La revista Investigación, editada por el CDCHT de la Universidad de Los Andes (Mérida-Venezuela), en su edición número 14 correspondiente al segundo semestre del año 2006, publicó un dossier sobre el Instituto de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres” de la ULA. Allí, en una serie de entrevistas con los protagonistas del quehacer investigativo de esa institución, se desliza una polémica que gira en torno al modo de hacer ciencia en el campo humanístico. Veamos.
El profesor Víctor Bravo, miembro del Instituto y reconocido investigador, delimita sus gustos y orientaciones metodológicas de la siguiente manera:
En mi gestión (2001-2003) traté de mantener abiertas todas las puertas, pero naturalmente uno apunta hacia su postura dominante, por tanto, la vinculación literatura-filosofía, tuvo gran importancia. Me parece que actualmente, sin tener un conocimiento completo de lo que se está haciendo, hay una dominante de los estudios culturales, paraliterarios. Esta percepción viene de Estados Unidos, se desarrolló durante un tiempo de manera muy fuerte en el Doctorado de la Universidad Simón Bolívar, luego en la Universidad Central de Venezuela. Creo que ésta es una visión de la literatura importante, pero estrecha, la he valorado y cuestionado mediante un ensayo publicado en varias revistas de Estados Unidos y Europa, titulado “¿Postcoloniales, nosotros? Límites y posibilidades de las teorías postcoloniales”, disponible en Internet.
Ante estas palabras, la investigadora Carmen Díaz Orozco responde:
Es un punto de vista que respeto, sin embargo, no estaría tan de acuerdo. Al menos no en lo que a mí concierne, porque si mi interés es vincular las artes y la literatura es inevitable que el proceso me obligue a abordar la cultura. Es verdad que hay esta directriz, pero no sólo en el Instituto, también en el ámbito internacional hay una tendencia hacia los Estudios Culturales. Creo que eso es sano. Porque, finalmente ¿qué es la literatura? Es tratar de representar lo humano, y ¿lo humano no tiene que ver con la cultura? Entonces por qué establecer compartimientos estancos entre una cosa y otra. Hablar de literatura es hablar de cultura. Divorciar ambas cosas es atentar contra los procesos culturales que dan cabida a las expresiones literarias; es mi particular punto de vista. ¿Cómo hablar de la literatura del Siglo XIX sin pensar en la sociedad, en la cultura, en la imagen y en el arte que, en ese contexto, eran procesos mancomunados? No podemos ponernos unas gríngolas para sólo ver lo literario, sería, a mi juicio, desentender la totalidad del proceso.
En el fondo, esta polémica es de por sí un falso problema, pues la disyuntiva que se presenta es de diversidad de enfoques metodológicos aplicados al estudio de la literatura. La ciencia en general, y en ella se incluyen los estudios literarios, fundamenta sus procedimientos y concepciones sobre la base de tres perspectivas epistemológicas: la racionalista, la empirista y la vivencialista.
Estudiar la literatura desde un enfoque racionalista consiste en observar el objeto de estudio como un hecho universal, como una pieza del lego de los valores y esencias autárquicas que no dependen de contextos, lenguas ni autores. La posición de Víctor Bravo es racionalista.
Intentar comprender la literatura desde la perspectiva empirista, es verla como un producto cultural, identificada plenamente con su contexto, del cual le debe su definición y peculiaridad mismas. Carmen Díaz es empirista.
Un tercer enfoque, ausente por lo visto de las actividades del Instituto de Investigaciones Literarias Gonzalo Picón Febres, es el del estudio vivencialista de la literatura. En él, se parte de conceptos como “sentimiento”, en vez de “comprensión”; se ve a la literatura como una actividad que permite conocernos, pero que para acceder a ese “conocimiento” se requiere de la participación de la literatura como un lector apasionado, o como un escritor más. Me atrevería a incluir a María Fernanda Palacios en este enfoque.
Estos tres enfoques epistemológicos, el racionalista, el empirista y el vivencialista, condensan todas las posibilidades de investigación, irreconciliables en sus fundamentos, pero necesarias todas ellas para entender el universo desde todos sus ángulos.
El profesor Víctor Bravo, miembro del Instituto y reconocido investigador, delimita sus gustos y orientaciones metodológicas de la siguiente manera:
En mi gestión (2001-2003) traté de mantener abiertas todas las puertas, pero naturalmente uno apunta hacia su postura dominante, por tanto, la vinculación literatura-filosofía, tuvo gran importancia. Me parece que actualmente, sin tener un conocimiento completo de lo que se está haciendo, hay una dominante de los estudios culturales, paraliterarios. Esta percepción viene de Estados Unidos, se desarrolló durante un tiempo de manera muy fuerte en el Doctorado de la Universidad Simón Bolívar, luego en la Universidad Central de Venezuela. Creo que ésta es una visión de la literatura importante, pero estrecha, la he valorado y cuestionado mediante un ensayo publicado en varias revistas de Estados Unidos y Europa, titulado “¿Postcoloniales, nosotros? Límites y posibilidades de las teorías postcoloniales”, disponible en Internet.
Ante estas palabras, la investigadora Carmen Díaz Orozco responde:
Es un punto de vista que respeto, sin embargo, no estaría tan de acuerdo. Al menos no en lo que a mí concierne, porque si mi interés es vincular las artes y la literatura es inevitable que el proceso me obligue a abordar la cultura. Es verdad que hay esta directriz, pero no sólo en el Instituto, también en el ámbito internacional hay una tendencia hacia los Estudios Culturales. Creo que eso es sano. Porque, finalmente ¿qué es la literatura? Es tratar de representar lo humano, y ¿lo humano no tiene que ver con la cultura? Entonces por qué establecer compartimientos estancos entre una cosa y otra. Hablar de literatura es hablar de cultura. Divorciar ambas cosas es atentar contra los procesos culturales que dan cabida a las expresiones literarias; es mi particular punto de vista. ¿Cómo hablar de la literatura del Siglo XIX sin pensar en la sociedad, en la cultura, en la imagen y en el arte que, en ese contexto, eran procesos mancomunados? No podemos ponernos unas gríngolas para sólo ver lo literario, sería, a mi juicio, desentender la totalidad del proceso.
En el fondo, esta polémica es de por sí un falso problema, pues la disyuntiva que se presenta es de diversidad de enfoques metodológicos aplicados al estudio de la literatura. La ciencia en general, y en ella se incluyen los estudios literarios, fundamenta sus procedimientos y concepciones sobre la base de tres perspectivas epistemológicas: la racionalista, la empirista y la vivencialista.
Estudiar la literatura desde un enfoque racionalista consiste en observar el objeto de estudio como un hecho universal, como una pieza del lego de los valores y esencias autárquicas que no dependen de contextos, lenguas ni autores. La posición de Víctor Bravo es racionalista.
Intentar comprender la literatura desde la perspectiva empirista, es verla como un producto cultural, identificada plenamente con su contexto, del cual le debe su definición y peculiaridad mismas. Carmen Díaz es empirista.
Un tercer enfoque, ausente por lo visto de las actividades del Instituto de Investigaciones Literarias Gonzalo Picón Febres, es el del estudio vivencialista de la literatura. En él, se parte de conceptos como “sentimiento”, en vez de “comprensión”; se ve a la literatura como una actividad que permite conocernos, pero que para acceder a ese “conocimiento” se requiere de la participación de la literatura como un lector apasionado, o como un escritor más. Me atrevería a incluir a María Fernanda Palacios en este enfoque.
Estos tres enfoques epistemológicos, el racionalista, el empirista y el vivencialista, condensan todas las posibilidades de investigación, irreconciliables en sus fundamentos, pero necesarias todas ellas para entender el universo desde todos sus ángulos.
El título, "Epistemología de la literatura" es muy atractivo. He pensado en este asunto antes y soy de la idea que la perspectiva epistemológica más propiamente humana es la imaginación. Esos métodos de los que está lleno la epistemología, que son en su totalidad meras técnicas, y, por tanto reduccionistas, limitan la potencia intelectual de las personas. La limitan precisamente porque liquidan la imaginación. De su aplicación lo que resulta siempre es más de lo mismo; unas tesis de grado, por ejemplo, que después de haber uno leido una sóla, tiene la sensación de haberse leído todas las demás. Todas dicen lo mismo porque todas siguen la misma pauta. De allí no surge nada nuevo. Es la misma tesis repetida ene veces. Aquí falta la imaginación. Solo abriendo cauces a la imaginación es posible la novedad. La literatura, las artes, la filosofía dan chance a la imaginación, por eso son más ricas que la ciencia. En fin, don Diego, la verdadera actitud epistemológica es la imaginación.
ResponderBorrarUn biologo marino echa sus redes al mar y saca los pescados, luego de medirlos concluye;
ResponderBorrar- Todos los peces son mayores de 5 cm.
alguien lo oye y pregunta.
¿coimo puede hacer una afirmacion tan concluyente'
-debido a que eche mis redes y no saque ningun pez mas pequeño de 5 cm.
-pero eso no evita que existan peces mas pequños.- Si existen mas pequños son peces metaficos y ese no es mi campo de estudio.
-¿Pero no se ha fijado que los huecos de la red son presisamente de 5 cm y por lo tanto los mas pequños de 5 cm no seran atrapados en su red?
el otro que habla es un epistemologo
sifrido, entra en mi blog y lee el post "Egoismo y politica (sobre las idioteces de marx)" el blog es opuscrisis.blogspot.com
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