Los hechos de la historia
muchas veces se confunden con el mito y terminan siendo, en el mejor
de los casos, un fantástico recuerdo de algo que quizás nunca llegó
a ocurrir. Así pasó con la guerra de Troya, conflicto bélico que
lindó con lo imposible y derivó en temas de poemas y cantos, hasta
el punto de considerarlo como simple relato de la imaginación. Fue
así por varios siglos hasta que un arqueólogo alemán del siglo XIX, Heinrich Schliemann, se empeñó en creer que lo que
contaba la “Ilíada” era cierto. Tanto insistió Schliemann que al
final dio con la preciada ciudad cuyo horizonte fue oteado por los
ojos de Helena, demostrando así que lo que nos relatan las obras
literarias no necesariamente pertenece de forma exclusiva al reino de
la ficción. Igual podemos decir de las hazañas de Rodrígo Díaz de
Vivar y su reconquista del territorio español, en manos de los
árabes en aquel lejano siglo XI d.C. Hoy leemos sus proezas en un
hermoso canto llamado “Poema del Cid” y en muchas oportunidades se
nos pasa por alto la realidad histórica que está detrás de la
obra.
Ocurre lo mismo con las
canciones. Compuesta en algunas ocasiones como homenaje a personajes
y sucesos, el tiempo termina por borrar los referentes históricos que
le dieron sentido, siendo ahora frases ininteligibles que solo sirven
para acompañar bailes. Un ejemplo de ello es el golpe tocuyano
“Montilla”, canción venezolana de principios del siglo XX que
muchas veces cantamos sin llegar a saber que detrás de ella se
esconde la historia de José Rafael Montilla, conocido como “El
Tigre de Guaitó”.
Nacido en Trujillo en 1859, Montilla se destacó desde muy joven por su valentía, arrojo y lucha por la reivindicación de los campesinos. En las continuas batallas que participó al lado del ejército Liberal fue nombrado General, aclamado por los mismos soldados que lo acompañaban. Refugiado en el pueblo de Guaitó, desde donde ejerció el reparto justo de las tierras y el colectivismo agrario, el General Montilla fue un dolor de cabeza para las ansias de los Conservadores y no hubo batallón que pudiera con la fuerza del trujillano. Varios presidentes de Venezuela ordenaron su captura pero el Tigre de Guaitó era indomable. Cipriano Castro, al darse cuenta de que era sumamente difícil derrotar a Montilla y de que este iba a ser un constante foco de conflictos en la región, decidió ofrecerle cargos políticos para mantenerlo alejado de su tierra. Castro le propuso que con 70 oficiales ejerciera la vigilancia de la frontera colombiana. Aceptó, pero al poco tiempo se dio cuenta de que se trataba de una trampa. Le mandó a decir a Castro, en forma de amenaza y con fina ironía: "es más corto el camino desde Guaitó a Miraflores que de Capacho a Miraflores". Desde ese día empezó un asedio contra "El Tigre". Lo acecharon los ejércitos de Lara, Barinas, Portuguesa y Cojedes; pero no lograron capturarlo. Al asumir el poder Juan Vicente Gómez, le ofreció garantías para que saliera de Guaitó y éste siempre contestó con evasivas.
Nacido en Trujillo en 1859, Montilla se destacó desde muy joven por su valentía, arrojo y lucha por la reivindicación de los campesinos. En las continuas batallas que participó al lado del ejército Liberal fue nombrado General, aclamado por los mismos soldados que lo acompañaban. Refugiado en el pueblo de Guaitó, desde donde ejerció el reparto justo de las tierras y el colectivismo agrario, el General Montilla fue un dolor de cabeza para las ansias de los Conservadores y no hubo batallón que pudiera con la fuerza del trujillano. Varios presidentes de Venezuela ordenaron su captura pero el Tigre de Guaitó era indomable. Cipriano Castro, al darse cuenta de que era sumamente difícil derrotar a Montilla y de que este iba a ser un constante foco de conflictos en la región, decidió ofrecerle cargos políticos para mantenerlo alejado de su tierra. Castro le propuso que con 70 oficiales ejerciera la vigilancia de la frontera colombiana. Aceptó, pero al poco tiempo se dio cuenta de que se trataba de una trampa. Le mandó a decir a Castro, en forma de amenaza y con fina ironía: "es más corto el camino desde Guaitó a Miraflores que de Capacho a Miraflores". Desde ese día empezó un asedio contra "El Tigre". Lo acecharon los ejércitos de Lara, Barinas, Portuguesa y Cojedes; pero no lograron capturarlo. Al asumir el poder Juan Vicente Gómez, le ofreció garantías para que saliera de Guaitó y éste siempre contestó con evasivas.
En el año de 1907,
cuando José Rafael Montilla contaba con 48 años y era el hombre más
poderoso y respetado del occidente del país, fue asesinado por la
traición de uno de los suyos. Un terrible machetazo, asestado
mientras estaba en cuclillas tomando agua de la quebrada, le quitó
la vida al Tigre de Guaitó.
Desde ese instante el
pequeño pueblo larense de Guaitó se convirtió en el lugar a donde
iban los campesinos del occidente del país a ofrecerle el tributo de
su afecto y su recuerdo. Desde Guárico, Trujillo, Portuguesa y otros
estados venían cientos de hombres y mujeres acongojados para el
velorio.
Una enorme procesión de
campesinos acompañaba el féretro del General Montilla hacia el
cementerio y detrás un grupo de músicos entonaban canciones que
relataban las proezas del Tigre de Guaitó.
En ese momento, en la
marcha fúnebre, nació el golpe tocuyano “Montilla”, canción
que ha tenido variantes que han quedado en la memoria de los pueblos
andinos y larenses. En otras versiones de la canción se oye, por
ejemplo:
Montilla
está enmontañao:
no
se metan caraqueños,
ese
es un hombre que despierta
a
todo el que tenga sueño.
En
las sierras de Trujillo
hay
valientes por montón
pero
el que tiene más brillo,
es
el Tigre de Guaitó.
El
coloso de los andes,
el
valeroso Montilla,
es
muy grande entre los grandes,
y
liberal sin mancilla.
La vida del Tigre de Guaitó se
confunde con la leyenda y pudiéramos afirmar, sin ser exageración
alguna, que José Rafael Montilla es el Aquiles de los Andes, el Mío
Cid de la montaña y la neblina.