El Caribe ha sido para la realidad venezolana nomás que un hiato temporal; reino de la desmemoria a partir del cual se desvanece todo esbozo de identidad y de pertenencia. Se nos antoja el Caribe como un rompecabezas en desorden, una variopinta diversidad de lenguas y costumbres en cuya heterogeneidad se revela un origen turbulento. Turbulento quizás por el carácter “fronterizo” del Caribe, situado entre límites imperiales. Para la semiótica de la cultura, la frontera “es un dominio de procesos semióticos acelerados que siempre transcurren más activamente en la periferia de la 'oikumena' cultural, para de ahí dirigirse a las estructuras nucleares y desalojarlas”. Por ello, la realidad caribeña se nos presenta como un hervor que rompe en el caldero de su ancho mar.
El Caribe es un hiato, dijimos, y quizás con esa palabra enterremos trescientos años de historia. Si aplicáramos la psicología social para explicar ese hecho, diríamos que el venezolano tal vez haya optado por el olvido voluntario ante el repertorio de despojos, crímenes, violaciones y sangre que trajo el mar. Venezuela dio la espalda a todo el rico y variado mundo del Caribe. Y dio con ello la espalda a su propio pasado, convirtiéndose, aún a sabiendas de la conseja bíblica, en estatua de sal.
Quizás el Caribe no haya sido más que espejismo de náufrago, invención literaria de algún aventurero escritor insolado.
El Caribe es un hiato, dijimos, y quizás con esa palabra enterremos trescientos años de historia. Si aplicáramos la psicología social para explicar ese hecho, diríamos que el venezolano tal vez haya optado por el olvido voluntario ante el repertorio de despojos, crímenes, violaciones y sangre que trajo el mar. Venezuela dio la espalda a todo el rico y variado mundo del Caribe. Y dio con ello la espalda a su propio pasado, convirtiéndose, aún a sabiendas de la conseja bíblica, en estatua de sal.
Quizás el Caribe no haya sido más que espejismo de náufrago, invención literaria de algún aventurero escritor insolado.
Las cicatrices del Caribe
Pensar el Caribe como unidad y nación es producto de los estudios surgidos a partir de la década de los 40 y 50. Antes, el Caribe era una zona “balcánica” dividida por lenguas e imperios, a lo que una conciencia pancaribeña opuso una historia común: exterminación de indígenas, rivalidades entre las metrópolis, sistema de plantaciones, esclavitud y contratos de trabajo que establecían condiciones de casi esclavitud.
Esos estudios fueron los pioneros en la visión de un Caribe que trascendiera el idioma y los lazos coloniales, para centrarse en las experiencias históricas comunes. Dos ejemplos paradigmáticos de estos estudios lo constituyen: Biografía del Caribe (1945) de Germán Arciniegas (1900-1999) y De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial (1970) de Juan Bosch (1909-2001).
Ellos, con su nueva actitud para pensar el Caribe, despertaron en la conciencia popular la idea de considerarse a sí y a sus instituciones como “caribeños” y no de “las Indias Occidentales”. Ambas obras reflejan una conciencia anticolonialista o antiimperialista. Y ambas a su vez ven una continuidad histórica caribeña. Germán Arciniegas dirá sobre ello: “El Caribe ha sido el charco violento por donde se han paseado todos los huracanes. Seguirá siéndolo en el futuro”. Bosch por su parte expone:
"El Caribe comenzó a ser frontera imperial cuando llegó a las costas de la Española la primera expedición conquistadora, que correspondió al segundo viaje de Colón. Eso sucedió el 27 de noviembre de 1493. El Caribe seguía siendo frontera imperial cuando llegó a las costas de la antigua Española la última expedición militar extranjera, la norteamericana que desembarcó en Santo Domingo el 28 de abril de 1965".
Mas, esa cuasi-eternidad del devenir caribeño como despojo está lejos de representar una visión pesimista de la historia. Para Arciniegas y Bosch la condición colonialista del Caribe es etapa superable: “Las cálidas brisas del Caribe se preparan a jugar con las banderas de la democracia para que floten al viento como la esperanza de los pueblos de América, como la promesa de las palabras de Bolívar”.
Arciniegas y Bosch, según nuestro parecer, fundamentan sus estudios en la teoría de evolución socio-cultural, la cual avizora el devenir caribeño como un movimiento histórico de cambio de los modos de ser y de vivir de los grupos humanos, desencadenado por el impacto del despojo de materias primas y de sucesivas revoluciones tecnológicas.
Por ello, el método historiográfico que nos ofrecen estas obras va más allá de la simple relación cronológica de los hechos; su concepción organizativa es más bien “política”, como diría Bosch:
"Para poder hacer evidentes todos los episodios de esas luchas –que son en fin de cuenta las innumerables crisis de las políticas imperiales en el Caribe– se requiere un orden, no meramente cronológico, sino imperial, es decir, un orden que se ciña al que siguió cada uno de los imperios en sus actividades por las tierras del Caribe".
Arciniegas y Bosch, con sus nuevos ojos, abrieron el camino para reflexionar acerca del Caribe y señalar los pasos que seguirían luego en la misma tónica Eric Williams, W. Adolphe Roberts, Eduardo Galeano, entre otros...
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