02 enero, 2008

¿El primer plagio venezolano?

Quien pretenda describir y organizar la historia de la poesía guayanesa se topará con la incómoda situación de anunciar que el primer bardo de estas tierras fue un plagiario. Así lo afirma Roberto Lovera De Sola en su trabajo titulado “Escritores venezolanos de la época colonial y emancipadora”, trabajo que forma parte de su libro Con el lápiz en la mano, de 1990. Allí puede leerse la siguiente referencia:

Pedro de Padilla: Poeta. Ignoramos sus fechas de nacimiento y muerte. Vivía en Santo Tomé de Guayana […]. Como consecuencia del descubrimiento de la ruta que unía a los ríos Apure y Orinoco hecha por el Capitán Miguel de Ochogavía, Padilla escribió un soneto que está inserto en la relación que sobre este hallazgo escribió Fray Jacinto de Carvajal. […] Sin embargo este soneto no es de Padilla. Es sólo un plagio. J.A. de Armas Chitty demostró que el poema de Padilla es original de Pedro Liñan de Riaza y estaba dedicado al Capitán Bernardo de Vargas Machuca quien lo incluyó en 1599 en su Milicia y descripción de las Indias. Lo que Padilla hizo fue cambiar algunas palabras de circunstancia colocando en su sitio otras alusivas al viaje de Ochogavía.

Los versos compuestos por Pedro de Padilla en 1647 son, al decir de Bartolomé Tavera Acosta, “los primeros versos escritos a orillas de nuestro hermoso río”; además de ser “las composiciones más antiguas que impresas se conocen, aparte de las del Rvdo. Castellanos”. Los polémicos versos dicen así:

Los límites de Apure dilatando
cumpliendo su propuesta y sin agüero
descubriendo y domando con su acero
del rebelde gentil la fuerza y mando;
el bárbaro desorden concertando
del altivo Orinoco el Colón primero,
y el primero de Apure, y César muy guerrero
si Ulises con prudencia aconsejando,
Miguel de Ochogavía, fama y gloria
de Barinas y reino, si remoto
¡peregrina hazaña! Hizo cuanto digo:
honre la edad futura su memoria;
ríjase la presente por su voto
y tendrán guerra y paz, premio y castigo:
Hablo cual testigo,
y como tal en él he contemplado
un gran capitán y un gran soldado.

En 1983 Lourdes Fierro Bustillos publica un exquisito trabajo titulado Realidad e imagen de Venezuela en las Jornadas Náuticas (1648) de Fray Jacinto de Carvajal. En él se aviva la polémica del plagio, argumentando a favor de Padilla. Asevera Fierro Bustillos que la “imitación” era una práctica usual en el manierismo artístico y literario. Es más, un artista era valorado más por su capacidad de copia que por su originalidad. Remata Fierro con las siguientes interrogantes:
¿Puede realmente hablarse de plagio en una época en la que toda obra literaria quedaba expuesta a la imitación? En realidad, lo que aquí aparece como un plagio es característica frecuente de la historiografía colonial.

Quizás la afirmación de J.A. de Armas Chitty, expresada en su libro Guayana: su tierra y su historia, de 1968, que dice tajantemente: “Dada la identidad, con las variantes que se indican, de los trabajos que plagian Padilla y Carvajal, nos complace ofrecer el primer plagio ocurrido en Venezuela, a lo menos del que hasta hoy se tenga noticia”, no sea más, pensamos, que un anacronismo del concepto de plagio. Los conceptos culturales cambian con la historia y la geografía, por lo cual el “amor”, la “familia”, el “libro”, etc., son muy distintos cuando se habla desde lugares y tiempos diferentes a los nuestros.

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