Rafael Bolívar Coronado resulta un extraordinario caso en la historia de la literatura venezolana. Obviando el ya significativo hecho de ser el autor de la letra del “Alma Llanera”, Bolívar Coronado se presenta como el escritor venezolano que más seudónimos ha llegado a utilizar. Fue tal el afán de enmascaramiento que se sirvió de más de seiscientos seudónimos, diseminados, la mayoría, por la prensa venezolana de principios del siglo XX. Así, la obra de Bolívar Coronado es el pretexto perfecto para reflexionar acerca de la figura del intelectual, del autor y del uso del seudónimo en la Venezuela modernista.
Para el creador moderno, la aniquilación de la figura del autor resultó ser el consuelo y la defensa para un mundo con sed de fama y espectáculos. Desear la voz sincera y personal, sin importar el gusto del público, obligó a los artistas a escudarse en otras vidas o nombres que permitieran el desarrollo de un arte que, además de confrontar a la demanda kitsch por medio de las innovaciones en la forma y los temas, desestabilizara la asfixiante vorágine de la firma que definía de manera inmediata la calidad de la obra. El escritor modernista, con ese afán de doble vida, recurrió a la muleta literaria del seudónimo, del plagio y anónimo, ya bien por la carencia de libertad, o bien por la necesidad de enrarecer la oscura vida del hombre común. Así, una apasionada investigación sería, a partir de la obra de Rafael Bolívar Coronado, discernir la relación entre la función autor y sus condiciones sociales y, además, pensar el plagio como recurso para transformar las condiciones de la producción artística en los estertores del modernismo venezolano, antecedente de las corrientes críticas que proclaman la “muerte del autor”.
Para el creador moderno, la aniquilación de la figura del autor resultó ser el consuelo y la defensa para un mundo con sed de fama y espectáculos. Desear la voz sincera y personal, sin importar el gusto del público, obligó a los artistas a escudarse en otras vidas o nombres que permitieran el desarrollo de un arte que, además de confrontar a la demanda kitsch por medio de las innovaciones en la forma y los temas, desestabilizara la asfixiante vorágine de la firma que definía de manera inmediata la calidad de la obra. El escritor modernista, con ese afán de doble vida, recurrió a la muleta literaria del seudónimo, del plagio y anónimo, ya bien por la carencia de libertad, o bien por la necesidad de enrarecer la oscura vida del hombre común. Así, una apasionada investigación sería, a partir de la obra de Rafael Bolívar Coronado, discernir la relación entre la función autor y sus condiciones sociales y, además, pensar el plagio como recurso para transformar las condiciones de la producción artística en los estertores del modernismo venezolano, antecedente de las corrientes críticas que proclaman la “muerte del autor”.
Veamos en qué resulta todo esto...
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