En mis tardes de recreo
habitaba la raza del sahumerio y la túnica florida;
desandaba caminos en las cruzadas con el Rey Arturo
y daba golpizas a diestra y siniestra en el viejo oeste.
Combatía tigres y dragones,
moros y asaltantes de bancos,
cuando en realidad eran hormigas, grillos
y algunas cuantas mariposas.
La aventura acudía siempre
con el repicar del timbre.
Hoy,
turista jubilado,
repaso las viejas postales de la infancia.
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