01 enero, 2007

¡¡¡No es cierto lo que dice la prensa!!!

La realidad es, para muchos, concepto prefabricado, noción universal y atemporal que envuelve y determina nuestra existencia. La realidad es para muchos ámbito y reino de la posibilidad y lógica que se halla fuera del límite que traza nuestra retina y epidermis.
Si preguntásemos acerca de lo que es la realidad, de seguro recibiríamos como respuesta un breve recorrido ocular, como queriendo decir “¡pues esto!”, restringiendo el concepto a cuerpos presentes en un espacio. Pero el asunto no muere en esas palabras; realidad es interpretación, lectura que hacemos sobre lo que nos circunda. Realidad, como ya nos lo advirtió un viejo filosófo, es una suma de operaciones lógicas, un constructo mental, una odiosa cuadrícula cernida por el tamiz de los sentidos. Esta idea podría llevarnos a pensar que existen tantas realidades como seres humanos, que “cada cabeza es un mundo”; pero el pago y condición sine qua non para la convivencia en sociedad es la uniformidad de pensamientos y actitudes, tarea encargada a los aparatos ideológicos que nos marcan con el hierro encendido del comportamiento social y las actitudes “políticamente correctas”. Ya José Martí lo había dicho: “Apenas se nace, nos esperan junto a la cuna las costumbres, la tradición, el amor de los padres, el Estado, la Religión, y nos atan, y nos fajan, y somos por toda la vida un caballo embridado”. Por ello, los medios construyen diariamente y en parte el imaginario simbólico que nos identifica y que identificará la opinión que sobre nosotros tengan los futuros lectores de nuestro tiempo. Sin importar que la noticia dada sea una mentira, los medios de comunicación la hacen correr sin misericordia, llegando quizás a los extremos de los burdos métodos de persuasión publicitaria que esconden imágenes en un cubo de hielo y las no menos famosas "bolas políticas".
Don Tulio Febres Cordero, el “patriarca de las letras merideñas”, tiene un pequeño texto sobre las “bolas políticas en la historia”, donde muestra ejemplos de cómo la opinión publicada iba en contra de la realidad para alcanzar fines funestos. Un ejemplo tomo de allí:

Para terminar, y ya que del insigne Páez se ha tratado, incluiremos en estos apuntes un pasaje de la carta que le escribiera desde Pernambuco el general José Ignacio de Abreu y Lima, con fecha 18 de septiembre de 1868:

‘Vive al fin el general Páez, que yo creía muerto desde que leí en un diario que usted había sido víctima en Cumaná de un terremoto, que había desplomado el Cuartel sobre usted. ¿De dónde diablos partió esta noticia? ¿O sería uno de tantos embustes con que los odios políticos acostumbran alimentarse?
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Es una eterna lucha la de la opinión pública versus la opinión publicada.

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