26 abril, 2008

El hombre escindido

Cada vez que llega a mis oídos la vieja polémica entre las ciencias y las humanidades, cada vez que presencio el sempiterno dilema de determinar la superioridad de una o de otra, recuerdo inevitablemente a Medardo de Terralba, mejor conocido como el Vizconde Demediado. Ese personaje de la literatura italiana, creado a mediados del siglo XX por Ítalo Calvino, representa a un ser humano escindido, víctima de un cañonazo que lo había separado en dos mitades, las cuales se habían salvado de una manera fantasiosa y que, desde ese momento, vivían de manera independiente.

Creer que las ciencias pueden desarrollarse separadamente de las humanidades, y viceversa, es asegurar que el mundo es maniqueo y que el Vizconde Demediado puede aparecerse en cualquier rincón de una supuesta realidad cuadriculada. La modernidad, en su empeño por racionalizar y clasificar el mundo, ha intentado convertir a los seres humanos en Demediados, la razón separada de la pasión, un corazón desvinculado de su cerebro.

Decíamos que la polémica entre las ciencias y las humanidades es vieja y sempiterna aunque, para algunos, es un falso problema ya superado. Sí, es un falso problema que intenta hacer irreconciliable lo que en realidad puede verse como las dos caras de una misma moneda; pero lo que dudamos, y eso lo podemos comprobar de distintas maneras, es que esa falsa oposición haya desaparecido del imaginario social.

Oigamos por ejemplo en los pasillos de la universidad, o en sus cafetines, la velada rencilla entre los estudiantes de ingeniería y los de educación. Los primeros, los de ingeniería, desvalorando los estudios de educación argumentando que eso es muy fácil, que sólo hay que saber cortar foami y pegar cartulina para salir con una excelente nota. Los de educación, por su parte, critican los estudios de ingeniería aduciendo que eso es sólo aprenderse la fórmula y, cual máquina, dar un único resultado; es una profesión para personas carentes de creatividad, nada que una buena calculadora pueda resolver. En esta situación, que se repite en todas las universidades del país, encontramos la idea de una supuesta superioridad de la ciencia por sobre los estudios humanísticos, quedando reservada la racionalidad para la primera y la pasión para la segunda.

En este sentido, el currículo de los estudios científicos desecha toda asignatura que presuma complicidad con las artes, con la literatura, con las humanidades en general. Una materia para aprender a redactar y otra para hablar de la sociedad venezolana son más que suficientes para dar un barniz humanista a las ciencias. En definitiva, la esencia utilitarista de la pedagogía de Dewey, que da valor a lo que tiene aplicación en la realidad, hace de la humanidad una masa acrítica, descorazonada y sin perspectiva de comunión con los semejantes. Mejor lo dice Luis Beltrán Guerrero:

La ciencia –una faceta de la actividad humana- no es educadora; es instructiva. No es formadora de espíritu, es formadora de mentes, nunca de corazones, y menos de la totalidad del ser. La técnica –derivativo de la ciencia- mucho menos podría abrogarse el papel de formadora. Apenas si educadora de la mano, no alcanza a la mente ni al corazón.

18 abril, 2008

Buenas nuevas

Ya pasaron los días de abandono para con este blog y la mano, liberada un poco de los tediosos informes y cartas de trabajo, quiere regresar a teclear lo que le provoque. Y ahora que regresa, no quiere dejar pasar la buena noticia del veredicto del Concurso de Cuentos de la Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores. En el concurso premiaron a dos buenos amigos. Felicitaciones y que siga la escritura...


El veredicto le rinde honor a su nombre, y con creces. La edad promedio de los ganadores de los tres premios del Concurso de Cuentos de la Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores, es de 23 años y medio. También resultó notoria la presencia de diversas regiones del país en el cuadro final. En fin, el jurado compuesto por los reconocidos narradores venezolanos Eduardo Liendo, Federico Vegas y Oscar Marcano, otorgó los primeros premios a los siguientes cuentos y autores:

1er lugar: El cuento Curvas, enviado bajo el seudónimo Holden Caulfield, que corresponde a Fabian Alberto Coelho Castro (Mérida)

2do. Lugar: El cuento Noche Blackblue, firmado con el seudónimo A.K.A., el cual resultó ser Jesús Miguel Soto (Caracas)

3er. Lugar: El cuento A la víbora de la mar, suscrito por Pierre Menard, correspondiendo a la joven Yael Farache (Caracas)

También decidió otorgar menciones especiales a los siguientes cuentos y autores (en orden alfabético):

Decálogo del chico bueno, de Scott Anderson García Pacheco (Maracaibo)

El salto, de Leonardo Laverde Botero (Charallave)

Estrategia para matar un gato, de José Antonio Guzmán (Barquisimeto)

La cofradía del dragón, de Julio Alberto Puche Tapia (Maracaibo)


Las lunas de Venus, de Leopoldo Tablante (Caracas)

Los días remotos, de Néstor Luis Bermúdez (Mérida)


Todos estos textos formarán parte del volumen correspondiente a la presente edición del concurso.