05 agosto, 2013

Mirla Alcibíades o la pasión por el archivo

La primera vez que oí acerca de Mirla Alcibíades fue durante mis años de estudiante de Letras, a mediados de la década de los noventa, mientras hojeaba una vieja revista cultural. En las páginas de aquella publicación me topé con un artículo de su autoría que me cautivó inmediatamente por la sencillez con la cual estaba escrito y a la vez por la profundidad de sus ideas, por la profusión de datos y por los novedosos argumentos que ofrecía para entender nuestro pasado. Desde ese instante, y hasta el día de hoy, el nombre de Mirla Alcibíades me acompaña como una de las figuras imprescindibles en las tareas de investigación literaria.
La bibliografía de Mirla Alcibíades, amplia en su temática y enmarcada cronológicamente en el estudio del ochocientos venezolano, poco a poco iba llegando a mis manos y con cada uno de sus libros se afianzaba la idea que tenía de ella como una investigadora sobrenatural, con una capacidad prodigiosa, conocedora de cada uno de los periódicos, revistas y libros editados en la Venezuela decimonónica, como si fuera la depositaria de algún secreto que le permitiera pasar mañana, tarde y noche en los archivos del país sin cansancio alguno. Libros como “Publicidad, comercialización y proyecto editorial de la empresa de cigarrillos El Cojo” (1997), “La heroica aventura de construir una república” (2004), “Manuel Antonio Carreño” (2005), Periodismo y literatura en Concepción Acevedo de Tailhardat” (2006), “Ensayos y polémicas literarias venezolanas” (2007), “Carlos Brandt” (2010), “Andrés Bello en Caracas” (2013), entre otros, son una esplendorosa muestra, sin contar los variados artículos y ponencias, que evidencia el infatigable quehacer intelectual de Mirla Alcibíades.
En cualquiera de sus libros podemos desentrañar la práctica investigativa de Mirla Alcibíades, caracterizada por el uso preciso de citas, el no afirmar nada, ni fecha, lugar de edición o autoría que no haya sido antes verificada y además señalar temas y problemas de los estudios literarios que no han sido abordados en nuestro país. ¿Ejemplos?: algunos investigadores afirman que la literatura infantil no tuvo aparición y desarrollo en Venezuela sino a finales del siglo XIX y Mirla Alcibíades, con evidencias en mano, lo desmiente y dice que ya a mediados del siglo XIX existía la preocupación por el niño en la literatura, con Amenodoro Urdaneta. Otros afirman que la revista “La Guirnalda”, de 1839, tuvo por director a José Luis Ramos, información que se repite sin la constatación física, y resulta que en realidad su director fue el cubano José Quintín Suzarte, dato hallado con solo echar un vistazo a la revista. Aunque parezca sentido común, Mirla Alcibíades nos recuerda que la investigación debe sustentarse en argumentos corroborables y no caer nunca en la repetición acrítica.
En cada uno de sus libros propone un conjunto de posibles temas de investigación que aún esperan por su realización en las Escuelas de Letras o centros de investigación del país: señala territorios vírgenes de nuestros estudios literarios, corrige fronteras, reubica hitos; por ello, gusto de imaginar a Mirla Alcibíades como nuestra cartógrafa de la literatura venezolana.
Mirla Alcibíades ha seguido la tradición de Agustín Millares Carlo, Pedro Grases, Ildefonso Leal, Blas Bruni Celli, entre otros, para quienes el archivo no es letra muerta ni depósito de desperdicios inútiles sino lugar de la memoria, fecunda cantera que resguarda lo que fuimos, somos y seremos.
Mirla Alcibíades, ejemplo de la pasión por el archivo, debe ser lectura habitual en las escuelas de Letras del país y en las universidades en general, para que sirva de guía en el largo trabajo por formar investigadores de nuestra cultura.

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