Hace algunos meses vino a mi casa un joven y desconocido escritor para leerme, como desgraciadamente suele hacer, algunos cuentos suyos. En cuanto hube escuchado uno, tuve que decirle que el tema y la conclusión los conocía ya por haberlos leído en una fábula póstuma de Oscar Wilde. El talentudo novicio se lo tomó casi a mal, y exclamó:
-¡Qué curioso!, también Oscar Wilde había pensado una cosa que se me ha ocurrido a mí.
Yo, para consolarle, le repuse:
-Por desgracia, los muertos son nuestros mayores plagiarios.
Giovanni Papini. El espía del mundo, 1955.
Jolines!
ResponderBorrarLe acabo de contar a Jean Paul y Simone, que los tengo aquí a mi lado, esa anécdota y están completamente de acuerdo... claro después de reirnos un rato.
esos muertos gozan de buena salud, dirían por ahí. La anécdota hizo que recordara algo que voy a poner en mi blog dentro de un rato. Siempre pasear por aquí me da buenas ideas, muchas gracias
ResponderBorrarGracias amigos por los comentarios. Aquí estoy de nuevo quitándole las telarañas al blog después de unos días sin usarlo.
ResponderBorrarAsí es. El otro día escribí el Quijote, y me di cuenta de que un tal Cervantes me había plagiado hace unos siglos.
ResponderBorrarEso pasa!
ResponderBorrarPasa igual con la poesia. Una vez, en un taller de poesia, lei un poema que habia escrito, donde un verso decia "esta casa no es mas mi casa", o algo parecido, y resulta que Garica Lorca habia escrito algo identico, no se si en Romancero Gitano o Llanto por Sanchez Mejia. No solo nos plagian los muertos, sino los muertos maricones (Wilde y Garcia Lorca), jaja...
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