedad y rapidez que exigía el periódico, el lenguaje escrito tuvo que vestir un nuevo ropaje: claridad y sencillez. Para decirlo con palabras del escritor español Azorín:

El periodismo, con sus procedimientos rápidos, ligeros, amenos, ha contribuido a que los géneros literarios: novela, teatro, etc., adquieran esa misma ligereza, rapidez y amenidad de los trabajos de prensa.

Con el periódico aparece en Venezuela la figura de la escritura como profesión, de la redacción asalariada, que se inicia en 1868 con “La opinión nacional”, pagando articulistas como José Martí. Ello dará nuevas formas al desarrollo de la institución literaria venezolana en el siglo XIX.
Quizás otra de las funciones en las que haya desempeñado presencia indiscutible el periódico en el siglo XIX venezolano es el de la labor de alfabetización que hubiera desempeñado entre la gran masa de habitantes sin los conocimientos de lectura y escritura. No hemos conseguido trabajos que mencionen el asunto, pero imaginamos y nos aventuramos a hipotetizar que la prensa ayudó, cual cartilla de letras, en la labor de alfabetización de los pueblos.
Para los lectores de hoy, la prensa venezolana del siglo XIX encierra toda esa época de gesta y lucha, de formación y ensayos de repúblicas; en sus páginas se observa el horizonte de lo transitado, el punto único que encierra el universo, cual aleph borgiano, que nos faculta la entrada tanto hacia el ayer pomposo como al pasado menudo. Ya muy bien decía Tulio Febres Cordero en el mismo siglo XIX, en 1886, que:

El objeto del periódico no está circunscrito a lo presente; no, a la vez que instruye al público de las crónicas del día en todos los ramos de la actividad humana, es depósito sagrado en que queda la memoria de los hechos.

Por esta razón debe desarrollarse intensamente una labor de rescate e indización de las publicaciones periódicas venezolanas del siglo XIX que pueda preservar y dar forma a todo ese enjambre de papel y tinta. Como alerta, Tulio Febres Cordero propuso en 1886, con la visión de futuro que ostenta el verdadero historiador, la siguiente idea:

Que cada periódico publique anualmente en un folleto manuable el índice o repertorio alfabético de las materias más curiosas e importantes que haya publicado durante el año corrido.

Quizás si hubiéramos prestado atención, otro sería el cuento de estas líneas...

15 diciembre, 2006

¿Existe el error ortográfico?

Esta pregunta quizás haya alterado su tranquilidad, sobre todo cuando a muchos de nosotros nos ha costado con sangre, sudor y lágrimas seguir a pie juntillas las machaconas reglas de la Real Academia Española. ¿No recuerdan ustedes las largas horas de suplicio y de reprimendas que nuestra maestra nos infligía para que no escribiéramos más «agua» con «h»? ¿Recuerdan la torturante frase: «estos muchachos no cometen errores sino horrores ortográficos»? ¿Entonces tanto sufrimiento y vergüenza para que nos vengan ahora a decir que el error ortográfico no existe?
Hace varios años surgió una polémica, supuestamente iniciada por Gabriel García Márquez, la cual alentaba la eliminación de la ortografía. Así, la libertad total y la comodidad expresiva eran los argumentos para escribir. Nos podíamos olvidar de la «h», utilizar la letra «k» para sustituir las palabras con «c» y «q», a no prestarle atención a los acentos. Esta propuesta de un lenguaje sin reglas, sin embargo, no era nada novedosa. En la época de las vanguardias artísticas, principios del siglo XX, ya los creadores abogaban por un nuevo lenguaje que pudiera expresar ese sentir que venía en la innovación científica y cultural. Más atrás, en la época de la independencia hispanoamericana, algunos grupos «radicales» hicieron la propuesta de independizarnos de España no sólo en lo político, social y cultural, sino además en el lenguaje, y como se estaba fundando un nuevo mundo era necesario crear un lenguaje para darnos identidad propia.
Así, hablar de la existencia o no del error ortográfico, de la eliminación de toda regla o hasta de la creación de nuevos lenguajes, viene a ser más una toma de conciencia del usuario ante su habla: unos adoptan la posición del «creador», quien moldea su composición con libertad y no cree en reglas «que pulen y dan esplendor», y piensa que el error existe cuando la academia se entromete en la natural relación del hablante con su lengua; y otros del «celador», quien vigila el uso correcto del lenguaje y en ello se le va la vida. ¿Y usted, es creador o celador?

13 diciembre, 2006

El enmascarado...

Rafael Bolívar Coronado resulta un extraordinario caso en la historia de la literatura venezolana. Obviando el ya significativo hecho de ser el autor de la letra del “Alma Llanera”, Bolívar Coronado se presenta como el escritor venezolano que más seudónimos ha llegado a utilizar. Fue tal el afán de enmascaramiento que se sirvió de más de seiscientos seudónimos, diseminados, la mayoría, por la prensa venezolana de principios del siglo XX. Así, la obra de Bolívar Coronado es el pretexto perfecto para reflexionar acerca de la figura del intelectual, del autor y del uso del seudónimo en la Venezuela modernista.
Para el creador moderno, la aniquilación de la figura del autor resultó ser el consuelo y la defensa para un mundo con sed de fama y espectáculos. Desear la voz sincera y personal, sin importar el gusto del público, obligó a los artistas a escudarse en otras vidas o nombres que permitieran el desarrollo de un arte que, además de confrontar a la demanda kitsch por medio de las innovaciones en la forma y los temas, desestabilizara la asfixiante vorágine de la firma que definía de manera inmediata la calidad de la obra. El escritor modernista, con ese afán de doble vida, recurrió a la muleta literaria del seudónimo, del plagio y anónimo, ya bien por la carencia de libertad, o bien por la necesidad de enrarecer la oscura vida del hombre común. Así, una apasionada investigación sería, a partir de la obra de Rafael Bolívar Coronado, discernir la relación entre la función autor y sus condiciones sociales y, además, pensar el plagio como recurso para transformar las condiciones de la producción artística en los estertores del modernismo venezolano, antecedente de las corrientes críticas que proclaman la “muerte del autor”.
Veamos en qué resulta todo esto...

11 diciembre, 2006

Imprenta y plomo que liberan

En esta pequeña nota deseo mostrarles los textos venezolanos impresos durante la Guerra de Independencia que se encuentran en la Biblioteca Febres Cordero de Mérida. En primer lugar, llamaremos Guerra de Independencia al largo proceso de quince años (1808-1823) que copó el panorama de la historia venezolana, con el que se buscaba la autonomía con respecto al imperio español de todos los actos económicos, administrativos, civiles y políticos. En segundo lugar, llamamos impresos venezolanos a toda la producción tipográfica realizada en Venezuela, remitiendo para su explicación a los trabajos de Pedro Grases y Julio Febres Cordero G. sobre la historia de la imprenta en este país. Según el resultado obtenido, que colocamos en forma de lista al final de esta nota, observamos que tres obras se encuentran en la Biblioteca Febres Cordero de Mérida.
Las tres, ratificando aquel manoseado lema de que el plomo de la imprenta ayudó a la consecución de la libertad, evidencian la importancia de la imprenta en la edificación de la República. Esperamos que este arqueo sirva a los investigadores del arte tipográfico y de la historia patria en general.

-Antonio Nicolás Briceño. Refutación que D. Antonio Nicolás Briceño, Representante de Mérida, en el Congreso General de Venezuela, hace del discurso inserto en el número primero del Patriota, afin de probar la utilidad, conveniencia, y necesidad de dividir la Provincia de Caracas. Impresor: Juan Baillio. Caracas, 1811.

-Francisco Javier Ustáriz. Contestación oficial del ciudadano Francisco Xavier Ustariz al General en Gefe del Exercito Libertador ó Proyecto de un Gobierno Provisorio para Venezuela. Impresor: Juan Baillio. Valencia, 1813.

-Venezuela. Constitución política del estado de Venezuela, formada por su segundo Congreso Nacional, y presentada á los Pueblos para su sancion. Impresor: Andrés Roderick. Angostura, 1819.

10 diciembre, 2006

La muerte de Pinochet

La noticia ha corrido de boca en boca, de blog en blog, de noticiero en noticiero: Augusto Pinochet, el dictador chileno, ha fallecido el día de hoy. A la mente se nos viene el movimiento popular de Salvador Allende y el posterior exterminio y exilio de gran cantidad de chilenos que aún hoy hacen vida en la diáspora latinoamericana.
Basta recordar, además, la larga lista de novelas de la dictadura en la cual se mostraba siempre el ambiente represivo como un espacio donde el silencio era la norma. Quizás por ello era necesario poner fin a la voz del cantautor chileno Víctor Jara, a quien recordamos también en este día para la reflexión:

Te recuerdo, Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontarte con él.
Con él, con él, con él, con él.
Son cinco minutos.
La vida es eterna en cinco minutos.
Suena la sirena. De vuelta al trabajo
y tú caminando lo iluminas todo,
los cinco minutos te hacen florecer.
Te recuerdo, Amanda,
la calle mojada
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada
ibas a encontrarte con él.
Con él, con él, con él, con él.
Que partió a la sierra,
que nunca hizo daño. Que partió a la sierra,
y en cinco minutos quedó destrozado.
Suena la sirena,
de vuelta al trabajo
muchos no volvieron,
tampoco Manuel.
Te recuerdo, Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.

08 diciembre, 2006

Gastronomía lingüística

Ya que Cervantes dijo alguna vez que “el estómago es la oficina donde se fragua la salud y la vida”, el conocer el origen del nombre de los alimentos, los datos curiosos sobre su historia y su nombre exacto permitirá poseer, al igual que mantener en buen estado nuestro aparato digestivo salvándonos de cualquier burocracia estomacal, una conciencia en el lenguaje que hará más seguro nuestro decir. Veamos.
Es bien conocida la pasta seca que ablandamos en leche y que unos llaman "bizcocho" y otros "biscocho". Resulta fácil aclarar la duda recurriendo a la etimología de la palabra. La palabra "biscocho" está formada por dos partes: bis-, que es el prefijo que denota repetición y –cocho, que proviene del latín coctus y significa "cocido". Así, "biscocho" quiere decir “dos veces cocido”, que es la manera como se prepara tan delicioso alimento. De la misma manera, "sancocho" proviene del “cocido sazonado” o, lo que es lo mismo, “cocido con sal”: sal-cocho=san-cocho.
"Hallaca" –amenazada esta opinión por hipótesis adversas– no pudo ser voz indígena por la inexistencia de la "ll" en su vocabulario y por no saber los indígenas de Venezuela preparar semejante plato. Los españoles, utilizando los recursos aquí encontrados, sustituyeron la harina de trigo europea por la harina de maíz del Nuevo Mundo y tomaron la hoja de plátano para poder cocer las hayacas. La voz original hayaca proviene de la ya antigua costumbre de comer este plato en Nochebuena; siendo haya- “regalo de Navidad” y –ca la desinencia o determinación que denota “cosa pequeña”; de esta manera hayaca vendría a significar “pequeño regalo de Navidad”.Y para finalizar con esta larga lista –que no listado– de alimentos, que por lo extensa ya produce indigestión, haremos mención al entuerto lingüístico que nos obliga dar la situación económica del país. Llamamos "almuerzo" a la comida que se ingiere después del desayuno y que por cantidad, variedad y sazón podríamos llamar “la principal”. Quizá la palabra se formó por la unión del antiguo pronombre al- que significa “otro” y el participio irregular de morder, –muerzo, que significa “bocado”. Entonces "almuerzo" es “otro bocado”, el que sigue después del desayuno; pero muchos de nosotros tenemos al almuerzo como el “primer” bocado y no como “otro”.

Siga usted con la lista y que tenga buen provecho...

07 diciembre, 2006

Sobre santos y automóviles

A la hora de recordar la muerte de José Gregorio Hernández se menciona como un hecho sorprendente el que el único carro que existía en Caracas haya segado la vida a hombre tan ilustre. Pero la verdad es que hay que ser bien santo para creer semejante cuento. Para el año de 1919, fecha de muerte del Dr. Hernández, existía en la capital venezolana la cantidad de 4.000 automóviles aproximadamente. Inclusive, Caracas contaba con un tranvía, de donde bajaba “El Venerable” antes de ser sorprendido por la desgracia. Antecedentes memorables tuvo el automóvil en nuestro país: el primer Ford que llegó a Venezuela fue traído por Alfredo Anzola en 1908. Cuentan que la esposa de Cipriano Castro era adicta a los paseos en automóvil, el cual era manejado por un chofer francés. Otro francés fue el conductor del primer automóvil en Mérida; el Presidente del Gran Estado Los Andes, Amador Uzcátegui, mandó traer desarmado el automóvil en 1916, y ya en funcionamiento los merideños lo llamaron “el carro prisionero”, pues sólo podía recorrer hacia arriba y hacia abajo la avenida Bolívar, la única empedrada para el momento.

06 diciembre, 2006

¡¡¡La Tierra es plana!!!

Pudiera hacerse la historia de la ambición y la creatividad humanas elaborando una lista de temas aparecidos en la bibliografía universal. ¡Qué de luces nos ofrecería estudiar, por ejemplo, el pensamiento moderno de principios del siglo XX a través del “Ulises” de Joyce. O comprender el paso del feudalismo al capitalismo con la lectura del Quijote!
Si continuamos con este criterio, cómo podría entenderse la presencia en Caracas, en 1956, de un libro titulado “El universo al derecho”, de Jorge Crespo Vivas, y en el cual se intenta demostrar con cálculos, citas y otros argumentos que la Tierra es en realidad plana?
Oigamos al mismo Crespo Vivas resumir las 346 páginas de su libro publicado por la Imprenta Nacional, diciéndonos sin más señales el propósito del texto:

Nuestra sincera oposición al sistema astronómico establecido, el cual está fundado en un castillo de teorías inverosímiles y a la vez interminables, desde luego que cada astrónomo por llenar cuartillas o hacer más confuso e incomprensible el sistema establecido, presenta cuanta teoría le sugiere el pensamiento, ya de carácter alarmante o no, con sólo dar por sentado el movimiento de la Tierra y, por tanto, su redondez esférica. (…) una Tierra que, desde nuestras primeras miradas, pasos y acciones nos dice lo que es: plana e inmóvil. Mas al avanzar en edad y entrar en estudio y coger una naranja, nos convencemos una vez más y sin esfuerzo alguno, que no puede ser como ella, desde luego que aun difícilmente podemos conservarnos largo rato parados sobre una esfera, con el iten de que al descender de ella si no lo hacemos de un golpe, corremos con el peligro hasta de perder la vida, o por lo menos, el de salir muy mal parados. Esto, estando en pleno reposo; y si es en movimiento, más ligero comprendemos que nuestra Tierra no se mueve y ni es redonda, desde luego que claramente observamos que ni con la imaginación podemos colocarnos sobre ella”.

Quizás en nuestro continente, en la década de los 50, época de oro de las dictaduras latinoamericanas, el mundo se veía plano, uniforme, sin arriba ni abajo, sin diversidad. Un mundo “ancho y ajeno”...

05 diciembre, 2006

El bastón...

El bastón es, para muchos, símbolo de enfermedad y vejez, imaginándonos su uso exclusivo en manos temblorosas y como apoyo de pasos cansados. Pero la verdad es que así no ha sido siempre. Desde su aparición en la era Paleolítica, el bastón fue utilizado como instrumento para dar muerte a las presas y entre algunas primitivas tribus era el símbolo del mando.
El bastón llega a Venezuela, durante la época colonial, debido a la adopción de costumbres civilizatorias europeas. Para ilustrar la presencia del bastón en la historia venezolana, enumero algunos datos hallados entre apolillados papeles:

-El nueve de enero de 1789, en la ciudad de Mérida, se crea la policía colonial por mandato del Teniente Justicia Mayor Jerónimo Fernández Peña. Entre una de las tantas funciones de la policía colonial se encontraba: “Mando que ninguna persona cargue bastón, sólo aquellos que por sus empleos o cargos que obtienen deben cargarlos, pena que al inobservante se le aplicará un mes de cárcel y cuatro pesos de multa que se aplicarán en la forma ordinaria”. Esta disposición estuvo en vigencia hasta 1796.

-Antes de instituirse la banda presidencial como símbolo de la primera magistratura, el bastón desempeñaba tal uso.

-El 19 de abril de 1810, al ser depuesto Vicente de Emparan y Orbe –último capitán general de Venezuela– por el Cabildo revolucionario, Vicente Salias le arrebató su bastón.

-Francisco Iturbe la regaló un bastón a Simón Bolívar, su amigo íntimo, en 1827. En agradecimiento Bolívar le escribe una carta, fechada el 1º de julio: “Recibo con mucho placer un bastón que Ud. me da: es la imagen del mando que yo aborrezco, por lo que jamás uso tal insignia”.

04 diciembre, 2006

Texto para un amigo que se encuentra triste

Van pasando los días en que la compañía era justa
-por justa necesaria-.
Van pasando los días en que los manjares no eran sólidos,
pero igual,
no notabas la diferencia.
Van pasando los días en que la noche era una carga muy pesada.
Van pasando los días
y te acuerdas de los textos sin contexto,
y de los otros,
de los textos con pretextos
-sobre todo los últimos son los peligrosos-
porque son los textos convertidos en horas vividas,
que te persiguen y te acorralan,
porque son páginas a muchos espacios,
pero a un sólo rostro que se nos hace eterno;
y vienes y das y das
de boca al mismo tema
pero resulta que el mundo no es eso,
o exactamente no es eso.
Vendrán demasiadas decepciones y unas cuantas alegrías;
entonces viene a pelo lo de los estoicos con aquello de
“hasta cuándo gimotearás como un bebé,
cuándo vas a empezar a alimentarte de manjares sólidos”.
O pareciera que ahí está el asunto,
prolongar los momentos de alegría
para que los de decepción sean apenas una pausa imperceptible.
¡Y qué contradicción!
mientras los comunes se beben un poco de vida
en interminables rutinas,
los hombres con talento desocupan su espacio
y sucumben
por una de dos:
o al licor para crear irrealidades
o a la decepción
para justificar
el pesado arrastre de los pies.

Ni un pelo de tonto...

Era costumbre de los antiguos romanos dejarse crecer la barba. Ticinio Menas, hacia el año 454 a.C., hizo traer barberos de Sicilia, siendo así el primer hombre que se afeitó en Roma. Esta moda de lucir el rostro lampiño duró hasta Adriano, quien para ocultar una cicatriz que tenía en la cara volvió a revivir la costumbre de la barba. Cuando a un adolescente romano comenzaba a aparecerle sobre su rostro la pelusa característica de sus años mozos, el día de la primera raída era festivo, estando sus amigos obligados a visitarlo con regalos. Los residuos de la afeitada eran ofrendados a los dioses.

03 diciembre, 2006

Resultado de las elecciones

Ya he recibido varios mensajes de texto en mi celular con resultados de las elecciones presidenciales. Unos mensajes son del sector chavista y dicen que conocen a un amigo, que tiene un primo, que es novio de una amiga cuya hermana trabaja en el CNE y el resultado parcial es 65% a 35% a favor de Chávez. Otros mensajes de texto que he recibido dicen lo contrario, aunque mantienen la misma larga lista de conocidos (más larga que la genealogía de Macondo) y dan por ganador a Rosales.
La verdad es que a estas horas la angustia y la presión aumentan.
Lo que pido desde este rincón de Venezuela es que después de estas elecciones, lo único morado sean nuestros meñiques y no nuestros ojos.
Tranquilidad y civismo.

Al que no vaya a votar...

que le caiga la maldición del rey Tut.

A ejercer nuestro derecho, pues.

01 diciembre, 2006

El carácter tribal de la sociedad venezolana

La tribu, por definición, es una forma de organización social caracterizada por la presencia del “jefe único” o “cabecilla” como regulador y legislante de las instituciones civiles. La materialización del jefe único está representada en la figura del “ídolo”, al cual se le atribuye el privilegio de encauzar hacia la prosperidad o la desgracia –según su voluntad– todos los destinos de la tribu. El ídolo, según Erich Fromm, “es la figura a la cual una persona ha transferido su fortaleza y sus capacidades”, siendo la relación ídolo-creyente un despojo de consciencia y voluntad (por eso es alienante el dinero, la religión y el amor: “Amar es una falta de amor propio”, diría Ramos Sucre). Frases como: “aquí lo que hace falta es un hombre con los pantalones bien puestos para que arregle esto”, “un presidente parecido a Pérez Jiménez es lo que necesitamos para que ponga orden”, o lo que vemos en las películas de superhéroes o de guerras, que cuando matan al jefe de los malos inmediatamente cesa toda balacera, no es más que la manifestación de transferencia de voluntad que el individuo concede al ídolo. Esa transferencia de voluntad, según Freud, debe entenderse como “manifestación de que en lo hondo de su inconsciente, la mayoría de los hombres se sienten como niños y, por tanto, anhelan una figura poderosa en la cual confiar y rendirse”.
Pero este anhelo de una figura poderosa no es necesariamente y nunca exclusivamente la reproducción de una experiencia infantil; sino que constituye una condición superable del ser humano.
Tanto que se habla hoy día en Venezuela del hombre providencial, del santo que aplaca toda guachafita, viene a demostrar que somos aún sociedad tribal, y que esa condición redundará en el permanente desgaste de la democracia; pues la democracia no es más que la expresión de la voluntad y la conciencia individual.
¿Se imaginan un país sin presidente? ¿Se imaginan una universidad sin autoridades?...