La
ciencia de la Historia tuvo su giro copernicano, su revolución
transformadora, cuando la nueva perspectiva del recuento del pasado
propuesta por la escuela francesa de los Annales, a mediados
del siglo XX, abandonaba el criterio económico, político o militar
como únicos constructores sociales de significado. Antes, hacer
Historia se reducía a explicar los sucesos del ayer en función del
héroe y sus quehaceres, de la figura solitaria de la cual emanaba
toda voluntad, invisibilizando así personajes y temas de la compleja
y amplia red de sentidos que conforma la sociedad.
Con
la microhistoria italiana, la historia cultural inglesa, la historia
de la sensibilidad latinoamericana o la historia social francesa,
ente otras nuevas corrientes de la investigación histórica, el
pasado dejó de ser lo que era y los obreros, las mujeres, los
homosexuales, los negros, los prisioneros, las prostitutas y los
bandidos, por mencionar algunos, volvieron a tomar la palabra para
con ella hablar del chiste, del piropo, del olor y demás sentidos,
de la cocina, de las creencias, del galanteo y el amor, entre otros
muchos personajes y temas excluidos de la Historia tradicional.
El
libro Con trazos de seda. Escrituras
banales en el siglo XIX, de Cecilia
Rodríguez Lehmann, publicado el año 2013, se inscribe en esta
perspectiva de entender la Historia como un amasijo simultáneo de
visiones racionales y subjetivas, de realidades e imaginarios, de
centros y periferias, intentando rescatar el discurso de la moda
aparecido en las publicaciones periódicas venezolanas del siglo XIX
y ver a través de sus dictámenes, criterios y variaciones una
política de formación del sujeto republicano. Casi desde el mismo
instante en el cual el ser humano creó la vestimenta, ésta dejó de
ser un simple recurso de protección contra el clima y pasó a
convertirse en signo identitario y de poder. Ello explica el
abundante repertorio textual que regula, juzga y normativiza el
adecuado uso de los ropajes, por lo cual no es de extrañar que pueda
entreverse en las crónicas de moda, los figurines y la publicidad
“la escritura cifrada del funcionamiento social”, como claramente
lo dice Rancière en el epígrafe de este libro.
Rodríguez
Lehmann agrupa con el término “banal” al conjunto de textos y
prácticas considerado como fuera del canon, que vive
parasitariamente en los márgenes y no es digno de atención. Estos
escritos y prácticas banales, superfluas, frívolas, hechos para la
diversión, la brevedad y lo fragmentario, tuvieron una relación
conflictiva con el campo cultural letrado de la Venezuela del siglo
XIX, pasando de la tensión, exclusión y rechazo hasta llegar a ser
tema y discurso común, adoptando sus modos y contenidos.
Este
libro de Rodríguez Lehmann, entre otros valiosísimos aportes, nos
señala que los discursos sobre la moda aparecen en Venezuela en la
temprana década de los veinte del siglo XIX, tal como lo evidencia
El Canastillo de Costura,
de 1826, publicación periódica venezolana dedicada a las mujeres y
a su vestimenta; este es un curioso dato ofrecido por la autora ya
que por ser época de conflictos bélicos, esto nos hace suponer
erróneamente que la moda no era tema de interés debido al fragor de
las guerras.
Si
el discurso de la moda se caracterizó en el siglo XIX por
reintroducir modelos burgueses europeos, el proyecto de formación de
una nación debió entonces velar por servir de traductor y guía de
estos discursos para adecuarlos a las exigencias y particularidades
del poder local. Rodríguez Lehmann desarrolla esta idea con el
minucioso examen del guzmancismo y su intento por construir una
imagen de Estado opulento, fuerte y eficaz a través de la retórica
del poder sobre la moda.
Haciendo
un examen detenido del baile de fin de año que ofreció Guzmán
Blanco en 1880, Rodríguez Lehmann ve en las vestimentas
presidenciales, tanto del primer mandatario como de la primera dama,
un juego de representaciones que servía de símbolo de un poder que
deseaba decir a sus gobernados que el desorden y el caos de los
gobiernos anteriores habían quedado atrás. La vestimenta en el
guzmancismo, a la par del aumento de los discursos sobre la moda, son
un ejemplo de construcción del poder a través de los discursos
banales.
Echamos
de menos en Con trazos de seda.
Escrituras banales en el siglo XIX
alusiones de cómo el discurso banal de la moda se interrelacionó
con obras literarias de la época, particularmente con el
costumbrismo venezolano del ochocientos, como los textos de Rafael
Bolívar o Daniel Mendoza, solo por mencionar a algunos que hicieron
referencias sobre la moda desde el decir literario.
Esta
investigación de Rodríguez Lehmann fue finalista de la XII edición
del Premio Transgenérico de la Sociedad de Amigos de la Cultura
Urbana y hecho libro posteriormente, hermoso libro de llamativa
portada y exquisito papel, por la editorial venezolana Fundavag.
Bien
vale la pena acercarse a las páginas de Con
trazos de seda. Escrituras banales en el siglo XIX de
Cecilia Rodríguez Lehmann, para seguir en la interminable tarea de
saber quiénes fuimos y así lograr saber quiénes somos.
maravilloso tema, a disfrutarlo pues
ResponderBorrarmaravilloso tema, a disfrutarlo pues
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