23 diciembre, 2008

Los libros y el amor según Don Luis Zambrano

No hay libro malo, porque siquiera un libro malo sirve de comparación o de referencia para saber que hay libros buenos, de manera que hasta el libro malo de algo sirve. Pero uno tiene que leerlo para saber que es malo. Yo me he preocupado por leer lo que presta utilidad y a lo que se le puede sacar partido.
El libro que más me gusta es el de la vida. El libro de la vida se lee solo. No hay sino que tomarlo en cuenta. Ahora me cuesta mucho leerlo. Yo veo más sin ellos. Leo un poco y me arden los ojos, entonces no aguanto. A veces mi hija me lee mientras yo observo.
Me gustaba leer algo de historia y casi siempre de mecánica. La mecánica era lo que más leía. Algo de aritmética. Estaba pendiente de los números, me gustaban. No es que yo me adelanté tanto, pero sí, me gustaban.
El libro de la vida no es para el que no sepa leer sino para el que alcance a leerlo. Para leerlo solo hay que vivir y no se puede leer la página de mañana, no más leemos la de hoy, pero podemos tratar de releer la de ayer. Pero la de mañana no. Así, usted puede leer el libro de toda una época pero no el de toda una vida.

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Yo me di cuenta de que el hombre sin mujer no vale nada. Al lado de la mujer vale por once, porque uno y uno son once. En cambio uno no vale sino uno y al lado de ella, que vale diez, se completan los once.

Tomado de: Planchart Licea, Eduardo (2007) Luis Zambrano: tecnólogo popular. Mérida: ULA.

Somos lo que leemos

19 diciembre, 2008

Palabra, canto y poesía

Preguntar qué es la literatura y cuál es su naturaleza es interrogante obligada en cualquiera de los cursos de Introducción a la Literatura o de Teoría Literaria. Esta reflexión comúnmente viene acompañada de la revisión de la extensa y considerable cantidad de investigadores, desde la Antigüedad hasta nuestros días, que han intentado llegar a una definición de literatura que logre abarcar todas las posibles manifestaciones de ese arte.

El libro Palabra, canto y poesía. Orígenes de la Nueva Canción Latinoamericana: oralidad y difusión poética, escrito por José Antequera y publicado por el Fondo Editorial IPASME en el año 2008, se inserta en el corpus de obras de teoría latinoamericana que intenta indagar sobre la noción de literatura y de comprender los resortes ocultos que la mueven.

Para iniciar su labor, Antequera ubica sus puntos de vista en la Teoría Culturalista que abandona toda suposición inmanente y trascendentalista de la obra literaria, entendiéndola más como un producto cultural que pertenece a un contexto social y temporal determinados. Visto así, la literatura es entonces configurada por las concepciones, ideologías, intereses y afanes de las comunidades y no categoría restringida por academias y eruditos.

Si partimos de esa visión integradora y entendemos que todos somos parte de la cultura, la concepción clásica de literatura así como la de bellas artes se fragmenta, colapsa, y se entra de lleno en una crisis de fundamentos y conceptos. Ya la “literatura” no será lo que ha sido y en su corpus comienzan a incluirse los legados poéticos indígenas, las tradiciones populares, los refranes, los chistes, las novelas rosa y las de vaqueros, entre otras manifestaciones culturales. La condición de texto escrito como fundamento de la literatura desaparece y da paso a nuevas categorías fundadas en la función estética de la obra.

José Antequera propone en ese mismo sentido ensanchar la concepción de lo literario al incluir las canciones como manifestaciones culturales de las sociedades que ven la oralidad, a la par de la escritura, como un vehículo más de expresión poética. Así, Antequera realiza en su libro un enjundioso análisis de la Nueva Canción Latinoamericana y de sus máximos representantes (Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Alí Primera, Silvio Rodríguez, entre otros) y logra ampliar los horizontes de la literatura, incluyendo nuevos circuitos de producción (discos, cd) y nuevos circuitos de recepción (radios, conciertos) del hecho literario. En este novedoso libro, Antequera propone el estudio del movimiento de la Nueva Canción Latinoamericana como parte integrante de la vanguardia literaria hispanoamericana de la década de los sesenta, afirmando entonces, más como exigencia que como sugerencia, que: “la literatura hispanoamericana ganaría espesor y profundidad si en adelante se incluyera en manuales e historias literarias lo más selecto de la canción popular” (Pág. 88).

Así, José Antequera abre una polémica que no debe pasar inadvertida en las escuelas de Letras del país: frente a una realidad que ha problematizado la noción de autor, obra e historia, los estudios literarios insisten en una perspectiva obsoleta e infértil. Es hora ya de pensar acerca de lo que un Licenciado en Letras debe estudiar: saber que existe una novela llamada Doña Bárbara, escrita por Rómulo Gallegos, o entender los procesos culturales que dan vida y significado a esa obra.

Este libro de Antequera es una muestra de lo que las escuelas de Letras del país deberían estar haciendo en estos nuevos tiempos.

13 diciembre, 2008

Palabra de Urbe


Quiero iniciar estas breves palabras acerca del libro de Roger Vilain con una confesión proferida a quemarropa: esto que ven aquí, esto que dice “Roger Vilain. Palabra de urbe. Ensayos mínimos de filosofía cotidiana, editado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes en el año 2008”, no es un libro. Es en realidad un envase que contiene un exfoliante y crema antiarrugas que rejuvenece hasta al más entrado en años. Si no lo consiguen en la librería Latina o en Tecniciencia, de seguro lo hallarán en un Farmatodo en medio de frascos de crema Ponds.

¿Por qué les digo esto? Porque el libro de Roger Vilain, Palabra de Urbe, nos cambia el alma y la mirada, hace que observemos la realidad con ojos de asombro y, cual adanes en el paraíso, nos impele a ir por el mundo nombrando nuevamente las cosas, como si las estuviéramos viendo por primera vez.

Roger Vilain nos muestra un mundo visto con ojos de niño, con ojos, nada inocentes, que nos hablan de gatos, de gavetas, de barberías, de zapatos, de mariachis, de perros, de vagabundos, nos habla sobre el fumar, sobre el mascar chicle, sobre el carnaval, sobre el teléfono celular, sobre la compañía de electricidad, sobre diversas cosas, personas, instituciones y sitios que, a simple vista, quizás nada tengan de filosófico ni literario, pero Vilain los hace motivo de reflexión agradable y profunda.

Para mí que Vilain siguió el consejo de Manuel García Morente, aquel filósofo español quien en la década de los cuarenta dictó unas conferencias en Argentina y en una de ellas dijo lo siguiente:

Para abordar la filosofía, para entrar en el territorio de la filosofía, una primera disposición de ánimo es absolutamente indispensable. Es absolutamente indispensable que el aspirante a filósofo se haga bien cargo de llevar a su estado una disposición infantil. El que quiere ser filósofo necesitará puerilizarse, infantilizarse, hacerse como el niño pequeño”. (García Morente, Manuel, Lecciones preliminares de filosofía, Argentina, Losada, 1973).

Roger Vilain, en Palabra de Urbe, es eso: un niño filósofo que hasta en el mascar chicle ve un acto para la reflexión y la discusión. Si Santa Teresa había dicho que Dios se encuentra hasta en las ollas de la cocina, Roger no se queda atrás y nos dice que en lo más sencillo y cotidiano podemos hallar la sabiduría. Él mismo confiesa su estrategia cuando dice, en la página 29 de su libro, lo siguiente:

A veces, si uno hace el esfuerzo, se percata de otras cosas. Yo, por ejemplo, salgo a la calle y me doy cuenta de pequeños accidentes, de cuestiones que pasan desapercibidas, de pliegues ínfimos que a la mayoría mantienen sin cuidado. (“Lo que dicen los pies”).

Eso es lo que hace Vilain a lo largo de 164 deliciosas páginas, las cuales recomiendo sobremanera. Gracias Roger Vilain por brindarnos unas horas gratas con tu libro y gracias también por enaltecer la producción intelectual de la Universidad Nacional Experimental de Guayana.