16 enero, 2014

Nuestro Mío Cid de montaña y neblina


Los hechos de la historia muchas veces se confunden con el mito y terminan siendo, en el mejor de los casos, un fantástico recuerdo de algo que quizás nunca llegó a ocurrir. Así pasó con la guerra de Troya, conflicto bélico que lindó con lo imposible y derivó en temas de poemas y cantos, hasta el punto de considerarlo como simple relato de la imaginación. Fue así por varios siglos hasta que un arqueólogo alemán del siglo XIX, Heinrich Schliemann, se empeñó en creer que lo que contaba la “Ilíada” era cierto. Tanto insistió Schliemann que al final dio con la preciada ciudad cuyo horizonte fue oteado por los ojos de Helena, demostrando así que lo que nos relatan las obras literarias no necesariamente pertenece de forma exclusiva al reino de la ficción. Igual podemos decir de las hazañas de Rodrígo Díaz de Vivar y su reconquista del territorio español, en manos de los árabes en aquel lejano siglo XI d.C. Hoy leemos sus proezas en un hermoso canto llamado “Poema del Cid” y en muchas oportunidades se nos pasa por alto la realidad histórica que está detrás de la obra.
Ocurre lo mismo con las canciones. Compuesta en algunas ocasiones como homenaje a personajes y sucesos, el tiempo termina por borrar los referentes históricos que le dieron sentido, siendo ahora frases ininteligibles que solo sirven para acompañar bailes. Un ejemplo de ello es el golpe tocuyano “Montilla”, canción venezolana de principios del siglo XX que muchas veces cantamos sin llegar a saber que detrás de ella se esconde la historia de José Rafael Montilla, conocido como “El Tigre de Guaitó”. 
Nacido en Trujillo en 1859, Montilla se destacó desde muy joven por su valentía, arrojo y lucha por la reivindicación de los campesinos. En las continuas batallas que participó al lado del ejército Liberal fue nombrado General, aclamado por los mismos soldados que lo acompañaban. Refugiado en el pueblo de Guaitó, desde donde ejerció el reparto justo de las tierras y el colectivismo agrario, el General Montilla fue un dolor de cabeza para las ansias de los Conservadores y no hubo batallón que pudiera con la fuerza del trujillano. Varios presidentes de Venezuela ordenaron su captura pero el Tigre de Guaitó era indomable. Cipriano Castro, al darse cuenta de que era sumamente difícil derrotar a Montilla y de que este iba a ser un constante foco de conflictos en la región, decidió ofrecerle cargos políticos para mantenerlo alejado de su tierra. Castro le propuso que con 70 oficiales ejerciera la vigilancia de la frontera colombiana. Aceptó, pero al poco tiempo se dio cuenta de que se trataba de una trampa. Le mandó a decir a Castro, en forma de amenaza y con fina ironía: "es más corto el camino desde Guaitó a Miraflores que de Capacho a Miraflores". Desde ese día empezó un asedio contra "El Tigre". Lo acecharon los ejércitos de Lara, Barinas, Portuguesa y Cojedes; pero no lograron capturarlo. Al asumir el poder Juan Vicente Gómez, le ofreció garantías para que saliera de Guaitó y éste siempre contestó con evasivas.
En el año de 1907, cuando José Rafael Montilla contaba con 48 años y era el hombre más poderoso y respetado del occidente del país, fue asesinado por la traición de uno de los suyos. Un terrible machetazo, asestado mientras estaba en cuclillas tomando agua de la quebrada, le quitó la vida al Tigre de Guaitó.
Desde ese instante el pequeño pueblo larense de Guaitó se convirtió en el lugar a donde iban los campesinos del occidente del país a ofrecerle el tributo de su afecto y su recuerdo. Desde Guárico, Trujillo, Portuguesa y otros estados venían cientos de hombres y mujeres acongojados para el velorio.
Una enorme procesión de campesinos acompañaba el féretro del General Montilla hacia el cementerio y detrás un grupo de músicos entonaban canciones que relataban las proezas del Tigre de Guaitó.
En ese momento, en la marcha fúnebre, nació el golpe tocuyano “Montilla”, canción que ha tenido variantes que han quedado en la memoria de los pueblos andinos y larenses. En otras versiones de la canción se oye, por ejemplo:

Montilla está enmontañao:
no se metan caraqueños,
ese es un hombre que despierta
a todo el que tenga sueño.
En las sierras de Trujillo
hay valientes por montón
pero el que tiene más brillo,
es el Tigre de Guaitó.
El coloso de los andes,
el valeroso Montilla,
es muy grande entre los grandes,
y liberal sin mancilla.

La vida del Tigre de Guaitó se confunde con la leyenda y pudiéramos afirmar, sin ser exageración alguna, que José Rafael Montilla es el Aquiles de los Andes, el Mío Cid de la montaña y la neblina.