28 febrero, 2007

En marzo florecerán seis papiros literarios


“Autores reconocidos y nuevos talentos” es el lema que distingue nuestra colección Papiros en su nueva etapa. Con el propósito de estimular la creación literaria entre los jóvenes escritores, especialmente entre los universitarios, Equinoccio publica en esta colección sus poemas, narraciones y ensayos, alternándolos con los de figuras de reconocida trayectoria literaria.

Los primeros seis títulos serán presentados el próximo miércoles 7 de marzo, a las 7 pm., en el auditorio de la Corporación Andina de Fomento (Av. Luis Roche con 1ª transversal, Altamira, Caracas).

Esa tarde, Armando Rojas Guardia presentará “Luz oval”, de Elizabeth Schön, el libro que visualizamos desde un inicio como estandarte de la colección, así como “Mujer a fuego lento”, de la joven Natasha Tiniacos. El narrador y crítico Antonio López Ortega ofrecerá su lectura de “Salvar a los elefantes”, la primera novela del reconocido poeta Luis Enrique Belmonte, y el volumen de cuentos “Desde el caleidoscopio de Dios”, de Carlos Ávila. Finalmente la presentación de los ensayos de Victoria de Stefano (“Poesía y modernidad, Baudelaire”) y de Oscar Rodríguez Ortiz (“Los bordes de la continuidad”) correrá por cuenta del ensayista e investigador Miguel Ángel Campos.

Natasha Tiniacos y Carlos Ávila son licenciados en Letras egresados recientemente de LUZ y UCV, fueron los ganadores en los rubros de poesía y cuento en el I Premio Nacional Universitario de Literatura 2004, organizado por el Núcleo de Directores de Cultura de las universidades venezolanas. Las obras ensayísticas de Rodríguez Ortiz y de Stefano preceden al libro “Mundos de tinta y papel. El libro en la Venezuela colonial”, de Diego Rojas Ajmad, joven profesor de la Universidad de Guayana, de próxima publicación.

La colección fue concebida en un formato pequeño y liviano, acorde con el disfrute de la lectura. Posee un atractivo diseño de Analiesse Ibarra en el que la secuencia de las portadas muestra una ola que va cambiado de color. Como diagramadores participaron José Vicente Leal y Helena Maso. La corrección de estilo fue realizada por José Manuel Guilarte (con apoyo de César Russián). Guilarte cuidó además la edición hasta el último detalle y hasta el último momento en los talleres de La Galaxia, responsables de la impresión. Todo el proceso contó con la coordinación editorial de Carlos Pacheco.

Hasta el domingo 4 de marzo, el conjunto de los seis volúmenes estará a la venta en nuestro stand del Salón del Libro (CIEC – Universidad Metropolitana), con un descuento promocional de lanzamiento del 30%. Esta promoción se ofrecerá también la noche del lanzamiento. Como de costumbre, la distribución está en manos de Edic-Ven, C.A.

La velada del 7 de marzo será iluminada por la presencia de los autores, en especial por el brillo de ese ser tan especial que es la poeta Elizabeth Schön. Nuestro agradecimiento a todos ellos por su confianza. También a los directores de serie, Gina Saraceni (poesía) y Luis Barrera Linares (narrativa), así como a los prologuistas Edda Armas (“Luz oval”) y Luis Miguel Isava (“Poesía y modernidad”). Junto con Joaquín Marta Sosa y Antonio López Ortega, miembros del Consejo Editorial de la USB, todos ellos tuvieron la generosidad de apoyarnos con su experto consejo.

Con este lanzamiento, Equinoccio avanza hacia su consolidación como editorial universitaria moderna, diversificada, profesional y competitiva. Acompañarnos esa tarde cuando presentemos la colección y adquirir estos nuevos seis títulos es una forma de apoyar ese proceso.

Tomado de: Equinocticias 31. 01-03-07 Novedades de la Editorial Equinoccio – USB

27 febrero, 2007

Una lección de Física


La clase comenzó a la hora señalada. Ni un minuto más ni uno menos. El profesor, flaco y de barbas, clausuró el silencio que aguardaba en los expectantes ojos de los estudiantes:

-La Física no es una “materia” que deben cursar porque se les quiere fregar la vida. La Física es como un lente con el cual pueden ver más allá de lo que les muestra el sentido común. La Física nos puede a ayudar a vivir…

Pasaban los minutos y crecía mi desconcierto pues creía que el profesor comenzaría a llenar de fórmulas el pizarrón y no a decirnos que en esa asignatura entenderíamos lo que pasa con nuestra vida. ¿Que la Física puede explicar nuestra existencia? Eso era imposible.

-Les pondré un ejemplo para que puedan entenderme mejor –continuó el profesor, ahora señalándome con su marcador. ¿Dime qué ocurre cuando una fuerza irresistible se topa con un objeto inamovible?

No se me ocurrió otra cosa que encogerme de hombros. El profesor, con el rostro en éxtasis, dijo como en forma de acertijo:

-Seguramente conoces el amor. Piensa un momento en la mujer que te gusta y encontrarás la respuesta a esa pregunta; así entenderás la relación entre la Física y la vida…

26 febrero, 2007

Que cabalgue nuevamente Mío Cid...


El “Poema del Mío Cid” es uno de mis libros favoritos. Poseo en mi biblioteca varias ediciones de la obra medieval española, contando entre las más preciadas la edición con notas explicativas de Andrés Bello y las obras exegéticas de Ramón Menéndez Pidal y Miguel de Unamuno. Recurrentemente vuelvo a las páginas del Mío Cid buscando imágenes, valores, actitudes y juicios que puedan guiar mi presente. Recuerdo vagamente haber oído en mi bachillerato acerca de Rodrigo Díaz de Vivar, pero, como todo en el bachillerato, más importante era aprender a ser adolescente.
Ya en la Universidad, en las clases de "Historia de la Lengua Española", uno de los objetivos era leerse el poema en su versión original, es decir, en su forma versificada y en castellano antiguo. La experiencia fue magnífica. Fue tan maravillosa que hasta en medio de las hazañas del Cid y su larga barba, sus espadas Tizona y Colada, Martín Antolinez, los Infantes de Carrión, conocí a mi primer amor. Quizás haya sido coincidencia. Quizás me obligué a ver en los ojos de la flaca de frenillos que se sentaba en primera fila los mismísimos ojos de Ximena.
La historia de un ser humano que mantiene su integridad ante la desgracia; un ser humano que defiende familia, honor y leyes por encima de toda apetencia personal es lo que el "Poema del Mío Cid" nos ofrece.Qué bueno sería, aprovechando que este año celebramos los 800 años de la primera edición del "Cantar del Mío Cid", que revivamos las hazañas del Campeador. Los maestros y promotores de lectura tienen la palabra.

24 febrero, 2007

El que persevera...


Recuerdo una frase del escritor Andrés Mariño Palacio, redactada durante sus últimos años de vida, recluído en un manicomio. Escrita en un cuaderno, la frase de Mariño Palacio se muestra con un trazo seguro, firme. Dice así:

El secreto de la vida: dejar que la vida fluya.
El que espera sabiendo esperar siempre vence.

Ahora que lo sé, nada me detendrá. Aguardaré, cual Hamlet, Vladimir y Estragon, por la hora propicia...



22 febrero, 2007

Para Elisa...

Los que el domingo 25 de febrero a las 6:30 pm estén merodeando el Salón del Libro (Auditorio Atlántico, CIEC, Universidad Metropolitana, Caracas), aprovechen la oportunidad de acercarse al Foro "Para Elisa", en el cual Milagros Socorro, Antonio López Ortega y María Josefina Barajas estarán conversando sobre la obra cronística, ficcional y dramatúrgica de Elisa Lerner. El evento contará con la participación de la escritora.
Salud y larga vida a la autora de "Yo amo a Columbo".

Ciudad de estatuas sin nombre

Había mencionado en un post anterior lo difícil que es la ciudad de Puerto Ordaz para el recién llegado. A mí, andino de nacimiento, me cuesta entender aún el porqué de la actitud tan hostil del guayanés hacia la ley, su lucha contra toda norma social, su exasperante locura ante el volante de un automóvil. Quizás pueda entenderlo como ganas de ser libre, de ser parte constituyente de la naturaleza que adorna el hermoso paisaje de estas tierras.
A esos rasgos se suma el de la desmemoria. Llevo ya varios meses preguntando a quién representa el busto que está ubicado al comienzo de la Vía Caracas, al lado de la CANTV, y aún no consigo la respuesta. Otros bustos sin nombre se consiguen en la ciudad; ciudad de no más de 50 años de fundada y en la cual ya el tiempo ha hecho de las suyas. ¿Sabe alguno de ustedes el nombre del personaje?

20 febrero, 2007

Extraña aparición en Guayana

Desde el sonado caso de la arepa milagrosa, suceso ocurrido hace más de tres años según el cual la parte quemada de una arepa dejaba ver el rostro de la virgen, los testimonios de apariciones habían dejado de ser parte noticiosa en la prensa y la televisión venezolanas.
La situación cambió este mes de febrero cuando en Puerto Ordaz, específicamente en la parroquia Unare II, apareció el rostro de Cristo en el costado de un matero de barro. Representantes parroquiales de la Iglesia ya han seguido las investigaciones de rigor para establecer la veracidad del asunto y descartar la idea que se trate de una “broma” de algún residente de la zona.
Estos temas han despertado mi curiosidad desde mi época de adolescente, influenciado quizás por las lecturas de von Däniken, especialmente de su libro “Las apariciones”. Sea cierto o no, sea en realidad algún mensaje de un ser superior o las ganas de los seres humanos de seguir creyendo en algo, la verdad es que este tema es llamativo para el estudio de las sociedades y sus mentalidades.
Me gustaría ver un libro que no he logrado conseguir en mis treinta y tantos años de ratón de biblioteca: una recopilación de las imágenes de las apariciones y agruparlas según un estudio estilístico o iconológico para entender así la “corriente” estética o el estilo del autor de esas imágenes; es decir, el estilo de Dios. ¿Alguno ha visto un libro parecido?


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17 febrero, 2007

¿Lee usted en el baño?


Henry Miller, el clandestino autor de nuestra adolescencia, escribió una curiosa obra que lleva por título “Los libros en mi vida” (puedes descargar el libro aquí en pdf). En él, el autor de “Trópico de Cáncer” hace un repaso de su biblioteca personal, de sus lecturas y de cómo la relación con las obras de la literatura universal formó su escritura y su actitud ante la vida. Es un buen texto para los que tienen por tema de interés la promoción de la lectura.

En el texto de Miller existe un capítulo dedicado a las lecturas realizadas en el baño, lugar por excelencia de la meditación y del encuentro con uno mismo. Dice Miller:

Hay un tema relacionado con la lectura de libros que creo que vale la pena desarrollar porque implica un hábito que es muy generalizado y sobre el cual, que yo sepa, muy poco se ha escrito: me refiero a la lectura en el retrete".

De verdad que hacen falta estudios que investiguen las consecuencias de los hábitos de lectura en el baño y su influencia en la sociedad. Imagino que en esas horas solitarias se presenta el momento propicio para el vuelo de la imaginación, la creación, la lectura sediciosa. ¿Cuántas revoluciones nacieron en el retrete? ¿Cuántas teorías nacieron durante la lectura acuclillada?

Nuestro Ludovico Silva, en el mismo tono, habló alguna vez de sus lecturas de baño:

Yo también tengo mis lecturas de retrete. En mi retrete, por ejemplo, está una edición abreviada del “Diccionario Filosófico” de Ferrater Mora: uno puede leerse un artículo completo en cada sentada. No sé por qué cada vez que lo abro me aparece el artículo “Sensación”. Otra lectura mía en el retrete es el “l’Amadís de Gaula” en la edición de Ángel Rosenblat. Del mismo Rosenblat tengo en el baño las “Buenas y malas palabras”, de la última edición, de Edime, dedicada a mí por el querido maestro. La discusión filológica ayuda al estreñimiento, aunque yo no suelo sufrir de ese mal. También tengo en el baño un ejemplar de la edición italiana de un libro mío sobre Marx que se titula en la lengua del Dante “Lo stilo letterario di Marx”. Me divierte leerme a mí mismo en italiano; visto en un idioma extranjero, uno parece como más inteligente y profundo”.

En mi baño, para el día de hoy, reposan tres autores: Papini, Esopo y Asimov. Cada semana sale un autor y entra uno nuevo a acompañar mis discretas horas.

¿Y usted qué lee en el baño?

16 febrero, 2007

Las fábulas de Esopo


Esopo Montiel, en su ardiente Saladillo, tenía por costumbre alargar las conversaciones hasta que sus oyentes, ya cansados, abandonaban el lugar de tanto oír exageradas e interminables historias. Esopo terminaba siempre hablando solo hasta que el sol, al amanecer, comenzaba a salir nuevamente a realizar su trabajo de hacer sudar hasta las piedras.
Nadie se atrevía a preguntarle a Esopo, al encontrarlo en la calle, acerca de su vida o de su salud porque las consecuencias eran previsibles: perder el día.

-¡Vergación, Esopo! Hoy andáis demacrado...
-Ni te imagináis lo que me pasó, Ovidio. Ayer al regresar a la casa encontré algo espantoso...

Y el cuento de Esopo Montiel era como una vaguada que iniciaba con una pequeña bola de lodo y terminaba, ya avanzadas las horas, en una extenuante avalancha de palabras.
Ya los paisanos de Esopo estaban hartos de su “lenguaje florido”, frase que le oyeron decir al doctor del barrio, quien tuvo que prohibir las consultas a Montiel porque estaba perdiendo clientela al dedicar todo el día al único paciente:

-¿Y qué siente, Esopo?
-Déjeme contarle, doctor...

Y la luna comenzaba a reflejarse en el lago cuando Esopo salía, sin récipe, de su consulta médica.
En El Saladillo, al ver a Esopo Montiel caminar por las coloridas calles, las personas inmediatamente corrían a simular estar muy ocupadas; y si los ojos de Esopo se topaban con alguien, esa persona no abría la boca, sólo daba un pequeño saludo con la mano y seguía en su fingida ocupación.
Una mañana ocurrió algo inusual. Esopo Montiel caminaba desconsolado, como de costumbre, y logró ver a un niño a la sombra de una mata de mango. Una amplia sonrisa le gritaba desde la mata para que se acercara.
Al llegar al niño, Esopo oyó algo que lo dejó desconcertado:

-Esopo, contame un cuento.

Desde ese momento Esopo Montiel entendió que el asombro y la curiosidad son aún bienes de la humanidad, resguardados en las pequeñas mentes de los niños. Al pasar los años, la frase “¿por qué?”, que adorna la boca de los infantes, desaparece en la edad adulta. Mañana tras mañana, se sumaban más niños debajo de la mata de mango a oír las fábulas de Esopo. Boquiabiertos, los adultos al ver aquel jolgorio alrededor de Esopo, sentían en el fondo de su espíritu una chispa que recordaban haber tenido alguna vez...

14 febrero, 2007

Las cuitas del hombre invisible


Todo había iniciado como un juego. Contaba ya seis años y la travesura de querer adornar las paredes de la sala me hizo armarme de creyones de cera y hacer con ellos un lindo paisaje con casitas, montañas y animales, como esos cuadros que le gusta colgar a mi madre. Terminada la faena, y orgulloso por el resultado, mi hermano mayor comenzó a burlarse por el regaño que, según él, mi madre me daría. Mi hermano no se cansaba de danzar a mi alrededor cantando el lerolero y yo no hacía otra cosa que pensar en cómo escaparme de la reprimenda.
Recordé haber visto en Ultramán (¿o fue La Pequeña Lulú?) un episodio en el cual uno de los personajes logra escapar de un malhechor con la fuerza de la mente. Me explico. El personaje se concentró tanto que logró hacerse invisible y así pasar inadvertido a los ojos de su perseguidor. No me quedaba otra opción y comencé a pensar que mi cuerpo desaparecía lentamente y que la luz poco a poco lograba pasar a través de mi franela de Mazinger Z. Para hacer la concentración más rápida, cerré con más fuerza mis ojos y mis puños. La tensión aumentó cuando escuché las llaves de la puerta. Mi madre llegó y mi hermano estaba ahora tirado en el piso muerto de la risa y señalando mi enrojecida cara. La risa de mi hermano cesó cuando mi madre pasó lentamente, cabizbaja, sin saludarme y sin ni siquiera darse cuenta de las paredes rayadas. El experimento había funcionado y el dedo acusador de mi hermano bajaba lentamente con una frustración enorme.
Días después mi madre logró ver las paredes rayadas y lo más curioso es que no preguntó quién lo había hecho. La vi tomar una esponja húmeda y desaparecer poco a poco las vacas y las casas en la colorida montaña. Años después me enteré que el día que inició mi invisibilidad mi madre había firmado el divorcio con mi padre.
Aunque parezca extraño, y quizás Freud pueda explicarme ese estado, la invisibilidad permanece en mí. A pesar de que poseo cuatro direcciones de correo electrónico (hotmail, gmail, cantv, yahoo...) sólo recibo cadenas impersonales, enviadas a largas listas de correo. Y el teléfono celular permanece impávido ante las horas; ni una llamada, ni un mensaje... El sonido que indica haber recibido un mensaje de texto me reanima, pero caigo inmediatamente en la depresión al saber que sólo era una oferta de descuento enviada por la misma empresa telefónica.
Ahora, tres décadas después, cierro nuevamente los ojos y los puños con todas mis ganas, pero esta vez para revertir el experimento y hacerme otra vez visible.
Y la invisibilidad se hace eterna y recurrente al saber que decidiste enamorarte de otro...

13 febrero, 2007

Los muertos plagiarios


Hace algunos meses vino a mi casa un joven y desconocido escritor para leerme, como desgraciadamente suele hacer, algunos cuentos suyos. En cuanto hube escuchado uno, tuve que decirle que el tema y la conclusión los conocía ya por haberlos leído en una fábula póstuma de Oscar Wilde. El talentudo novicio se lo tomó casi a mal, y exclamó:

-¡Qué curioso!, también Oscar Wilde había pensado una cosa que se me ha ocurrido a mí.


Yo, para consolarle, le repuse:


-Por desgracia, los muertos son nuestros mayores plagiarios.


Giovanni Papini. El espía del mundo, 1955.

12 febrero, 2007

La hiedra sobre el muro

Lynnette VanEpps-Smith. “El paredón”, 1991.

Yo soy un muro
Cantar de los cantares (8,10)

Luego de un pequeño rastreo entre una selección de lecturas ociosas, de esas que suceden en las horas más placenteras (en las “deshoras”, diría Picón Salas), la curiosidad nos asalta al encontrar un conjunto de obras cuyo título viene señalado por la palabra “muro”. Ellas son: “El muro” (1943) de Jean Paul Sartre (cuento); “El muro” (1967) de Fernando Paz Castillo (poema); “El muro” (1976) de Alfonso Cuesta y Cuesta (cuento); “La mano junto al muro” (1949) de Guillermo Meneses (cuento); “La cerca de piedras” (1966) de Antonio Arraiz (poema); “Los murados” (1958) de Humberto Rivas Mijares (cuento) y “El muro” (1968) de Pink Floyd (canción-película).
¿Por qué la recurrencia en la palabra? ¿Cuál ha sido la función universal del símbolo muro en esas obras? Según el conocido Diccionario de los símbolos de Jean Chevalier (1991) el muro, por ejercer el oficio de separar, evoca tanto la protección como la prisión. Seguridad/Ahogo, Defensa/Encarcelamiento, eso ha representado el símbolo muro en la tradición musulmana e hindú; pero la tradición egipcia introduce un nuevo elemento: la altura. Para el egipcio mientras más alto es un muro más evoca la nobleza. En las teorías analíticas modernas el muro simboliza el ser interior. Los místicos medievales lo llamaron “la célula del alma”, el lugar sagrado de las visitas y de la morada divinas. Este sentido “metafísico” del símbolo lo emparenta con las ideas filosóficas de Karl Jaspers y Maurice Blanchot, para quienes la angustia, la duda, la encrucijada a la que llega el hombre en ciertas circunstancias extremas representa un límite que separa la vida de la muerte, el seguir siendo un ser alienado de la vida libre y plena. Blanchot resume:

"La experiencia límite es la respuesta que encuentra el hombre cuando ha decidido ponerse radicalmente en entredicho. Esta decisión, que compromete a todo el ser, expresa la imposibilidad de detenerse, ya sea en un consuelo o en una verdad (...). Una interrogante que (...) a veces rompe con el mundo para terminar en un más allá del mundo donde el hombre se confía a un término absoluto (Dios, Ser, Bien, Eternidad, Unidad), -y donde, en todos los casos, renuncia a sí mismo".

Por estas razones no sería descabellado emparentar esta idea de crisis existencial con el símbolo muro. Para demostrarlo vayamos a los textos...
Fernando Paz Castillo (1893-1983), poeta venezolano de la llamada generación del 18, fue junto a Luis Enrique Mármol, José Antonio Ramos Sucre y Pedro Sotillo, entre otros, los forjadores del primer intento coherente por asumir la modernidad en la literatura venezolana. De estilo mesurado, “místico”, la obra de Paz Castillo evoca tanto la naturaleza romántica -adecuada a los sentimientos del poeta- como el erotismo platónico y la profundidad gnóstica. Muestra de ello son sus títulos: La voz de los cuatro vientos (1931), Signo (1947), Persistencias (1973), El otro lado del tiempo (1967)... De este último poemario hemos escogido el poema “El muro” por las razones conocidas. Este poema está presentado en diecisiete estrofas de verso blanco, adornando su inicio con un epígrafe, unos versos de John Keats que evocan la idea de la Verdad, la Belleza y la búsqueda del conocimiento (recordemos las palabras de Blanchot sobre los términos absolutos). Paz Castillo define al muro como: “una línea blanca, indefinida”; “Es súbito camino, no límite de sombra y canto,”; “Misteriosa cruz que sólo muestra/su brazo horizontal./Unida por la oscura raíz,/a la tierra misma de su origen confuso;/y al cielo de la fuga/por el canto y el ala:”. Es decir, adjetivos y figuras que remiten a un concepto “religioso” o trascendental del símbolo. En la estrofa VII Paz Castillo relaciona la figura de Dios con la de muro: “Dios -muro frente a recuerdos y visiones-”. Pareciera que el muro separa lo mortal de lo divino, el hombre de Dios, el límite entre la vida y la muerte que es el origen de toda angustia. En el poema es reiterada la intuición de la muerte (intuición que se manifiesta en todos los textos cuyo título expone la presencia del muro ya mencionados en la introducción): “¿Morir?.../Pero si no hay nada más bello en su hora/-frente al muro-” (VIII).
Por su parte, Antonio Arraiz (1903-1962) dio inicio a la vanguardia poética con la publicación de su libro Áspero en 1924. De lenguaje crudo y comprometido con la lucha social, el poema “La cerca de piedras” -sacado de los poemas póstumos recogidos en el libro Obra poética- obedece igualmente a esa condición de la descripción llana que rigió a la mayor parte de su obra. A pesar de utilizar Arraiz la primera persona del plural al igual que Paz Castillo, vemos que en el primero la narración no es tan “intimista”, no expone un suceso cuya significación de superficie sea tan hermética como la del segundo. En “la cerca de piedras” se narra la construcción de un muro por parte de un sujeto llamado Harry Keene -anciano, para mayores detalles- quien sin acabar su cometido muere en la faena. El muro es presentado como la propia vida del viejo, como su extensión: “Levantaba las piedras con sus manos nudosas/como si fueran sus hijas”; “las manos bastas, que no se sabía/dónde terminaba la mano/y dónde empezaba la piedra”.
Arraiz da un carácter natural al muro -al igual que Paz Castillo- al decir: “La cerca iba apareciendo en la tierra/como creada por ella”. Esta situación irónica por el intercambio de los roles de artificio/naturaleza da un matiz singular a la figura del muro. Paz Castillo dirá: “Unida, por la oscura raíz,/a la tierra misma de su origen confuso;”. ¿Qué mejor aviso para decir que no se trata de un muro material, sino de un muro orgánico, vital? En ese sentido Arraiz relaciona al muro con un ser humano: “La cerca iba saliendo recta / como la vida del justo.” (34-35), al igual que Paz Castillo que como ya vimos lo emparenta con Dios.
Vemos entonces que en los dos poemas el símbolo muro está en función de la idea de muerte. En Paz Castillo la preocupación es por saber qué hay más allá del muro, de la vida. Arraiz no se hace esa pregunta y se conforma con decir que el transcurso de nuestra vida es una continua fabricación de ladrillos para que al final del camino nos topemos con el muro.Hemos visto entonces a dos autores y a un mismo símbolo. Paz, Arraiz y el muro. Distintos senderos que conducen a un mismo cercado. O distintas hiedras que se unen por ambos lados del muro...

09 febrero, 2007

¡¡¡A gozar con los Chang!!!


Los Hermanos Chang están de aniversario y para la ocasión no podía faltar el negocio de la Agencia de Festejos.

Pasen para que encuentren una buena rumba, y ¡salud!