18 agosto, 2008

Un libro en el lugar equivocado


Esta tarde, entre los anaqueles de una librería, la intriga me invadió al hallar un libro en un lugar equivocado: encontré la "Metafísica" de Aristóteles en la sección de autoayuda. Ese hecho -en apariencia inocente y superficial- había iniciado en mí una larga reflexión. Cual Auguste Dupin en busca de la carta robada, comencé a buscar las posibles causas del incidente: ¿Un empleado de librería al que le gusta leer poco y que relacionó la "Metafísica" de Aristóteles con la de Conny Méndez? ¿Un simple problema de espacio que hizo compartir anaquel a "El caballero de la armadura oxidada", "El buho que no podía ulular" con el estagirita?

Inmediatamente evoqué una frase de Iuri Lotman que me costó entender tanto en mis estudios de postgrado. Lotman, el reconocido semiótico de la cultura, habría afirmado en un artículo titulado "El texto y la estructura del auditorio", de 1977, lo siguiente:

"Es evidente que, cuando no coinciden los códigos del remitente y el destinatario (y la coincidencia de éstos sólo es posible como suposición teórica, nunca realizable a plenitud absoluta en el trato práctico), el texto del comunicado se deforma en el proceso de su desciframiento por el receptor".

Si, según Lotman, todo texto es irremediablemente "deforme", pues la conclusión es que cada lector hace con los textos lo que su comprensión le sugiera. De ahí la polisemia, la cual reviste de múltiples significados a la literatura.

Cada vez que un lector pasa sus ojos por las líneas de un libro, en ese mismo momento reelabora la obra que ha abandonado el primer autor.

La literatura se reescribe permanentemente y quizás por eso la "Metafísica" de Aristóteles aún no ha dicho todo lo que tiene que decir. No existe, por lo visto, obra definitiva.