Esta edición de los mejores relatos
de Fabio Morábito, antecedida por un prefacio del laureado poeta venezolano
Eugenio Montejo, es un festín de palabras justas, calibradas según el buen
oficio del decir, y representa además un manjar para la vista debido a la
hermosa y cuidada labor editorial de Bid&Co.
Doce cuentos magistrales componen
este libro de Fabio Morábito, nacido en Alejandría, de padres italianos y
radicado desde muy joven en México, quien se ha convertido ya en un escritor de
referencia de la literatura hispanoamericana con su variada producción poética,
narrativa, ensayística, infantil y de traducción que alcanza la veintena de
libros y han sido traducidos al alemán, inglés, italiano, francés y portugués.
Algunos de los cuentos de la
edición, como “La cigala”, “Los crucigramas” o “Mi padre”, deben considerarse
ya como parte de la mejor literatura de nuestro continente, cuentos en los
cuales los adjetivos y las frases precisas nos recuerdan que la realidad está
hecha también de incertidumbres. La locura, el desasosiego, la sinrazón, la
maravilla que se esconden detrás de la razón y la lógica de lo cotidiano, son
el leit motiv de la obra narrativa de Fabio Morábito, quien con sus cuentos
logra mostrarnos los pliegues de la realidad por donde podemos atisbar el
reverso del mundo.
Al mejor estilo de Kakfa, Cortázar o
Salvador Garmendia, los cuentos de Fabio Morábito seleccionados para esta
edición, y que provienen de los libros “La lenta furia (1989), “La vida
ordenada” (2000) y “Grieta de fatiga” (2006), son la mejor manera de entender
nuestra realidad a través de la litertura más reciente y sorprendernos así de
nosotros mismos.
Eugenio
Montejo, en el prefacio del libro, conjetura la posibilidad de que el propio
autor resulte impresionado al ver el resultado de su creación: “Quizás Morábito
pertenezca a esa rara estirpe de narradores que suelen escribir una historia
para indagar cómo finalmente han ocurrido las cosas. Llegamos a creer que no
pocas veces termine por ser el primer sorprendido”.
Les
aseguro que estas 117 páginas de “Nadie se roba los columpios” nos contagiará
irremediablemente de ese asombro.
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