16 enero, 2009

La injusticia más grande del mundo


Por Manuel Bazó.-

La más larga de todas las guerras de la humanidad
es la guerra de la mentira contra la verdad.

Imagina que el lugar donde naciste y donde siempre has vivido nunca fue tuyo. Imagina que alguien que vino de muy lejos decidió mudarse a tu tierra sin pedirte permiso alegando que, hace mucho tiempo, allí vivieron los ancestros de sus ancestros. Imagina ahora, que tras tu inquilino forzoso viene otro y otro y otro. Imagina que un día te dicen que quieren fundar allí mismo su país. Que ese país lo harán con su propia religión, sus propias leyes y sus propias costumbres, pero que están dispuestos a dejar un lugar para ti.
Imagina que, viendo la pelea que se avecina, alguien propone una solución salomónica: Divídanse el territorio. De esta línea para allá ellos vivirán en paz en su país y de aquí para allá ustedes, finalmente, tendrán su patria. Imagina que esto te parece una injusticia inaceptable y pides apoyo a tus vecinos para impedir el atropello. Imagina que tus vecinos intentan ayudarte a expulsar al invasor, pero éste resulta tan poderoso, tan amigo de los países más poderosos del mundo, con tantas armas, tanto dinero y tanta propaganda a su favor que no logras detener la ambición, la expansión, la colonización.
Imagina que en sólo seis días de guerra tu invasor te despoja, te expulsa de tu propia tierra y ocupa parte del territorio de tus vecinos. Imagina toda la desigualdad del mundo llevada al plano de la guerra: Una bala contra una piedra, un tanque contra una bicicleta, un misil contra una bala, todo el poder del imperio más feroz del planeta contra un misil. Imagina el resto del planeta contemplando pasivamente la expoliación o limitándose a decir "eso no es problema mío".
Imagina, sólo por un instante, a tus hijos pequeños con su carita y sus ropitas mojadas de sangre. Y si tienes el valor imagina a tu hijo, a tu hermana o a tu madre sin piernas, sin ojos, sin brazos. Imagina que no tienes un solo lugar seguro donde esconderte de la muerte porque la calle es un cementerio, la escuela es un cementerio, el hospital es un cementerio. La cruz y la media luna son rojas pero de sangre y hasta el edificio de todas las naciones que tiene que servir para encontrar la paz es blanco de muerte. ¿Realmente puedes imaginar todo esto? Sólo entonces y tal vez serás capaz de comprender el sufrimiento insoportable que, desde hace décadas, vive el pueblo palestino.

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