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Roger, acuclillado, se balanceaba de un lado a otro a la espera del balonazo. Parecía una araña esperando la mosca blanquinegra. Por mi parte, no podía dejar de pensar en Hermelinda. Un segundo veía a Roger sobándose las manos, impaciente, y el otro segundo veía a Hermelinda, ansiosa, esperando el resultado de semejante duelo.
No pude soportar tanta presión y, con los puños apretados, corrí lo más rápido posible hacia el balón. Mis piernas parecían látigos, como las de Pelé o Maradona, y el impulso fue de tal magnitud que todos los de la escuela observaron boquiabiertos cómo se deformaba el balón con la fuerza de mi patada. En mi carrera parecía un personaje de comiquita japonesa, veloz e imparable. Era la gloria esperada.
Los rostros que presenciaban el penalty seguían la trayectoria del balón y en un parpadeo pude ver el rostro de preocupación de Roger. De seguro mi tiro con chanfle le haría quedar corto en su atrapada. En el siguiente parpadeo descubrí el porqué de la preocupación en el rostro del portero. Fue tanto el chanfle que el balón comezó a cambiar de dirección y ahora iba rumbo a la cara de Hermelinda...
Fue imposible cambiar el desenlace, por más gritos que diera.
Al día siguiente Roger sació su apetito con el pastelito y Hermelinda nunca más me dirigió la mirada.
Tal vez ese sea el origen de mi desinterés por el deporte.
Muy bueno diego, pero creo que tu desinteres por el deporte es que yo siempre te ganaba
ResponderBorrarDENNIS
Ja, ja. ¡Sí, cómo no!
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