La música, al igual que todo verdadero arte, transporta sueños, angustias, ambiciones y temores del artista y del tiempo que le ha tocado vivir. Siendo así, podríamos tomar cualquier canción y hurgar en ella la visión de la sociedad que se refleja entre cada letra y cada cadencia escuchada. Imaginen entender el lamento hispanoamericano a través de la Nueva Canción Latinoamericana de los sesenta y setenta, con Violeta Parra, Alí Primera, Víctor Jara y Atahualpa Yupanqui; o atisbar el sopor de tedio de la juventud ya sin ideologías de la década de los ochenta con “Cuando seas grande” de Miguel Mateos; comprender la diáspora latinoamericana que produjo la dictadura argentina con “Plateado sobre Plateado (Huellas en el mar)” de Charly García; recordar la indignación social venezolana de los noventa con “Políticos Paralíticos” de Desorden Público o “Merenfunk” de Evio Di Marzo y su Adrenalina Caribe.
Así lo hizo una amiga con la conocida canción “La casa de Fernando”, de la Billo’s, y según la interpretación dada por ella puede verse en la canción el derroche de la Venezuela saudita de los años setenta. Los invito a leer su excelente reflexión:
Así lo hizo una amiga con la conocida canción “La casa de Fernando”, de la Billo’s, y según la interpretación dada por ella puede verse en la canción el derroche de la Venezuela saudita de los años setenta. Los invito a leer su excelente reflexión:
El festín de Fernando
(cuadro retrospectivo)
(cuadro retrospectivo)
Siempre me he preguntado si otros pueblos –aparte del venezolano– gozan de un repertorio de canciones navideñas de tradición tan estable y duradera. Es inimaginable una Navidad venezolana sin los ya clásicos Sin rencor, Faltan cinco pa’ las doce, La grey zuliana y los infaltables de la Billo’s.
Fue precisamente una de estas últimas tardes decembrinas cuando, sentada en una camionetica de transporte público, escuché en la radio una melodía que me pareció muy familiar, y ante las opciones que tenía de escuchar el ruido de la calle o el cieguito que pedía “500 bolos que no empobrecen ni enriquecen a naiden”, me decidí a prestarle atención a aquella canción que había escuchado todas las navidades de mi vida, que no es otra sino la célebre "La casa de Fernando" de la Billo’s.
Viajando en la camionetica, imaginaba entonces a los borrachines amigos de Fernando un domingo cualquiera de aquellos más “bondadosos” años setenta:
Domingo al atardecer vamos a casa de Fernando
como no hay nada que hacer seguro nos está esperando.
Lo mismo que pienso yo una docena está pensando
como no hay nada que hacer vamos a casa de Fernando.
como no hay nada que hacer seguro nos está esperando.
Lo mismo que pienso yo una docena está pensando
como no hay nada que hacer vamos a casa de Fernando.
Y Fernando, rozagante y espléndido recibe a sus amigos al tiempo que le dice a su esposa:
y prepare más comida que la gente está llegando.
Así, la infortunada mujer trata de calmar a los muchachitos que no paran de llorar, mientras calienta hallacas, destapa cervezas y sirve pasapalos.
Sentados en una mesa rebosante de tequeños y bolitas de carne, seguramente Fernando y sus “alegres” amigos hablan de la última campaña electoral, de la “Democracia con energía”, del carro último modelo, de la “oportuna Guerra del Yom Kippur que nos está llenando los bolsillos”, de las vainas de Nixon, del buen gusto de Diego Arria, de los petrodólares y de las maravillas de ofertas para viajar a Estados Unidos y a Europa.
Sírvame otro palo’e ron que ahora sí estamos gozando.
En la casa de Fernando nos estamos amañando...
En la casa de Fernando nos estamos amañando...
El festín no se acaba sino hasta que no quede nada que pueda ser consumido; hasta que la última cerveza, el último tequeño y el último trago de ron hayan sido servidos, pues ya sabemos que los amigos de Fernando sufren de una especie de furor consumista. Son langostas insaciables.
Fernando se va a arruinar
Fernando se va a arruinar
Fernando se va a arruinar
Era esa “La Gran Venezuela”, la Venezuela de la abundancia, en la que mientras los ingresos petroleros crecían, Fernando y sus amigos hipotecaban al país y derrochaban el dinero en su eterna borrachera colectiva.
En la Venezuela de hoy los amigos de Fernando sueñan, o más bien amenazan, con un “inminente regreso”, los vemos todos los días haciendo alharaca en los medios, los vimos hace pocos días en las elecciones de la Asamblea Nacional, donde lo único que les faltaba era el palo‘e ron porque no estaban gozando. Sí, son los mismos de siempre. Los culpables del desastre que llevó a Venezuela a la ruina. Para no correr el riesgo de olvidar, cada Navidad escucharemos la guapachosa cancioncita de aquellos años setenta, aquel tiempo en que Fernando y sus amigos estaban en el clímax de su borrachera y pensaban que la Venezuela saudita era para siempre.
(1999)
Una disculpa.
ResponderBorrarNo soy sudamericano ( soy Mexicano) pero me gusta la música me parece que la canción que dice "Domingo al atarecr vamos a cas de Fernando" es una caracterización de algunos de nuestros pueblos latinoamericanos.
hay ralidades semjantes en mi país y el mundo rueda pero la cultura sigue
Justino Maza
Boca del Río, Veracruz, México
Justino es cierto Mexico esta en norte américa (continente );pero recuerda que es un país latino y que compartimos: historia,idioma entre otras similitudes,que no, nos diferencian o si ? soy venezolano y siento que América es una sola y no un espacio geográfico y nuestr música es reflejo de nuestra cultura como identidad independiente que nos diferencia a la Madre Patria.
ResponderBorrar