Yo, Cristóbal Colón, el Almirante, he podido abandonar
el primer viaje y evitar esta refriega inútil de no saber
jamás dónde ni cómo.
Ciertamente he podido evitar esta maldita aventura de
aguas y sangre.
Dócil, bajo los arbustos de Galicia, he podido dormir
borracho
o amanecer en el prado,
persiguiendo a la moza de bucles de gallina.
Mis manos suenan como una batalla y sé que estoy
perdido:
el amor de Cristo y de la Reina no bastan para detener
ahora que soy dueño de la tierra en círculo
esta infinita avaricia que seduce y que me incita al crimen
a la traición, a todo cuanto quise.
Vivo demente, soñando que soy bodega o proa. No deseo
como antes
tirar mi boca roja al mar y hacer con mis brazos fiestas
prodigios de espuma.
Cuando llego a las posadas pierdo estribor
y desorbitado, impaciente, grito tierra. Pido una carta
una copa, un halcón de otoño y grito tierra.
Grito desesperado
hasta que los huéspedes cansados despiertan y golpean
sin clemencia
me arrojan enormes puertos en la espalda.
Trato entonces de caminar hacia atrás
como si no hubiese nunca nada
jamás dónde ni cómo.
Ciertamente he podido evitar esta maldita aventura de
aguas y sangre.
Dócil, bajo los arbustos de Galicia, he podido dormir
borracho
o amanecer en el prado,
persiguiendo a la moza de bucles de gallina.
Mis manos suenan como una batalla y sé que estoy
perdido:
el amor de Cristo y de la Reina no bastan para detener
ahora que soy dueño de la tierra en círculo
esta infinita avaricia que seduce y que me incita al crimen
a la traición, a todo cuanto quise.
Vivo demente, soñando que soy bodega o proa. No deseo
como antes
tirar mi boca roja al mar y hacer con mis brazos fiestas
prodigios de espuma.
Cuando llego a las posadas pierdo estribor
y desorbitado, impaciente, grito tierra. Pido una carta
una copa, un halcón de otoño y grito tierra.
Grito desesperado
hasta que los huéspedes cansados despiertan y golpean
sin clemencia
me arrojan enormes puertos en la espalda.
Trato entonces de caminar hacia atrás
como si no hubiese nunca nada
y algo distinto al mundo esperara.
(José Barroeta, 1996)
¡Una joya este poema!, gracias por compartirlo.
ResponderBorrar