-por justa necesaria-.
Van pasando los días en que los manjares no eran sólidos,
pero igual,
no notabas la diferencia.
Van pasando los días en que la noche era una carga muy pesada.
Van pasando los días
y te acuerdas de los textos sin contexto,
y de los otros,
de los textos con pretextos
-sobre todo los últimos son los peligrosos-
porque son los textos convertidos en horas vividas,
que te persiguen y te acorralan,
porque son páginas a muchos espacios,
pero a un sólo rostro que se nos hace eterno;
y vienes y das y das
de boca al mismo tema
pero resulta que el mundo no es eso,
o exactamente no es eso.
Vendrán demasiadas decepciones y unas cuantas alegrías;
entonces viene a pelo lo de los estoicos con aquello de
“hasta cuándo gimotearás como un bebé,
cuándo vas a empezar a alimentarte de manjares sólidos”.
O pareciera que ahí está el asunto,
prolongar los momentos de alegría
para que los de decepción sean apenas una pausa imperceptible.
¡Y qué contradicción!
mientras los comunes se beben un poco de vida
en interminables rutinas,
los hombres con talento desocupan su espacio
y sucumben
por una de dos:
o al licor para crear irrealidades
o a la decepción
para justificar
el pesado arrastre de los pies.
¡Bellísimo texto!, ya sé a dónde recurrir cuando necesite unas palabras de aliento.
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