Iniciaré este post recordando una frase de la filosofía empirista que dice: “ser es ser percibido”. Esta frase, dicha hace varios centenares de años, exaltaba el uso de los sentidos para la condición de la existencia. Es decir, para que algo exista debe ser visto, olido, gustado, escuchado o tocado.
Esta frase se manifiesta en su máxima expresión en el caso de las publicaciones universitarias. Una universidad, aunque parezca radical esta afirmación, existe por sus publicaciones. Voy a explicar esta aseveración. Una universidad no agota su ámbito de influencia en los pasillos y claustros ni delimita su función en el otorgamiento de la toga y el birrete para sus egresados. Una universidad tiene por esencia la creación de saberes; es el “gran creador”, si me permiten semejante término, que llevará el conocimiento y la innovación hacia otras geografías y hacia futuros tiempos.
Sabiendo esto, sin embargo, la realidad es otra. La experiencia vista y conocida en la mayoría de las universidades venezolanas es descuidar la producción editorial y más aún su mercadeo y la distribución de lo impreso. Vayamos por ejemplo a cualquier Fondo Editorial Universitario del país, a cualquier cubículo de profesor que haya publicado su investigación, y veremos en la mayoría de los casos una inmensa pila de paquetes forrados en papel marrón de embalaje. Pareciera que las palabras dichas en 1986 por el poeta venezolano Luis Alberto Crespo no han perdido vigencia:
“Las políticas promocionales de las casas editoras parecieran complacerse incomprensiblemente en atesorar en sus desvanes una vasta población de fantasmas, confundiendo el negocio editorial con un cementerio de papel”.
Pero hagamos un ejercicio práctico y recorramos las librerías de la ciudad. ¿Es posible conseguir allí la producción de la Universidad de Los Andes, de La Universidad del Zulia, de la Universidad Central de Venezuela? ¿Podemos siquiera encontrar lo publicado por las universidades de la región Guayana?
Podemos también ceñirnos a las cifras y ver entonces el dramático cuadro ahora en la frialdad del número. Según las estadísticas recogidas, la producción editorial nacional comparada con la producción editorial universitaria en el transcurso del 2002 es la siguiente:
Producción editorial nacional: 3.189
Producción editorial universitaria: 382
La proporción se mantiene desde 1982, oscilando el aporte de las universidades a la producción editorial nacional con una participación entre un 8 y 13%. Pero esas son cifras que reflejan la cantidad de títulos publicados por año. En cuanto al tiraje, es decir la cantidad de ejemplares impresos, vemos en el año 2002 una panorámica aún más desoladora.
Producción editorial nacional por tiraje: 9.050.872
Producción editorial universitaria por tiraje: 718.450
Pero, ¿por qué son estas cifras desoladoras, si más bien un número tan sonoro como 9.050.872 no enfada ningún oído? Recordemos que la publicación, cuyo origen etimológico es “sacar a la luz”, tiene como fin el llegar al público lector, si no, no vale la pena el esfuerzo editorial. Por ello, si la producción de Venezuela para el año 2000 fue de 9.050.872 ejemplares, cuando el país tenía una población de 24.169.744 habitantes, pues sólo nos queda la sencilla operación de dividir para conocer la cifra de publicaciones per cápita dándonos como resultado una insignificante cifra de 0,37 publicaciones por persona. Si esto es así, la cifra indica graves deficiencias en el acceso de la población a las publicaciones, es decir al conocimiento. La cifra equivalente de Brasil (señalada como muy baja) es 2 libros por habitante, no obstante ser este país el octavo en volumen de producción del planeta, con 369.186.474 ejemplares impresos.
Pero no nos quedemos observando sólo nuestro jardín. Veamos cuál es la situación en el resto del mundo, y para ello observemos este cuadro comparativo entre Venezuela, España y Gran Bretaña con respecto a la aparición de nuevos títulos y al número de empresas editoriales en el año 2000:
Gran Bretaña: más de 100.00 nuevos títulos con 3.000 empresas editoriales
España: más de 50.000 nuevos títulos con 2.000 empresas editoriales
Venezuela: 3.015 nuevos títulos con 330 empresas editoriales
Como vemos, y hasta ahora no hemos hecho otra cosa que analizar los factores fundamentales del mercado como lo son la oferta y la demanda, la comercialización editorial en Venezuela tiene grandes retos que enfrentar: por un lado aumentar la demanda emprendiendo campañas para el fomento de la lectura y haciendo del libro parte fundamental de la vida del venezolano. Por otro, diversificar la oferta y delinear para ello en cada fondo universitario políticas que conlleven a tomar en cuenta al lector como sujeto último de la cadena de producción editorial.
Esta frase se manifiesta en su máxima expresión en el caso de las publicaciones universitarias. Una universidad, aunque parezca radical esta afirmación, existe por sus publicaciones. Voy a explicar esta aseveración. Una universidad no agota su ámbito de influencia en los pasillos y claustros ni delimita su función en el otorgamiento de la toga y el birrete para sus egresados. Una universidad tiene por esencia la creación de saberes; es el “gran creador”, si me permiten semejante término, que llevará el conocimiento y la innovación hacia otras geografías y hacia futuros tiempos.
Sabiendo esto, sin embargo, la realidad es otra. La experiencia vista y conocida en la mayoría de las universidades venezolanas es descuidar la producción editorial y más aún su mercadeo y la distribución de lo impreso. Vayamos por ejemplo a cualquier Fondo Editorial Universitario del país, a cualquier cubículo de profesor que haya publicado su investigación, y veremos en la mayoría de los casos una inmensa pila de paquetes forrados en papel marrón de embalaje. Pareciera que las palabras dichas en 1986 por el poeta venezolano Luis Alberto Crespo no han perdido vigencia:
“Las políticas promocionales de las casas editoras parecieran complacerse incomprensiblemente en atesorar en sus desvanes una vasta población de fantasmas, confundiendo el negocio editorial con un cementerio de papel”.
Pero hagamos un ejercicio práctico y recorramos las librerías de la ciudad. ¿Es posible conseguir allí la producción de la Universidad de Los Andes, de La Universidad del Zulia, de la Universidad Central de Venezuela? ¿Podemos siquiera encontrar lo publicado por las universidades de la región Guayana?
Podemos también ceñirnos a las cifras y ver entonces el dramático cuadro ahora en la frialdad del número. Según las estadísticas recogidas, la producción editorial nacional comparada con la producción editorial universitaria en el transcurso del 2002 es la siguiente:
Producción editorial nacional: 3.189
Producción editorial universitaria: 382
La proporción se mantiene desde 1982, oscilando el aporte de las universidades a la producción editorial nacional con una participación entre un 8 y 13%. Pero esas son cifras que reflejan la cantidad de títulos publicados por año. En cuanto al tiraje, es decir la cantidad de ejemplares impresos, vemos en el año 2002 una panorámica aún más desoladora.
Producción editorial nacional por tiraje: 9.050.872
Producción editorial universitaria por tiraje: 718.450
Pero, ¿por qué son estas cifras desoladoras, si más bien un número tan sonoro como 9.050.872 no enfada ningún oído? Recordemos que la publicación, cuyo origen etimológico es “sacar a la luz”, tiene como fin el llegar al público lector, si no, no vale la pena el esfuerzo editorial. Por ello, si la producción de Venezuela para el año 2000 fue de 9.050.872 ejemplares, cuando el país tenía una población de 24.169.744 habitantes, pues sólo nos queda la sencilla operación de dividir para conocer la cifra de publicaciones per cápita dándonos como resultado una insignificante cifra de 0,37 publicaciones por persona. Si esto es así, la cifra indica graves deficiencias en el acceso de la población a las publicaciones, es decir al conocimiento. La cifra equivalente de Brasil (señalada como muy baja) es 2 libros por habitante, no obstante ser este país el octavo en volumen de producción del planeta, con 369.186.474 ejemplares impresos.
Pero no nos quedemos observando sólo nuestro jardín. Veamos cuál es la situación en el resto del mundo, y para ello observemos este cuadro comparativo entre Venezuela, España y Gran Bretaña con respecto a la aparición de nuevos títulos y al número de empresas editoriales en el año 2000:
Gran Bretaña: más de 100.00 nuevos títulos con 3.000 empresas editoriales
España: más de 50.000 nuevos títulos con 2.000 empresas editoriales
Venezuela: 3.015 nuevos títulos con 330 empresas editoriales
Como vemos, y hasta ahora no hemos hecho otra cosa que analizar los factores fundamentales del mercado como lo son la oferta y la demanda, la comercialización editorial en Venezuela tiene grandes retos que enfrentar: por un lado aumentar la demanda emprendiendo campañas para el fomento de la lectura y haciendo del libro parte fundamental de la vida del venezolano. Por otro, diversificar la oferta y delinear para ello en cada fondo universitario políticas que conlleven a tomar en cuenta al lector como sujeto último de la cadena de producción editorial.
Quizás así la labor de edición universitaria no sea del todo tan quijotesca.
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