18 mayo, 2007

Pirata: reflexión histórica sobre el Caribe


Luis Britto García (1940), prolífico escritor venezolano que ha incursionado en el cuento, la dramaturgia, el ensayo y la novela, presentó en el año de 1998 una novela que lleva por título Pirata. La misma, publicada por Alfaguara, nos muestra la historia pirática del Caribe desde Sir Walter Ralegh hasta Misson y Caraccioli; del siglo XVI al siglo XVII. Narrada en su mayor parte por Hugh Godwin, personaje histórico emblemático del europeo indianizado, la novela se estructura en cuatro partes: “El señor de las aguas”, “El señor de la muerte”, “El señor de las cumbres”, “El señor de los cielos”. El hecho de que el personaje que hilvana las distintas historias sea Hugh Godwin, mitad europeo mitad americano (¿ergo, caribeño?), nos hace suponer que el punto de vista del narrador es “objetivo”: punto medio que permite la totalidad de los hechos y que invita al sujeto al desconcierto y desacomodo.

Pirata viene a insertarse en el corpus literario venezolano que tiene por tema el mar y la piratería; corpus que quizás no alcance la decena de títulos, y de los cuales nos atrevemos a mencionar a Dámaso Velásquez o El mar es como un potro (1943) de Antonio Arráiz (1902-1963), entre otros.

Y es que como dijimos anteriormente, el mar no ha tenido imagen en la literatura venezolana; no ha habido un Virgilio venezolano que le haya cantado con propiedad al Mar Caribe. A esa ausencia se le suma también la escasa presencia del tema petrolero en el discurso literario venezolano. Si la literatura es espejo crítico en donde la sociedad reflexiona sobre sí misma, entonces mar y petróleo, temas esenciales de la cultura y sociedad venezolanas, son lagunas de nuestra identidad.

“Toda novela es histórica”, dijo alguna vez Denzil Romero; y en esa frase quizás se nos recuerde que el escritor es siempre hijo de su tiempo y de sus circunstancias, por lo que la escritura, incluida hasta la de ciencia ficción, refleja en su textualidad la realidad de su entorno. Por ello, Pirata, más que una novela de filibusteros, más que una novela histórica, constituye para nosotros una reflexión historiográfica del Caribe, emparentada con el discurso reflexivo de Arciniegas y Bosch.

Pero, ¿es Pirata una novela histórica? Responder esta pregunta nos obligaría a redactar varios párrafos –ajenos a la intención de este texto– para acercarnos a una definición de “novela histórica” que pueda satisfacernos. La intención de la novela histórica, para abreviar, es una “forma de la conciencia de la historia de parte del novelista o autor de ficción, que busca su reformulación, su interpretación, llenar los silencios de la historia no ficcional”, como diría Luz Marina Rivas. Y ese “llenar los silencios” es precisamente lo que Luis Britto García busca con Pirata, echando mano a personajes históricos, e inventando a su vez diálogos y situaciones.

Pudiéramos establecer algún vínculo discursivo e hipotetizar acerca de una relación textual o de género –haría falta un estudio exhaustivo– y decir que Pirata forma parte de lo que en Venezuela se ha llamado, especialmente para la obra de Francisco Herrera Luque (1927-1991), “Historia fabulada”. Esta se caracteriza en que, “el historiador se toma las mejores libertades del novelista y en que los personajes hacen y dicen lo que les da la gana. Todo ello dentro del marco de un conocimiento exacto de la bibliografía, hechos, dichos y lugares”.

Esa relación historia-ficción no es de oposición excluyente, sino que, al decir de Hayden White:

"lejos de ser la antítesis de la narrativa histórica, la narrativa ficcional es su complemento y aliado en el esfuerzo humano universal por reflexionar sobre el misterio de la temporalidad. De hecho, la ficción narrativa permite al historiador percibir con claridad el interés metafísico que motiva su tradicional esfuerzo por contar 'lo que realmente sucedió' en el pasado en la forma de relato".

El siglo de los piratas no ha concluido”, dice Luis Britto García en su novela, invitándonos con ello a problematizar la historia del Caribe y a verla como una continuidad de despojo. En ese sentido, Pirata nos propone una forma de ver la historia del Caribe semejante a la teoría evolucionista de la historia sociocultural que parte desde Lewis Morgan en 1877, pasando por Leslie White, Darcy Ribeiro, hasta las propuestas de Arciniegas y Bosch.

Por esta razón podemos extrapolar de la novela “etapas históricas” del Caribe, manifestadas en edades: edad de oro, edad de plata, edad de tabaco, edad de azúcar y edad de la libertad. Como vemos, el producto de explotación define según Britto García a toda la vida caribeña. Desde la locura de Ralegh por El Dorado, hasta los imperios “sacarocráticos”, definidores del comercio mundial de los siglos XVI al XIX, permiten apreciar una visión de origen traumático y común del Caribe.

Luis Britto García nos invita con Pirata a aprender de la historia. En un artículo de prensa publicado en El Nacional de Caracas (Britto García, 1998b), aconseja: “Quien no aprende de la Historia, decía Santayana, se ve obligado a repetirla. Quien no aprende de sus enemigos está condenado a soportarlos. Durante siglos hemos padecido las lecciones de los piratas. Meditemos sobre sus enseñanzas”.

Al igual que Arciniegas y Bosch, Luis Britto García rechaza el pesimismo histórico, por lo que coloca sobre las manos de Hugh Godwin y de su continuador, el grumetillo del Winchelsea, la misión de representar la resistencia cultural ante los atropellos de los imperios. Por ello al final de Pirata, nos dice:

"El Victoire [...] Ha sido hundido repetidas veces, pero nosotros, la morralla libertaria, al repartirnos cada vez que capturamos un nuevo barco, hacemos que no haya un solo mar sin un Victoire ni un sólo océano donde no esté naciendo otro”.

Hoy, Pirata nos muestra a las islas del Caribe como infinitos "Victoire" encallados a la espera de un buen viento que los haga nuevamente a la mar libre...

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