19 abril, 2007

El discreto encanto del teléfono celular

Existía en la ciudad colonial venezolana lo que se denominaba “Bando del buen gobierno”. Era éste un código por medio del cual se pretendía impedir los excesos que pudieran perturbar la tranquilidad de la ciudad. Entre muchas otras disposiciones había una que prohibía dar posada a forasteros sin contar con una licencia del Teniente Justicia Mayor o en su defecto del Alcalde. La persona que incumpliera este precepto podía ser castigada con quince días de cárcel junto con su huésped. Estaba prohibido también celebrar fiestas sin antes haber obtenido permiso de la autoridad correspondiente; el dueño de casa que irrespetara este mandato iba a parar a la cárcel junto con sus invitados durante quince días. Otro de los reglamentos permitía sólo a las personas con la investidura requerida usar bastón, pues éste era símbolo de autoridad. El uso de pistola, peluca, guantes, paraguas, quitasol o alfombra para arrodillarse en la iglesia, estaba limitado a las gentes más distinguidas. Hasta el uso de las aceras peatonales estaba restringido.
Hoy día pareciera que el teléfono celular, aunque no exista restricción ni normativa acerca de su uso, es el nuevo símbolo de distinción. Cambiar de teléfono celular cada tres o seis meses para poseer el modelo más reciente es signo de que pertenecemos a una clase distinguida.
Parece que la historia de verdad se repite…

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